El mundo corporativo está lleno de jefes de mierda que se aprovechan de su posición de poder, de compañeros que abusan de la confianza para delegar tareas y escaquearse y, sobre todo, de servilismo. Nos han educado así, aunque por suerte la tendencia esté cambiando. Por suerte, tenemos un arma. Just Say No! More.
Si me dieran un euro por cada videojuego crítica/parodia del ambiente corporativista con un éxito relativo tendría dos euros, que no es mucho, pero sin duda es curioso que haya ocurrido dos veces. Uno es Going Under, del que hablaré otro día, donde encarnamos a un becario que debe, literalmente, limpiar de monstruos el sótano de la empresa en un claro mensaje de explotación al trabajador más vulnerable. Say No! More va por estos derroteros, pero con una propuesta mucho más hilarante y paródica, bebiendo incluso en su ambientación de bizarradas como Katamari Damacy.
¿Cómo podemos romper la cadena de servilismo y sumisión a la que entramos al formar parte de una estructura jerárquica como es la de una empresa? Negándonos. Solo diciendo no ante aquellas situaciones que sean un abuso de poder y estén fuera de lugar, ya sean bromas estúpidas, convenciones del ámbito laboral o, simplemente, sinsentidos, podemos romper el ciclo y centrarnos en hacer las tareas por las que se nos pagan —que nos os engañen, gente. Muchas veces, por hacer un favor a un jefe o compañero, se nos olvida este detalle. Y es que la línea que separa hacer un favor y sufrir un abuso es generalmente muy fina.
Vale, hemos dicho que tenemos que decir no, pero… ¿Cómo construimos un juego alrededor de esta idea? Sorprendentemente, Studio Fizbin ha respondido a esa pregunta con un No!-playing game. Esto es, un «shooter» sobre raíles donde tendremos que decir no a la gente que nos pida bizarradas mientras perseguimos a un jefe, encargado o a quien sea que nos ha robado el almuerzo. Y eso dentro de una empresa donde decir la palabra ene-o es un tabú tan grande que todo el mundo saldrá por los aires disparado al escucharla.
Ahí funciona la magia de Say No! More: su excentricidad. Decimos no de manera condescendiente, airada, fría o vaga para generar una reacción, pero también tendremos que asentir con dejadez, silbar mientras nos hablan o aplaudir sarcásticamente para bajar las defensas de nuestros «enemigos» —vamos, poner nerviosa a la gente— de manera que el no tenga más potencia… y veremos como con esa pequeña palabra el mundo puede cambiar radicalmente.
Todo esto sucede en un edificio donde lo normal es la locura. Tendremos compañeros que nos retarán a un concurso de miradas, una cascada gigante dentro de una habitación donde el mánager se empeña en que «aquí todo’ somo’ amigo’, chico», destrozaremos paredes a golpe de no y puede que incluso lideremos una secta. El conjunto, con la mejor forma posible gracias a unos gráficos low poly tremendamente coloridos y con una estética muy marcada ochentera/hípster que han conseguido que funcione gracias a la heterogeneidad del título. Si aprendemos a decir no con un reproductor de casetes, ya podemos imaginarnos cómo va la cosa.
Cuando me encontré hace años con el tráiler de Say No! More me esperaba algo extraño, pero sin duda ha superado mis expectativas en cuanto a rareza. Es un juego terriblemente sencillo, porque salvo los momentos en que decidamos no decir no todo se basará en esa mecánica. Vale, a veces lo cargaremos para decir no de manera más potente; otras tendremos que primero usar las otras acciones para desmoralizar al rival y que nuestra negativa sea más doliente y eficaz, pero en esto se basa toda la jugabilidad. Y, por suerte, el juego mantiene una duración lo suficientemente corta para que las limitaciones de su planteamiento no empañen ni por asomo el mensaje detrás del título.
La estética, la ambientación y el mundo que existe dentro de Say No! More lo hacen una joyita muy disfrutable para alejarnos de los planteamientos tan serios o tan ácidos que tiñen los juegos que buscan hacer crítica social. El juego es paródico, es una sátira que tira puntadas bien dadas, aunque quizá sin llegar a darlas todas en el sitio correcto. Pese a todo, he gozado mucho las menos de cinco horitas que dura el título y, sin duda, no puedo sino recomendarlo para aprender a decirle no a ese jefe insoportable con el estilo que se merece. Porque negarnos no es un pecado, es un derecho.