De por qué la tecnología no siempre es buena

Imagina la situación. Unos quinceañeros que están ahí por la tarde en el parque, tomándose unos litros, fumándose unos canutos, con la vespa tuneada para putear en la siesta a todos los vecinos del pueblo. De repente dicen, vamos a darle una patada a los niños estos y nos sentamos en su columpio. Hasta ahí todo normal. Pero al más cazurro se le ocurre que eso de la tracción mecánica sin burros, pues como que no mola, y decide enganchar el columpio a la motocicleta. El resultado, una factura de hospital que ni la del rey Juan Carlos. Aunque bueno, esta al menos no la pagamos nosotros.


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