La guerra y el futuro de unas jóvenes con Code to Inspire

La guerra ya no impacta a nadie en el mundo occidental, o esa es mi sensación constante. Vemos las noticias, leemos Twitter, nos informamos en mayor o menor medida, pero la sentimos tan ajena a nosotros como si de una ficción se tratara. Y no me estoy excluyendo, porque hasta hace menos de dos horas solo veía de lejos el conflicto de Afganistán.

Un combatiente de una milicia afgana vigila en un puesto avanzado en la provincia de Balkh, Afganistán. Foto: Farshad Usyan / AFP

No quiero poneros la situación completa de lo que está pasando, para ello tenéis a la magnífica gente de Descifrando la Guerra para una panorámica completa de que ocurre más allá de nuestras fronteras. Vivimos aislados de este tipo de ruido exterior y solo nos horrorizamos cuando lo que ocurre nos afecta como continente, como nación y, sobre todo, como personas.

Sin embargo, hoy nos hemos despertado con una noticia del conflicto que, si no hubiera sido por mi compañero Antonio Cásar Moreno y su artículo para HyperHype que me compartió por privado, solo habría sido una gota más en la semanas de guerras de un país que, para nosotros, no significa nada. Ha caído Heirat, capital de la provincia homónima de Heirat, y la tercera más grande del país. ¿Y qué?


Ahí, en esta ciudad, resulta que se encuentra (o, por desgracia, se encontraba), la sede de Code to Inspire, una iniciativa donde se enseñaba a jóvenes afganas a programar y, por tanto, a abrirles las puerta a un futuro mejor del que se puede tener en un país donde el acceso a la tecnología, en especial para las mujeres. Un lugar donde poder expresarse y donde ser ellas mismas a la vez que aprenden a crear y desarrollar software… y videojuegos.

Hace unos cuantos años, en el 2018, surgió en la tienda de Google (así como la Apple Store y Windows) el videojuego Fight Against Opium, un videojuego protesta desarrollado por mujeres dentro de Code to Inspire que buscaba mostrar algunas de las problemáticas sociales que existen dentro del país, como el cultivo de opio, así como intentar dar una alternativa como es el azafrán. Sin embargo, esto se acabó.

Captura del videojuego Fight Against Opium en la tienda Android Store

Los talibanes han tomado Heirat y, por tanto, Code to Inspire ha perdido su sede. Con esto, decenas de mujeres han perdido la oportunidad de tener un mejor futuro gracias a la programación y a los conocimientos que esta escuela les otorgaba. Ahora están inmersas en la guerra, en una situación donde, como mujeres, son parte de la población más vulnerable, y ha palabras de Fereshteh Forough, fundadora de Code to Inspire:

«Imagínese despertar un día y que te digan que te han quitado la libertad, la familia, la educación, el trabajo y el futuro. Durante 20 años las mujeres afganas se levantaban con este temor. Ahora la pesadilla se ha cumplido»

¿Y si eso nos pasara a nosotros? ¿Cuántos centros de estudios para aprender a hacer videojuegos, para aprender a programar incluso tenemos en España? ¿Y si tuviéramos que deja nuestra pasión, nuestros sueños, porque los delirios de unos son la perdición de otros? Lo siento, pero he leído la noticia y me ha temblado el pulso, me ha dolido en el alma. Todos deberíamos poder luchar por hacer lo que más nos gusta, y a ellas se lo han arrebatado. Por eso quiero darle voz por un momento a estas mujeres, jóvenes como Samira Ansari, como Fatema Alizada o como Hasina Haidari, que ya no van a poder acceder a la educación ni ayudar a otras personas como ellas a cumplir su sueño y a tener voz a través de él, porque la guerra se los han robado.

Aula de Code to Inspire

Jovenes estudiantes de Code to Learn en una de las aulas de Heirat

  1. Iniciativas como esta y similares me parecen genial, de sobra sabemos lo que significa la mujer para estos borregazos asesinos fundamentalistas, pero esto es como una gota en el mar y en el caso concreto de Afganistán… donde ya se metieron y salieron escaldados soviéticos primero y norteamericanos después, la única solución pasa por una intervención militar de una fuerza mundial, que por otra parte debería existir hace décadas, que acabe con estos descerebrados que quieren volver a la edad media y consideran a la mujer como mera mercancía, en pleno siglo XXI.

    No me gusta tocar temas políticos en esta santa casa porque no es sitio para ello, pero ya que habéis tocado un tema concreto que me tiene completamente asqueado y cabreado últimamente, pues doy la que suele ser muy dura opinión ante casos como este.

    Si las prácticas de esta gentuza suceden en cualquier país occidental, las autoridades se hacen cargo inmediatamente de conocer los sucesos e intervienen de forma fulminante. Pues imaginad Afganistán como parte de la «aldea global» y entenderéis que se debe intervenir de igual forma, y para ello la única manera es la creación de una autoridad mundial.

    Ya sé que los cuatro progres moderniquis tacharán mi idea y a mí de reaccionario o directamente fascista, pero me la suda, que se pongan en el lugar de las mujeres violadas, torturadas y asesinadas,u obligadas a vivir como esclavas, o de los gays condenados a muerte en el falso nombre del Islám y lo entenderán. Un poquito de empatía y de mojarse, la única solución con los talibanes es eliminarlos de la faz de la tierra.

    Salud y libertad para tod@s.

    • No, a ver, se puede ser de izquierdas (mi caso) y cabrearse con eso. Una cosa no quita la otra y comparto tu opinión completamente, jajaja

      • Es que una cosa es ser de izquierdas y otra, como digo, ser un progre moderniqui chupiguay bienpensante de boquilla; o sea, lo que se conoce como progremoñas, que es el primo lejano del pijiderechita.

        Pregunta incómoda para ambas partes de estupendos sin cerebro: ¿Cuántos llegados gracias al Welcome Refugees en diversos países europeos o en USA, han acabado convertidos en células durmientes esperando activarse para cometer los execrables actos terroristas que hemos venido padeciendo en occidente?

        No se puede razonar con los talibanes y van sembrado terror y miseria. Simplemente, sobran en este mundo.

        Luego se puede ser de izquierdas o de derechas o apartidista, es igual, cada opción es personal y respetable. Pero todos unidos contra la barbarie fundamentalista, que, ojo, nada tiene que ver con los musulmanes creyentes normales; a menos, claro está, que éstos defiendan la Sharia.

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