Wayward Strand: un último retiro por los aires

Hace tiempo que no me paso por un asilo, y mira que estuve veces de voluntario cuando era más joven. Coincide, más o menos, con antes de morir mi abuelo, así que es entendible que no haya vuelto a pisar uno desde que además mi bisabuela falleciera durante los peores momentos de la pandemia. Quizá por eso Wayward Strand me parece tan entrañable.

Wayward Strand

Una residencia en los cielos

Y un poco de envidia porque ojalá los pacientes de los asilos de España estuvieran en lugares tan limpios y bonitos con el sorprendente dirigible hospital en el que nos sitúa la «acción» en Wayward Strand: un curioso lugar situado a las costas de Australia que llegó allí sin saber la gente muy bien cómo, pero que de la noche a la mañana fue reconvertido en un hospital/asilo para gente mayor. Es hermoso plantear una historia que tenga lugar en un asilo y que, sobre todo, ponga a los ancianos en el foco de la acción, pues nuestro «objetivo», si se le puede llamar así, es precisamente el de escuchar a estos ancianos. Saber más de ellos, de sus vidas y de cómo se sienten; conocer los cotilleos de la nave y, al final del día, regresar a casa. Unas vacaciones curiosas para una niña de catorce años.

Y es que la madre de Casey es la enfermera jefe del asilo, y por tanto, una persona muy ocupada. ¿Qué hacer con tu hija adolescente durante sus vacaciones? Pues llevarla a que te eche una mano pasando tiempo con los ancianos. Casey lo ve como una oportunidad de escribir sobre ellos para un artículo del periódico del instituto, así que tampoco le da demasiadas vueltas y obedece a su madre para estar tres días en ese lugar acompañando a los residentes y ayudando en lo que pueda mientras escribe lo que será su mejor artículo.

Residencia

La edad de oro de las personas

Wayward Strand es un juego donde la curiosidad de Casey nos invade y nos mueve a jugar. El tiempo pasa, así que seremos nosotros los que tendremos que elegir con quién estaremos y en qué momento. Las acciones se suceden, cada paciente y personal del lugar posee una rutina, una personalidad, y sus movimientos y pensamientos serán una oportunidad de indagar más en sus vidas y conocer más la historia de las personas que han pasado por allí. A veces hablaremos con Esther, una señora extravagante que parece vivir en un mundo ajeno al nuestro, con una forma de ver las cosas que la hacen muy particular; otras, quizá estemos con el señor Pruess, un europeo que, azares del destino, ha terminado internado en este lugar, lejos de su familia, recordando a su esposa ya fallecida.

Conocer a cada anciano, su historia y lo que piensan, me hace recordar esa época pasada de mi vida cuando hablaba con los míos y escuchaba sus historias, o cuando iba al asilo de voluntario: cada persona, sin importar su edad o estado, merece respeto, y dentro del juego se puede ver el cariño hacia eso. Cada uno tiene sus peculiaridades más allá de la edad, como Tomi, una señora que no puede hablar pero que, según los médicos, es capaz de comprender lo que ocurre a su alrededor en cierta manera; la doctora Bouchard, la cual resulta que fue nuestra doctora cuando éramos muy pequeños, sufre una enfermedad que le causa un dolor atroz, lo que a su vez provoca que su carácter sea más introvertido y no tenga ganas de salir de su cuarto… Pero todo luego puede sorprendernos, y eso es algo que dejo para que lo descubras tu, lector.

Los ancianos son el alma de Wayward Strand. Esto es un juego sobre las relaciones sociales, un juego sobre los recuerdos y sobre envejecer. Podemos observar también el trato de los enfermeros y de hecho, la diferencia entre Joe, un veterano del lugar, y Lily, la última incorporación a la plantilla. Ambos se relacionan con paciencia con los residentes, pero con distintas mentalidades: Joe ha visto muchos pacientes venir y morir, mientras que Lily aún se mantiene con ganas y esperanza. El trabajo está claro que es duro, y no tenemos que ver más que la relación que muestra Casey con su madre, a la que solo ve subiendo y bajando de la aeronave, con conversaciones bastante amargas… que dejo a juicio del jugador que desee embarcarse en esta experiencia.

Pacientes

Pequeños defectos aquí y allá

Al final, Wayward Strand sigue siendo la ambición de un pequeño estudio, Ghost Pattern, y aunque eso no tenga nada de malo, si no al contrario, hace que se le noten las costuras de tanto en tanto. Podemos ver un apartado artístico cuidado, con diseño de escenarios y personajes que transmiten personalidad y carisma, pero que se empañan ligeramente cuando vemos al Joe llevar una silla de ruedas a varios pasos de la misma mientras nos atraviesa sin piedad. Los problemas de modelados son lo más severo del juego, pues aunque no le resta calidad narrativa y no afecta a su núcleo, hace que levantemos las cejas de tanto en tanto ante lo bizarro que resulta verlo repetido una y otra vez.

El juego está completamente doblado, con voces que representan muy bien la imagen que dan los personajes y que quedan fantásticas. Estoy convencido de que sin estos diálogos, el juego no sería lo mismo que es ahora mismo. Por desgracia, el apartado sonoro no se libra de pequeños errores tampoco, con voces que descuadran con los diálogos. Podría entenderlo si el juego estuviera subtitulado al español que la sincronización no fuera buena, pero es un juego que viene íntegramente en inglés, así que doy por hecho que son errores de programación sin más.

Pasillo

En resumen

Wayward Strand es sin duda una experiencia personal muy agradable. Cada jugador tomará unas decisiones, estará en un momento y un lugar distinto en cada momento mientras el reloj no para de avanzar y nuestro tiempo en la residencia continua sin pausa. Esto no solo proporciona rejugabilidad, algo que se puede agradecer, sino que fomenta la conversación entre jugadores, pues es muy complicado que dos jugadores coincidan en sus decisiones, sino que cada uno irá a su rollo, pasando más tiempo con las personas que nos caigan mejor o nos parezcan más interesantes, y conociéndolas más y más. Es algo que merece la pena probar, uno de esos juegos que te llenan cuando los tomas con calma, con una taza de tu bebida caliente favorita, y disfrutando del viaje. Apenas más de cinco horas hasta que termina y te planteas… ¿debería volver a vivir el viaje? Por eso, la nota para el juego es de [80].

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

1 × 1 =