Hay juegos que van más allá del mero entretenimiento. Hay juegos que te sorprenden, que te enamoran artísticamente, que te enganchan desde el principio y te llevan de la mano a lo largo de una experiencia que, conforme avanza, se va volviendo más maravillosa. Bienvenidos a FEZ.
Mucho se ha criticado el rumbo que ha tomado el sector del videojuego, donde el reciclaje, las sagas con títulos anuales y los triple A carentes de carisma se han impuesto como tónica general. En medio de este panorama, los indies llegaron y rompieron con todo esto, enfocando la explotación de recursos hacia las mecánicas, la diversión y las nuevas propuestas jugables. La estética sencilla se impuso sobre los modelos high poly, las cinemáticas espectaculares y las partículas, y la comunidad de jugadores tachó de salvadores del sector a todos estos desarrolladores que quisieron ir contracorriente.
Han pasado pocos años desde que surgieron, pero la oferta de este tipo de juegos ha crecido exponencialmente. Sé que hablo por muchos de nosotros si digo que mi biblioteca de Steam está llena de indies que ni siquiera he instalado, y aún así, sigo comprando Humblebundles como una auténtica chalada con Síndrome de Diógenes digital. Aprovechando esta «moda», no son pocos los títulos que se limitan a coger un par de ingredientes estrella y venderse como una nueva maravilla. Entre todas las características que, por norma general han triunfado, cabe destacar la estética retro, con diseños basados en el pixel art y melodías que recuerdan a clásicos de los 8 y los 16 bits.
Estos gráficos pixelados están más que trillados en el panorama indie y muchas veces solo sirven para disfrazar un producto que no destaca y hacerlo visualmente más atractivo. Los jugadores comienzan a darse cuenta y, leyendo diversas críticas por internet, encontraremos muchos títulos descartados bajo el argumento de «sobrevalorado por su estética, pero es un juego del montón«. ¿Por qué hablo de todo esto? Porque también he leído este tipo de comentarios sobre FEZ, y distan mucho de acercarse a la realidad. Este no es un título para jugar un par de horas, porque corréis el riesgo de dejarlo apartado utilizando los argumentos que acabo de exponer. Y si tenéis la desgracia de cometer ese error, no sabéis lo que os estáis perdiendo.
Tras esta «breve» introducción, toca entrar en vereda. Una vez más, Sony apuesta por un port de un juego indie que lleva ya tiempo en PC y que hemos podido encontrar a precio reducido en varias ocasiones, pero al contrario que en Terraria, por ejemplo, esta vez podemos hacernos con el mismo juego para 3 plataformas diferentes (PS3, PS4 y PSVita) por 10€, e ir alternando entre estas a la hora de jugar gracias a la funcionalidad del cross-save, por lo que queda de sobra perdonado que estemos ante un título que llega más caro y más tarde. Decidí jugar a FEZ en mi PSVita, ya que estoy totalmente enamorada de su pantalla y además es todo un lujo poder disfrutar de estos juegos en la cama, en el transporte público o en cualquier momento de espera mientras hacemos recados. El resultado del port es impecable, corriendo a 60 fps sólidos, con pantallas de carga que apenas duran un par de segundos y un control bien implementado, cuya única novedad frente a las versiones de sobremesa es el uso de la pantalla táctil para mirar alrededor.
FEZ nos pone en la piel de Gómez, un simple y simpático personaje que vive en una isla flotante en el cielo. Tras una breve introducción que nos servirá para tomar contacto con el control, desplazándonos y saltando por un entorno 2D basado en las plataformas, daremos con una figura geométrica que ni Gómez ni el resto de habitantes de la isla concebía como posible: un cubo con volumen 3D. Este nos hace entrega de un poder que nos otorgará, nunca mejor dicho, una nueva perspectiva sobre el mundo. Con los gatillos L y R podemos girar la cámara para alterar nuestro punto de vista y descubrir que lo que antes parecía un escenario plano en dos dimensiones, es un sistema en 3D basado en paralelepípedos.
Desde ese momento, nuestra misión es reconstruir un cubo gigante recogiendo pedazos del mismo. Al ir encontrándolos, estos se irán sumando a nuestro inventario, y actuarán a modo de llave para abrir nuevas zonas en una isla que funciona a modo de nexo entre todas ellas, con diferentes puertas. Para avanzar, debemos hacer uso de la nueva habilidad de Gómez y jugar con la perspectiva, de manera idéntica a lo que propuso en su día el genial Echochrome de PSP. Así pues, podemos descubrir que una plataforma a la que no llegamos saltando se encuentra accesible si rotamos 90º la vista y cambia la distribución del escenario al alterar la posición de la cámara. Podremos unir una escalera fragmentada en diferentes posiciones a lo ancho de una pared si giramos la cámara hacia un lateral para que esta se vea de perfil y parezca que los trozos están unidos en vertical.
FEZ no es solo una «cara bonita», pero mentiría si negase que eso le hace ganar puntos. La suavidad de las transiciones entre la vista 2D y 3D, sin que nada chirríe al cambiar de perspectiva, la simpleza y simpatía de sus diseños, la diversidad de escenarios y el ambiente surrealista que lo impregna todo, acompañado por melodías maravillosas cuidadas hasta el mínimo detalle (como bajar el volumen si nos encontramos tras un edificio) hace que, perdernos por el mundo, lejos de resultar frustrante, sea uno de sus principales atractivos.
