Es muy curioso como las personas, por pequeña que sea la razón, nos gusta enterarnos de lo que ocurre a nuestro alrededor. Un ruido, un murmullo, una conversación… si algo capta nuestra atención, somos todo oídos. Supongo que eso es, en gran parte, la magia de Va-11 Hall-A.
Va-11 Hall-A: Un lugar de reunión
Quizás este sea solo mi motivación a la hora de jugar al juego y sea un loco ante el resto, pero el morbo es una fuerza que mueve montañas. La curiosidad ante las vidas de los demás, conocer que es lo que sucede más allá de nuestra realidad, es algo que nos llama, que nos atrae como una vela en la oscuridad. El único motivo por el que, por ejemplo, existen esos programas de salsa rosa o como se llamen que se dedican a hablar todo el rato de la vida de unos “famosos” como si de unas cobayas de lujo se trataran. Los ojos del mundo (o de los espectadores, en este caso) están en ellos, para bien o para mal.
Sin embargo, generalmente el perfil de sus vidas es similar y poco interés me despierta la frivolidad de su día a día. Por suerte, los personajes que nos plantea la obra de Sukeban Games no podrían se de un espectro más amplio. Desde una periodista a una hacker, pasando por un motero homosexual, el jefe de una editorial, un androide prostituta de lujo, una androide estrella del pop y dos compañeros que trabajan en una oficina dirigida por perros racistas. Desde luego, tenemos variedad.
Es la hora de mezclar bebidas y cambiar vidas
Ante semejante desfile de personas, creo que es fácilmente asumible pensar que el mundo donde se ambienta Va-11 Hall-A no es nuestra realidad. El subtítulo del juego, además, deja claro que somos dentro del mismo: Cyberpunk Bartender Action. O como a mi me gusta llamar, soy una barman del futuro, un futuro distópico donde una ciudad ficticia, Glitch City, ha convertido su existencia en un paraíso capitalista donde la moralidad en los avances científicos es muy cuestionable. ¿Y cómo encajamos en esto? Muy fácil, somos LA barman (la palabra castellana es esa, lo siento, suena horrible).
Somos Jill Stingray, una graduada en ciencias que, por decisiones personales, acaba como barman en un local bastante peculiar y con gente muy peculiar: el Va-11 Hall-A. La mecánica del juego es simple, y de hecho, es la mecánica original de todos nosotros y lo que nos permite vivir en civilización. Hablo, como no, y valga la redundancia, de hablar. Conversar y descubrir más de lo que sucede más allá de la barra de bar a la que nos sentimos necesariamente atraídos por las historias que allí se cuentan.
Ante tus ojos
Piénsalo por un momento. ¿Cuántas vidas ocurren a tu alrededor? ¿Qué es estar vivo, realmente? ¿Somos entidades individuales o nos movemos todos en un plano de inercia? ¿Qué sucede cuando alguien no está frente a nosotros? ¿Acaso deja de existir? Son preguntas que pongo sobre la mesa para plantear por un momento que es aquello que me ha atrapado de Va-11 Hall-A. Nunca podremos saber que sucede a nuestro alrededor. Podemos suponerlo, incluso entreverlo, pero jamás conoceremos con certeza la vida de tu vecino, de ese señor del esperando en el cajero, de la médica que te atendió la última vez en Urgencias… Y jamás nos planteamos que, hasta que entramos en contacto con ellos, sus vidas no existen desde nuestra percepción, y las historia que nos traen de vuelta pueden ser muy especiales.
Así que cuando Mr. Dawson comienza a contarnos los entresijos de su editorial nos interesa, por que es algo que jamás sabríamos de una persona que realmente no conocemos. Una puerta se abre y nos muestra un pequeño pedazo de vida. Una vida que no nos pertenece pero que a la vez jamás podremos comprender sin estas conversaciones que nos expanden cuantas cosas pueden pasar en una ciudad como Glitch City.
La regla del apretón de manos
Ninguna vida conecta per se con las de los demás clientes, pero existen interacciones. Como si de una telaraña, las vidas de todos los personajes están interconectadas de maneras que jamás podríamos esperar. En la vida real ocurre igual, tenemos teorías como “la Teoría de los seis grados de separación”, la cual establece que entre cualquier persona existe una distancia de seis personas con cualquier otra persona del mundo. Se puede discutir la amplitud de este planteamiento desde el punto de vista de comunidades aisladas que jamás hayan tenido contacto con el mundo humano, pero incluso así, es difícil.
Así pues, podemos ver que cuando Mr. Dawson habla de una “periodista que ha decidido marcharse” está refiriéndose a otra cliente. Esta a su vez comenta como hablando con Alma y con Jill se replantea su vida, siendo además muy fan de la famosa cantante de pop *Kira*Miki, la cual se saca una foto con la jefa del bar que conoce a un directivo de la empresa dirigida por perros que es la que provoca que los dos empleados de la empresa (Deal y Beatrice) aparezcan y que estos se encuentren con Streaming-Chan que a su vez se va de fiesta con Dorothy, de la cual Mr. Donovan se plantea pedir sus servicios. Si rompemos la cadena por cualquier lado, podemos ver seis grados de separación entre un extremo y otro, donde las vidas de unos influyen a los de otros sin realmente conocerse entre ellos… y nosotros nos ponemos como nexo.
Un nexo, un bar: Va-11 Hall-A
Las historias confluyen en Jill y en el Va-11 Hall-A, la cual escucha todas las historias y ve las relaciones, las coincidencias y las casualidades de los clientes. Vidas que desaparecen al cerrarse la puerta, como si de una invención de la mente se tratara… y entonces queda Jill y su vacío. Porque ella es otro de los personajes del juego y por tanto tiene su propia historia, sus motivaciones y el porqué de sus actos. Pero eso, sin duda, os lo dejaré a vosotros para que lo descubráis. El romanticismo de saber que el mundo no abarca todo aquello cognoscible por nuestro ser es maravilloso. Y cuanto más lo comprendemos, cuanto más abarca nuestra comprensión, mejor.
Y por ello, ¿Qué nos aporta saber estas historias? ¿Para que debemos conocer las vidas de personajes que cuando pasan por la puerta del bar desaparecen? Para nada. Simplemente, porque es divertido meterte en la mente de los demás, saber más de ellos y, en gran parte, dar consejos. Dejar una huella y que se mantenga, poner parte del peso de tu consciencia dentro de otro ser humano y ver como ese peso decanta la balanza. Es algo superior a nosotros mismos.
Si queréis saber del juego un poco más en profundidad, podéis consultar el artículo original de Javitoker en esta misma web, el cual lo recomiendo por ser más conciso y centrado que mi comentario sobre este juegazo que es Va-11 Hall-A.
¿Quién diría que un juego sobre servir copas podría ser tan divertido?
Menuda pintaza. Otro más al backlog. Argh.
Cortito y entretenido. Es una gozada ver las interacciones y la vida de los personajes que pasan por la barra del bar en una situación como la que existe dentro del juego