A día de hoy, sigo pensando que Katamari Damacy es una obra maestra, y sé que muy poca gente puede decirme lo contrario. Controles pensados en exclusiva para sacar lo mejor del mando y manejar nuestro katamari perfectamente; gráficos minimalistas que transmiten diversión a la vez de representar un mundo inmenso; y una música… qué más decir de esa música. ¿Y sabéis qué? We Love Katamari, por increíble que parezca, mejora en todo a su precuela. Hablemos de ello.
La obra de un genio
Está claro que si la obra de Keita Takahashi es tan reverenciada no es por casualidad. Jugabilidad pura enlatada en un disco de PlayStation2 y que desde hace unos años podemos disfrutar en consolas más modernas como, por ejemplo, Nintendo Switch, que sigue sin envejecer un ápice gracias a su humor delirante y absurdo que combina especialmente bien con el conjunto del título. Un simulador de escarabajo pelotero, básicamente, bajo la grandilocuente premisa de ser el hijo del Rey del Cosmos que, pues mira, sin querer se cargó las estrellas y hay que repararlo.
Katamari Damacy era una obra muy contenida dentro de sí misma, una rareza. ¿Se podía mejorarse algo del juego? La respuesta es sí, por supuesto: incluso en una maravilla como el primer Katamari, el margen de mejor existe, y We Love Katamari lo demuestra: más canciones sacadas de la mente de un auténtico genio demente, más variedad en los modos de juego, más niveles, más objetos, más y más y más… Y sin embargo, no me quito de la cabeza un pensamiento fugaz pese a todos estos añadidos. ¿Hacía falta realmente sacar una secuela en su momento?
A todos nos gusta Katamari
No creo ser el único que lo piensa, ni ahora ni hace veinte años. Su propio creador se opuso a la existencia de este juego hasta que Namco declaró que haría la secuela con o sin él, por lo que decidió, por lo menos, hacer el juego con su visión intacta e intentar sacar una obra digna de su precuela. Y lo puedo entender porque es que, por mucho que adore Katamari Damacy, no paro de pensar que, sinceramente, no me está aportando la sorpresa y la magia de la primera parte.
Para poner un poco de contexto, yo nunca había jugado a Katamari. Jamás. Para mí, este era un juego de los no paras de escuchar en los tops de todo el mundo que lo ha jugado, en boca de gente entendida dentro de la industria, alabado hasta la extenuación de manera unánime. Fue gracias a las ofertas de la eShop que dije «oye, vamos a darle una oportunidad». A los pocos minutos ya estaba enganchado sin remedio ante esta genialidad mecánica, para que nos vamos a engañar, y casi no solté la Switch hasta prácticamente reventar el juego. Incluso de tanto en tanto vuelvo a descargarlo simplemente por el placer de deleitarme con él, de disfrutar como si fuera la primera vez.
Ahora bien, ¿qué ocurre con We Love Katamari, si supuestamente es mejor en todos los aspectos? Es difícil de explicar sin jugar ambos, pero intentaré expresarlo lo mejor posible.
El fanservice que mueve el mundo
Si hay una cosa que, a mi opinión, sorprende de We Love Katamari, esto es sin duda la trama. O mejor dicho, la justificación a la que llegó Takahashi cuando se vio en el marrón de tener que realizar una secuela: el fanservice. Katamari Damacy ha sido un éxito, todo el mundo juego a Katamari, todos conocen Katamari, pero, ¿qué más podemos hacer con un katamari? Un bebé, una abuela, un perro, un astronauta, un luchador de sumo… todos quieren que hagamos un buen katamari que les inspire. Porque si el primero era bueno, habrá que hacer algo mejor, algo que nos llene.
Con sus peticiones, el Rey del Cosmos nos enviará a muchos más entornos de los que existían en la precuela para crear katamaris maravillosos: que si uno más grande que equis, que si uno de cierto tamaño antes de un límite de tiempo, que si uno que solo contenga vacas, que si en vez de un katamari per se usamos a un luchador de sumo para que crezca, etc. Las opciones son variadísimas, aunque, como no, siempre manteniéndonos fieles al espíritu del original… hasta las últimas consecuencias.
Un problema existencial
Katamari Damacy era algo nuevo, especial y novedoso. We Love Katamari, por su parte, tiene un problema: que existe Damacy. We Love Katamari, si no habéis jugado a su precuela, os parecerá una obra excepcional quizá ligeramente larga de más, pero en el mismo momento en que hemos tocado la obra original, lo hemos exprimido y disfrutado, empiezan, como en mi caso, las comparaciones. En comparación con Damacy, es quizá demasiado largo; aunque los modos nuevos dan variedad, no resultan tampoco tan excitantes como el modo normal; visualmente es igual, sin ningún tipo de variedad; los coleccionables no resultan demasiado atractivos en una partida normal donde, supuestamente, debemos simplemente disfrutar del hecho de hacer crecer nuestro katamari. Un caso donde menos es más.
¿Me ha gustado We Love Katamari? Por supuesto. Me encanta Damacy y me encanta la secuela. ¿Era necesaria? No, sinceramente, pero a la vez no puedo evitar sentirme culpable debido a las ansias que he podido llegar a sentir de explorar más el mundo de Katamari. Dentro de mi existe esa dualidad entre lo mucho que me ha gustado We Love Katamari y lo muy innecesario que lo he visto. No soy capaz de decidirme, he estado semanas reflexionando sobre realmente qué era lo que me fallaba de la secuela, y aunque no hay nada que destaque para mal, los pequeños cambios al concepto original, desde su duración a sus nuevas modalidades, hacen que el conjunto me guste con un pero demasiado grande.
En resumen
Lo mantengo: We Love Katamari ES un grandísimo juego. Es divertido, hay título para rato, la banda sonora es de diez y los nuevos escenarios me parecen un añadido increíble y lo único que agradezco realmente con respecto a la precuela. Y sin embargo, no llega, ni siquiera se acerca, a la grandeza del original, al asombro que supone en el jugador la primera vez que se pone a los mandos de un katamari y disfruta de la experiencia perfecta que es el título. Superar la perfección es muy difícil, y cuando el listón está muy alto, incluso un gran título como este sufre para alcanzar las expectativas de su hermano mayor. Por todo esto, aunque me duela, aunque haya disfrutado del título, no he podido dejar de pensar en todo momento las ganas de tenía de volver a jugar al original. Y eso, sinceramente, es lo que hice. [82]