En la actual generación hemos vivido la explosión total del juego online en las consolas de sobremesa, hecho que si bien durante la pasada generación estuvo presente de forma mas bien tímida y experimental, ha supuesto una nueva forma de entender el videojuego para los amantes del pad y del sofá.
Tal ha sido el auge del multijugador por Internet, que no ha habido género, por muy inadecuado que pareciese, que no se haya adaptado a esta nueva exigencia. Pero si alguno se ha llevado el gato al agua en cuando a popularidad, ha sido (y en eso estaremos todos de acuerdo) el género del shooter. Tampoco discutiré que hasta hoy, la saga Call of Duty, y sobretodo su vertiente Modern Warfare ha gozado de un estatus de dominio total y absoluto ante los frágiles ataques de la competencia. Si bien, es cierto que durante este tiempo, EA estuvo forjando a la sombra el renacimiento de la popular saga Battlefield, que tanto respeto se había labrado en PC. Para ello, se valió de Bad Company un spin-off de carácter mas desenfadado, reducido y adaptado a consola de su hermano mayor. Para mucho de nosotros, esta primera intentona de la desarrolladora DICE ya ofrecía una jugabilidad más estratégica, amplia e inmersiva que cualquiera de las entregas de Modern Warfare, gracias al gran acierto de encontrar el punto medio entre el leitmotiv puramente arcade los shooters de consola, y la faceta del multiplayer masivo del shooter de PC. Con la segunda entrega de Bad Company 2, DICE mejoró los aspectos mas criticados, como la faceta gráfica, más modos de juego, más dinámica y velocidad en el desarrollo y mejor soporte online.
Pero la coletilla Bad Company, aunque mantenía fieles a sus seguidores no conseguía ni por asomo alcanzar las cuotas de popularidad de su directo competidor, quedando relegado poco más que a juego de segunda fila (al menos en cuanto a ventas). Así que EA decidió tomarse aquel experimento de spin-off en serio, hacerle un lavado de cara comercial, hypearlo con toda su maquinaria de marketing hasta decir basta, y tocar puerta a puerta a las consolas de cada jugador si fuese necesario, con tal de desbancar de su ya decadente trono a Call of Duty.
Y así ha sido. EA ha realizado un trabajo tan rematadamente bueno, que casi ha saltado a la siguiente generación sin cambiar el hardware. El nuevo motor Frostbite 2 va a ser con toda seguridad un punto de inflexión en cuanto a gráficos, y un ejemplo a seguir en cuanto a físicas, inmersión y realismo visual para los futuros shooters, ya no solo de esta generación. La posibilidades jugables que ofrecen sus increíbles y vastos mapeados crean ahora una extensión casi perfecta de lo expuesto en BadCo, con partidas aún más dinámicas y tácticas.
Sin lugar a dudas, Battlefield 3 es ya no el mejor juego de este año, sino el mejor de toda esta generación, y el bastión de aquello a lo que hacía mención al principio: el juego online en la generación que vio nacer el online.