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Análisis de Chime (Xbox 360)

Lo primero que todos supimos de Chime es que su desarrolladora, OneBigGame, anunció a bombo y platillo que parte del dinero que gastemos en su juego irá destinado a obras de caridad (concretamente a la ONG Save the children). Por eso, nada más descargarlo y pulsar el botón Start nos agradecerán la compra con 50 puntos en logros por filántropos. Porque serlo lo somos. Aunque, afortunadamente, hay en Chime algo más que una bonita labor para que haya capturado nuestra atención.


Basta con que le echéis un ojo a las imágenes y vídeos que ilustran el artículo para que os hagáis una idea sobre qué trata este juego de puzzles. Sus influencias son más que evidentes: piezas similares a las de Tetris, estética minimalista al más puro estilo Rez, una barra de ritmo que se desplaza conforme la música y piezas que explotan en un estallido visual y sonoro al igual que en Lumines. Efectivamente, Chime es un poco de todos ellos pero a su vez algo distinto.

El objetivo es simple, colorear el tablero. Para ello tenemos que explotar piezas de un mínimo de 3×3, llamadas quads. Jugamos contra el reloj en tandas de 3, 6 ó 9 minutos, a nuestra elección. Y para abrir el siguiente nivel es necesario completar como poco la mitad del tablero, fifty-fifty. Simple, ¿verdad? Pues una polla simple.

De simple no tiene nada. Es cierto que el juego tiene una curva de aprendizaje algo elevada tratándose de un puzzle, pero como el único final posible es el de que el cronómetro llegue a cero, da igual que lo estemos haciendo bien o mal. El juego no nos va a estresar con la constante amenaza de que las piezas se salgan de la pantalla o con el fatídico mensaje de Game Over Paquete. Te deja jugar y cuando se acaba el tiempo se hace recuento. Sin complicaciones, sin prisas, disfrutando, que para eso se hacen los juegos.

Aunque al principio no queda muy claro cómo ampliar los quads, cómo hacer que las piezas que se nos quedan “colgadas” se reenganchen a una estructura o como beneficiarnos de los multiplicadores, el juego engancha. Y poco a poco vamos descubriendo, siempre por nuestra propia cuenta, cómo ser más efectivos completando el tablero. Lamentablemente sólo hay dos modos de juego y únicamente cinco tableros en los que jugar. No existen opciones multijugador y una vez que coges la mecánica la única lucha posible es contra nuestros propios récord y los marcadores online. Aún así es bonito, adictivo y tiene una banda sonora que incluye temas de Philip Glass, Moby, Orbital y Paul Hartnoll que es una auténtica pasada. Podría ser más variado, podría tener más tableros o más modos de juego, pero difícilmente podría ser mejor. Por su precio, una grandísima compra.

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