Videojuegos: efímeros momentos en el torrente digital

Fugaces son los momentos en los que nos planteamos que hacemos realmente. Nos dirigimos rumbo a un horizonte sin ninguna certeza de que nos depara el futuro.

Las historias de los videojuegos no tienen por que ser plato de un solo día

Solo un necio conoce el final de su camino sin nunca poder preverlo. No somos dueños de nuestros pasos, solo el azar los conoce, y ni siquiera en el desarrollo de videojuegos existe esa seguridad de saber a dónde nos dirigimos. Por cada estrella en el extenso firmamento miles han nacido, vivido y perecido; nadie las recuerda más que como una sensación, algo indescriptible como al ponernos en la oscuridad y perder la sombra que nos acompaña en la luz.

Eclipsado ante la luz, las sombras crecen sin jamás desaparecer. No es nada lo que nos llega salvo un mínimo del total sin jamás echar en falta el conjunto. Las tumbas crecen sin darnos cuenta en un silencio sepulcral. Ni siquiera bajo el amparo de la claridad se está a salvo. ¿Qué buscas? ¿Quieres ser recordado? ¿Qué es legado? El triunfo te corona, incluso aun sin saber bien el por qué estás ahí.

Un producto nace, otro muere. Los juegos se rigen por el mismo ciclo que la vida. Algunos triunfan, otros no. ¿Qué provoca esto? El éxito está ahí, te mantiene con vida más tiempo, pero al final también desaparecerá. ¿Y si fracasas? El silencio, el vacío. El mercado es un lugar árido donde sobrevivir es una tortura y, al final, la calidad no es un medidor de ventas. Sin embargo, aquí estas, luchando por mostrarte al mundo y alcanzar la cima. Los videojuegos no son un negocio fácil.

Un éxito viene en distintas formas, ya sea como legado o como dinero

Fútiles son los esfuerzos. Estas en la cima más tu recuerdo se distorsiona. La niebla aparece, acalla el brillo. El mensaje que transmitías se diluye en un mar de frenesí, torrente de ideas nunca asentadas. Patrones mentales convergen en el producto como esclavos de convecciones presentes en nuestro subconsciente. La innovación da paso a la repetición. La repetición en la tradición, y en este estado los videojuegos nacen siguiendo las reglas ya establecidas. Y por esto, aquello que querías contar se queda ahí, como un mero memorándum de lo que fue. Solo unos pocos locos miran dos veces para caer en la cuenta de ese mensaje.

Por suerte, Internet lo ha hecho más fácil y ese mensaje puede moverse con libertad. El conocimiento fluye con una velocidad imposible de controlar. El tiempo se mide en memes, momentos establecidos para un suceso consciente. Se estudia la causa y se venera lo que es. Se especula y moldea a gusto del imaginario colectivo, tan cambiante como la vida misma. Todo cambia, nada es eterno. Se habla de ello y se mueve en la marea como un vaivén de emociones. A veces el jugador vuelve, ¿pero para qué? El mensaje se distorsiona, su mente no es la misma y las interpretaciones sustituyen el concepto que él mismo había creído.

Incluso aunque simple, a día de hoy se siguen buscando mensajes ocultos detrás de cualquier videojuego que haya dejado su marca en alguna persona

Finito, ni el papel puede salvar lo que ya no existe. Los Videojuegos que tanto disfrutamos evolucionan como entes en sí. Aquellos que han vuelto la vista atrás para observar dos veces nunca ven lo mismo. Los que siguen adelante encuentran nuevos productos, nuevas sensaciones. Se mueven entre mementos de lo que ellos mismos como jugadores han vivido, regresando para mezclar el pasado con el presente. Líneas que van y vienen convergiendo en un entramado de hilos entre el hoy y el siempre. Los difuntos vagan dentro de ello, sin importar si murieron sin nacer o por existir, si son ideas exploradas o universos vacíos llenos de posibilidades.

Infinitos son los mundos en los que perderse, las mareas en las que nadar. Una vez estas dentro, el pasado queda atrás. Emerger es olvidar, así que reflexiona y toma aire, reposa. Los sentimientos no viven inmutables, así que no los malgastes. Deja que calen en ti las sensaciones. Vive el videojuego como si solo existierais tú y él. Porque al final, una vez volváis a encontraros, jamás será igual. Espacio y tiempo nos separan de lo que sentíamos y lo que sintamos.

De culto o no, un videojuego puede desaparecer y dejarnos solo un recuerdo

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