No creía que, llegado el momento en que debia, me decantase por dedicarle unas palabras a un manga como RiN. La obra de Harold Sakuishi, publicada en la revista Gekkan Shōnen Magazine entre 2012 y 2016, puede parecer simple al principio e incluso inferior a Beck, su obra más conocida. Sin embargo, esconde mucho más de lo que aparenta entre sus páginas.
Un comienzo poco alagador
Reconozco que no he leído Beck y que, por tanto, RiN es la primera toma de contacto que he tenido con el autor. He oído autenticas maravillas de Beck, pero nunca me había surgido la necesidad de leerla, por lo que el estilo de dibujo de Sakuishi me chocó al principio cuando comencé la obra sobre la que versa este texto. Era exagerado en su dibujo de humanos, pero no me causaba esa sensación que me causan autores como Inio Asano, donde sus personajes me resultaba impactantes por la situación tan rompedora entre un mundo realista en contraposición a unos personajes hiperbólicos y extraños, capaces de poner las expresiones más raras del mundo para mostrar esa sensación de extrañeza y, a su vez, cercanía cotidiana.
Sin embargo los personas de RiN son, a mi opinión, feos, en especial al principio. No puedo quitarme de la cara las bocas y expresiones, absolutamente ridículas y exageradas, pero que conforme avanza la obra terminan suavizándose en su trazo y concepción. Aun así, no he venido aquí a hablar del dibujo, algo que no voy a entrar a valorar. Quiero hablar de la historia, de cómo Sakuishi es capaz de convertir una historia insulsa sobre un joven que quiere dibujar manga en algo que va mucho más allá.
Evolución a través de las páginas: la historia de Fushimi Kinosuke
El inicio es un autentico aburrimiento. La historia avanza muy lenta, estableciendo una rivalidad que no termina en nada con un compañero de instituto a la vez que nos presenta a Asuna Honda, el personaje femenino que primero conocemos y una de las dos musas de Fushimi. Como un manga cómico, su presentación es ligera y poco interesante más allá de sus bromas: cómo envía su primer borrador, cómo lo rechazan cómo vuelve a intentarlo tras conocer a su «musa» y cómo, esta vez sí, es aceptado. Una vez aquí, comienza la magia. Nunca mejor dicho.
Pese a que no es propiamente el significado de la obra, ser seleccionado para el premio e ir a Tokio nos presenta a aquella que cambiará radicalmente su vida: Ishidō Rin, una muchacha de su edad con poderes paranormales capaz de actuar como una médium y vislumbrar el futuro. Con esta chica comienza todo, pues es ella la que les hablará de un personaje que tendrá mucho peso… pese a estar muerto. El maestro del manga, Sawamura Eiichi (basado en el gran Osamu Tezuka), dejó una última obra sin acabar con una sola palabra que definía este manga: Torus (toro), el producto cartesiano de dos circunferencias. Un donut, para que nos entendamos.
Un ciclo sin fin
Es a través de este concepto abstracto sobre el que se desarrolla, ahora sí, la parte de la trama que convierte a RiN en una gran obra. Un toro es una figura sin inicio ni final definido, representado simbólicamente también como una serpiente engulléndose a sí misma. Este ciclo eterno también puede verse en la reencarnación, un pensamiento religioso y filosófico que representa la vida como un estado transitorio entre una existencia y la siguiente donde una corriente invisible nos une en el destino. Y esto es, precisamente, lo que representan los protagonistas, tanto Rin como Fushimi como el ultimo personaje relevante para la trama, un joven prodigio del manga llamado Taki Kaito.
Los poderes de Rin desvelan la voluntad futura de Taki y Fushimi de completar la obra, de manera simbólica, que el Sawamura-san dejó sin terminar, y al final, esto toma una parte central en la historia casi sin procurarlo. La comedia se deja a un lado para mostrarnos la humanidad del concepto de la reencarnación, el significado de la vida y cómo los humanos somos, al final, producto de nuestras propias circunstancias. Y todo a través de un meta manga.
Dos tercios por uno maravilloso
El último tercio del manga (que es cortito, no ocupa más que 41 capítulos) mete toda la carne en el asador. La idea de Sawamura Eiichi de crear un manga sobre un ciclo sin fin cristaliza en el trabajo de Taki y Fushimi. El primero, creando un manga sobre las experiencias vitales que conforman a una persona por lo que es; el segundo, uno sobre las experiencias pasadas, quienes éramos antes. El manga consigue hacernos olvidar durante gran parte de la lectura que el concepto de torus sigue vigente a través del uso de un metamanga.
Leemos lo que nuestros personajes escriben. A su vez, leemos lo que ellos viven. Por último, leemos su vida pasada. Tres lecturas paralelas para comprender el concepto de torus, para comprender el ciclo de vida y muerte que nunca cesa. Vemos qué fue de los tres protagonistas en sus vidas pasadas para comprender cómo les influye en lo que son en el presente. Percibimos entonces como las experiencias de cada vida afectan a la actual, pero esta se ve a su vez entrelazada con las vivencias presentes, lo cual, en el caso de ambos autores, desemboca en su propia concepción de un manga donde el torus está presente en el mismo centro de su obra. Y todo de manera sutil y concertada de manera magistral.
Una obra de luces y sombras
RiN tiene la ventaja de ser muy corto, pues sin ello gran parte de las personas no pasarían de la primera parte de la obra. La transición de comedia sobre manga a seinen sobrenatural es tan fluida que antes de que te des cuenta estás en sus garras y no quieres soltarte. Los personajes y el dibujo evolucionan con el tiempo y vemos su progresión de manera constante, pero lo más importante es como el foco pasa del manga como producto al manga como expresión a través, como no, del torus.
Y por eso la recomiendo. Me recuerda, salvando las distancias, a las transiciones de comedia a shonen de peleas habituales en muchas obras (pensemos un poco en Dragon Ball o Katekyō Hitman Reborn como grandes ejemplos de esto). Una perfecta redención para una obra que, sinceramente, carece de atractivo en sus primeros compases pero que conforme más ahonda en sus personajes, en el concepto de humanidad y de reencarnación. Tratar temas tan intensos y sensibles como la minusvalía, aceptar la muerte y la psique humana a través del concepto de reencarnación, y hacerlo can bien como lo hace en sus últimos capítulos, sin duda hace que sea un obra digna de lectura. Es muy probable que si consigues sumergirte en sus páginas no te decepcione.