El error a la hora de valorar FEZ viene si nos detenemos aquí a la hora de juzgarlo, ya que los puzzles que juegan con la perspectiva son sencillos, y no entrañan excesiva dificultad. Una vez salgamos de nuestra isla natal, llegaremos a un laberinto de construcciones flotantes con numerosas puertas que sirven de conexión entre ellas y que nos van a dar más de un quebradero de cabeza, ya que al no tener ni idea de adónde llevan, nos dejaremos zonas sin visitar a las que tendremos que volver posteriormente.
Aún no sé si tachar a Phil Fish, creador del título, como un genio o un maníaco. Estamos ante un juego de puzzles, sí, pero no de perspectiva, como acabamos de decir. FEZ es un conjunto de rompecabezas, donde algunos son sencillamente brillantes, otros realmente divertidos, y algunos una auténtica locura endiablada, y es en este apartado donde el título brilla con luz propia y nos presenta un derroche de originalidad y creatividad, aliñado con un punto absurdo que viene dado por algunos acertijos cuyo nivel de intrincamiento puede superar todo lo que habéis jugado hasta la fecha.
Mi primera sonrisa la arrancó un código QR en la pared de una casa, que me hizo bajarme la correspondiente aplicación al móvil para revelar una combinación de botones que desvelaron un cubo escondido al pulsarlos en la PSVita. Más adelante, cada vez visitaba más salas cerradas que, en apariencia no tenían nada y que me dejaban muy mosqueada. Continué jugando, encontrando mapas del tesoro con inscripciones extrañas que no entendía, pero que sabía que eran cruciales para poder obtener el secreto que ocultaban. Por fin abrí la puerta de la última zona y… No, no era el final. Pensé que el juego terminaba ahí, pero me faltaba algo.
FEZ está plagado de puzzles escondidos en forma de códigos y pistas que pasarán completamente desapercibidos hasta que algo haga «click» en nuestra cabeza y atemos cabos. No quiero destrozar la experiencia porque es algo que tenéis que disfrutar por vosotros mismos, pero a modo de ejemplo, uno de los primeros acertijos que resolví estaba basado en las piezas del popular Tetris. Me pareció simpático y se quedó en una anécdota, hasta que más tarde me di cuenta de que además, con ese puzzle, me habían proporcionado un código para traducir numerosos mensajes que habían estado desde el principio delante de mis narices. Entre los diferentes secretos que descubrí (contamos con nada menos que 3 «alfabetos» distintos que descifrar, entre otras lindezas) encontré algunos que son demasiado rocambolescos y prácticamente imposibles de resolver, y que implican traducciones de binario a hexadecimal y luego a ASCII, por poner algún ejemplo. Phil, estás loco, tío. Muy loco.
Este conjunto de gráficos, sonido y mundo heterogéneo que aparentemente no tiene ni pies ni cabeza y que conforma una mezcla maravillosamente surrealista, ese cosquilleo que nos entrará al llegar a una nueva zona y sentir que hay algo escondido, esa satisfacción que da desentrañar uno a uno los secretos de este juego, ese alivio que llega tras estar perdidos sin saber qué hacer y, al jugar con la perspectiva, descubrir una puerta que olvidamos abrir… FEZ es una pequeña obra maestra que ha entrado indiscutiblemente en mi top personal. Tenéis que perderos entre sus islas. Tenéis que disfrutar cada uno de sus entornos. Tenéis que sonreír al ver la simpatía que os despierta Gómez a pesar de contar con un diseño tan simple. Tenéis que perder el tiempo volviendo una y otra vez a los lugares que ya habéis visitado, porque «aquí tiene que haber algo por narices».
No os quedéis en la superficie, porque seréis incapaces de arañar todo lo que es FEZ. Olvidad que su creador es un tipo infantil y prepotente. Olvidad que los primeros compases destilan simpleza. Olvidad la idea preconcebida de que es un juego bonito y ya está, de que es la enésima creación con estética retro. FEZ es una matrioska de maravillas, y conforme te adentras en él, te va sorprendiendo cada vez más hasta enamorarte por completo. [95]
Lo mejor:
– Por 10€ contamos con 3 versiones, para PS4, PS3 y PSVita.
– El port es impecable a nivel técnico. En PSVita se ve sencillamente espectacular.
– La originalidad y brillantez de muchos de sus acertijos.
– El apartado artístico es una maravilla.
Lo peor:
– Algunos puzzles son absurdamente enrevesados, prácticamente imposibles sin guía. Podemos terminar el juego sin resolverlos, pero son imprescindibles para acceder al final «bueno».
– El argumento es surrealista y tendremos la constante sensación de no entender qué está pasando. Es parte de su encanto, pero hay gente que puede frustrarse con ello.
– No deja de ser un port de un título que en PC se puede encontrar más barato desde hace tiempo.
– La pataleta absurda de Phil Fish que nos deja sin FEZ 2.