Concurso No Oficial de Relatos Cortos sobre GTA: No podría irme peor

Bases del concurso

Autor: Dandel

El sol brilla en el horizonte mientras conduzco mi viejo Stallion, un compañero inseparable de demasiadas aventuras que preferiría no recordar. Me dirijo de cabeza a Liberty City, ciudad de las oportunidades para algunos ilusos. Yo perdí toda esperanza hace tanto tiempo que ni siquiera tengo la sensación de haberla tenido nunca, por lo tanto la cruda realidad de esta ciudad no se me escapa: Este es uno de los agujeros más deplorables de los cuatro continentes. Capital del crimen organizado. Nido de delincuencia. O eso me dijo mi madre cuando la telefoneé para despedirme de ella para siempre. Tal vez allí me sienta por primera vez como en casa.

No quiero engañarme, no me dirijo hacia ninguna oportunidad ni mucho menos hacia una vida mejor. No espero tener una amante, esposa, niños y un jardín. No, eso sería demasiado bueno para lo que me merezco. A los tipos como yo no les ocurren esas cosas. Lo mas probable es que acabe cosido a balas en una bolsa de plástico y tirado en cualquier cuneta de las afueras. Lo único que me gustaría conseguir en este vertedero es dormir sin tener pesadillas. No recuerdo cuándo fue la última vez que dormí bien, pero probablemente fue la noche anterior de asesinar a Yuri Polsch. Maldito bastardo. Se merecía acabar con un tiro en la nuca, pero por su culpa mi vida ha ido cuesta abajo desde entonces. Hasta que recibí aquella llamada.

Era un cuatro de Noviembre, llovía como de costumbre y tenía una resaca de campeonato. Mi primo Roman, que hace unos meses huyó de la ciudad para venir a Liberty City; me llamó contándome maravillas sobre este lugar. Pero le he cambiado demasiadas veces los pañales como para saber a la perfección cuándo me miente. Ese temblor en su voz y las respuestas vagas a mis preguntas, le delataban. No dejaba de insistir en que esto era maravilloso y que estaba viviendo el sueño americano. Sueño Americano, ¿eh? No son más que estupideces.

Roman, te has metido en un lío y lo único que se te ha ocurrido ha sido llamarme para pedirme auxilio. Como has hecho siempre. Pedazo de imbécil. Más te vale no meterme en ninguna mierda de las tuyas o te abriré la cabeza contra el asfalto. La familia lo entenderá.

Cuando vuelvo a despertar de mis reflexiones, me doy cuenta de que ya casi he llegado a la dirección que me había indicado Roman por e-mail. Menudo barrio, has escogido, primito. Sólo con ver la cantidad de prostitutas que hay en tu calle ya me puedo imaginar en qué inviertes la mayor parte de tu sueldo. En fin… parece que es aquí. Ahí está Roman, y viene acompañado… no… no puede ser.

  • ¡Primo! ¿Qué mierda de coche es ese, joder? ¡Bienvenido a América!
  • Roman… – saludé a mi primo con indiferencia, pero quien atraía toda mi atención era la espectacular pelirroja que le acompañaba. Pelo rizado, cuerpo de escándalo y unos ojos verdes enormes con los que sin duda era capaz de leerme el pensamiento.
  • Ha pasado mucho tiempo. Ven, vamos adentro. Tenemos mucho de qué hablar.
  • De acuerdo, deja que coja mi cartera de la guantera…

Fue lo último que recuerdo. Bueno, para ser más exactos, lo último que recuerdo es un disparo, un grito de terror procedente de una mujer aterrorizada, y un dolor insoportablemente en la nuca.

Y ahora estoy esposado a una cama y mirando el techo de un oscuro zulo.

Maldita sea… ya sabía yo que Roman iba a traerme problemas.

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