Hay juegos que te sorprenden por cómo disparan, por lo bonito que se ve todo o por el típico jefe que te revienta sin piedad. Pero con ARC Raiders me ha pasado otra cosa: lo que más me ha sorprendido, no es el juego, es la gente. La comunidad. Y no lo digo en plan cursi: los jugadores no juegan a amargarte la partida.
En serio, te ven peleando contra los robots y, en vez de rematarte por la espalda o robarte el loot, se acercan y ayudan. Sin bailes, sin tonterías, sin que haya puntos de experiencia de por medio, ni mayor recompensa que un «Gracias» disparado desde el menú de emotes. Simplemente colaboran. La actitud general es “estamos en esto juntos”, resultando algo tan increíble por lo inesperado.
Si no conoces el juego, ARC Raiders es un Extraction Shooter PvPvE desarrollado por Embark Studios y disponible en Steam y consolas. Podrías pensar que es el típico caos tóxico de siempre, pero la realidad dentro del juego, intencionadamente o no, es bastante distinta.
Te cruzas con otra escuadra y nadie molesta. Nadie intenta trolear. Muchas veces acabas combatiendo codo con codo porque sí, para ayudar, sin que te lo pidan. No porque el juego lo fuerce, sino porque la comunidad, de momento, funciona así.
Pero aquí viene la parte delicada: algunas misiones del pase de batalla piden que dispares o que saquees a los otros jugadores. Y eso puede acabar rompiendo esta dinámica tan especial. En cuanto empieces a necesitar pegarle a otros jugadores para progresar, esa confianza que se ha ido creando se desvanecerá. Un par de encontronazos malos y de repente todos jugaremos a la defensiva, mirando por encima de nuestro hombro, esperando que nos disparen por la espalda.
Ojalá los desarrolladores lo tengan en cuenta, porque lo que ha surgido aquí es una puta carambola cósmica, algo extraño y valioso: una comunidad que prefiere cooperar antes que destruir. La magia real de ARC Raiders, más allá de su apartado técnico glorioso, es en esas partidas donde dos escuadras se apuntan… y deciden no disparar.
Mientras dure, ahí estaré. Y si nos cruzamos, tranquilo: yo también vengo en son de paz.


