Apenas pasaba de los 10 años y me enamoré de un videojuego que además de permitirme disfrutar era, digamos, educativo. Había que leer, seguir pistas, pensar. Yo creo que por aquellos tiempos no hacíamos más que jugar a Gauntlet y al Jordan vs. Bird, y Maniac Mansion cambió mi vida como después lo hizo la saga de aventuras gráficas de Indy, los Monkey Island…
La salvación de la tierra del metal está en sus manos
¿Qué representa entonces Brütal Legend? Ya no puede ser la obra cumbre de una persona, Tim Schafer, puesto que de uno u otro modo ya la alcanzó hace mucho, mucho tiempo. Para mi Brütal Legend no es más que el cumplimiento de un sueño y de una idea que llevaba rondando en su cabeza desde que de adolescente iba a los conciertos de Black Sabbath. Pero también es un engaño, un truco de un tipo listo a una industria que nunca le ha favorecido y que, por extraño que pueda parecer, ha sido capaz de apostar por un juego con una estética, una música y una personalidad fuera de toda moda o hábito. Por eso es especial.
Imaginad, por un momento, que Eddie Riggs no fuera un pipa encargado de salvar el mundo del metal, sino un clon cualquiera de Hannah Montana; que la banda sonora no fuera una espectacular compilación del heavy más clásico, sino un remix de Limpbizkits; que los escenarios no estuvieran repletos de lava, cuernos en alto y calaveras. ¿Sería el mismo juego? Por supuesto que no. Sería un juego de la factoría Disney. Posiblemente cometiera los mismos errores de concepto, diseño de misiones y tuviera las mismas limitaciones gráficas pero le faltaría lo que sobresale en Brütal Legend sobre los demás: personalidad.
Ozzy post-Black Sabbath y pre-MTV
Lo primero, decir que Bütal Legend es, a grandes rasgos, un sandbox o como otros prefieren, un juego free-roaming. Tenemos un mundo de considerables dimensiones que explorar (bastante vacío, por cierto) y el desarrollo de la historia se basa en misiones principales y secundarias. Las primarias nos van sumergiendo en la narrativa parida por la mente de un cachondo como Tim Schafer que ha contado con un telonero de lujo como Jack Black para dar vida mediante su voz y gestos al mejor pipa del mundo, Eddie Riggs. De acompañantes, un buen puñado de estrellas del metal que encarnan los papeles de secundarios del juego: Ozzy Osbourne como el Guardian del Metal que nos ofrece mejoras para el combate, vehículos, guitarra, hacha y demás a cambio de los denominados tributos ígneos; Lemmy de Motörhead como el Maestro de la Muerte, que nos conducirá con su moto y armados de un bajo hacia la victoria o Rob Halford, de Judas Priest.
Lionwhyte, que aunque no lo parezca por el pelo ha sido doblado por Rob Halford
Puestos en materia, y sin detenernos en los guiños a la escena metal que aparecen en cada segundo del juego, podemos dividir el desarrollo en tres partes claramente diferenciadas. La primera, la exploración de la tierra del metal en la que están ocultas reliquias que nos permiten acceder a nuevos riffs de guitarra, desbloquear nuevas canciones para la boca del metal, liberar dragones o vislumbrar el territorio con una especie de telescopios. Y aunque al principio es entretenido ir buscando cositas, hay pocos alicientes en la exploración más allá de los logros (puesto que la otra recompensa es desbloquear tributos ígneos, puntos que cambiar por mejoras, bastante faciles de conseguir por otros medios). En segundo lugar tendríamos el combate, una suerte de beat’em up bastante básico cuanto al número de movimientos y combinaciones de ataque, en el que contamos con nuestra guitarra, Clementine, y un hacha para acabar con los rivales. Y en tercer lugar, la estrategia en tiempo real que explicamos más adelante.
Frase recurrente: estamos aquí, repartiendo hostias
El juego a su vez se estructura en misiones principales y secundarias. Las principales, las que hacen progresar la historia, las que nos permiten reirnos con las chispas de humor de los personajes, con los guiños al heavy de los 70 y principios de los 80. Hay misiones de ir que consisten simplemente en ir de un sitio a otro, las hay de protección de un vehículo, de «dar hostias» como dirían los fans y, a partir de cierto punto, de estrategia. Porque una vez que llevas unas tres horitas de juego abundan las misiones de estrategia en tiempo real en el que podemos controlar las unidades tanto desde el campo de batalla como desde una posición un tanto más elevada…
En segundo lugar tendríamos las misiones secundarias, que nos permiten lograr tributos, conseguir mejoras y nuevas unidades de combate… Sin embargo la variedad es tan escasa como que sólo hay tres tipos: carreras a bordo del duce, caza de animales y batallas contras las tropas enemigas. Además de la escasísima variedad, el nivel de dificultad es bastante bajo, por lo que la motivación para ir cumpliéndolas va decayendo según avanzas en el juego.
Eddie cumpliendo la profecía de Ormagöden
Por lo demás no nos cansaremos de destacar su sentido del humor, su ironía, sus guiños a bandas de metal, a los fans de la música heavy, a su estética y también a otros videojuegos, con especial atención a los de cosecha propia. Cabe destacar el diseño artístico, sobre todo de los personajes, aunque también de algunos niveles. Y por supuesto no podemos pasar por alto una banda sonora de auténtico lujo para amantes del «rock» más clásico. Sin embargo esas virtudes no esconden los defectos del motor gráfico, con una cámara que apunta a donde quiere, unas texturas que apenas superan a las del brillantísimo Psychonauts, la escasa visión de horizonte, lo vacío que está el mundo y, lo que es más grave, el frecuente popping y las continuas ralentizaciones que resultan inexplicables con unos gráficos que una Xbox 360 podría mover con los ojos cerrados.
De mosh pit con los headbangers
No diré que Brütal Legend sea una decepción, porque no lo es. El argumento, las voces, los personajes, algunas misiones y su sentido del humor valen más que el 95 % de los videojuegos que hay en el mercado. Pero sí que esperaba más a nivel gráfico y, sobre todo, en la variedad de misiones y situaciones que se plantean en el juego. Las misiones secundarias son siempre iguales, el combate es bastante limitado y la parte de estrategia está regular para alguien que disfrute de un básico RTS y mal para quien esperaba algo distinto del juego.