Y la cosa no puede comenzar mejor, exactamente en el mismo punto que terminaba God of War II, justo tras ese horrible hangover que nos dejó con la boca abierta y clamando a Zeus un ¿YA? mientras contemplábamos a los Titanes escalando hacia la cima del Monte Olimpo. Tres años hemos tenido que esperar para que Kratos a los hombros de Gaia plantase cara al todopoderoso Zeus. Pero como es habitual la cosa no será tan sencilla.
Una saga épica
Tras un comienzo épico por sus dimensiones, por su espectacularidad, por su continuidad respecto a la segunda parte nos encontramos, cómo no, con un Kratos mermado en poderes que debe volver a labrarse el camino que le permita enfrentarse al Dios del Olimpo.
Los que hayáis disfrutado de las dos anteriores entregas, que supongo seréis la mayoría, os habréis dado cuenta de que los cambios en el esquema de control y en los combos disponibles son mínimos. La posibilidad de agarrarse a las harpías para salvar abismos, el nuevo mapeado de los eventos quicktime (los botones ahora aparecen en los bordes de la pantalla y no en el centro) y que podemos agarrar a los enemigos de la pechera y usarlos como escudo protector mientras corremos por el escenario.
El sistema de juego apenas ha sufrido variaciones tampoco. Ni falta que le hace. Si algo funciona a la perfección es mejor no cambiarlo y en God of War III volveremos a encontrar puzles de sencilla factura (algunos con ciertas reminiscencias a títulos como Guitar Hero) que sirven para darnos un respiro entre los intensos combates. Tampoco hay grandes cambios en la lista de enemigos, por lo que la línea de continuidad es más que cristalina.
Un gran juego
Tras pulirnos God of War 3, que si el tiempo disponible y las circunstancias no lo impiden lo haremos en muy pocas sesiones, y no porque el juego sea corto sino por su capacidad para mantenernos pegados con la boca abierta a la pantalla, desbloquearemos un clásico de la saga God of War: los desafíos del Olimpo. Siete niveles que nos lo pondrán realmente complicado para conseguir un reluciente trofeo dorado. En cuanto a la rejugabilidad, la justa.
Poco más podríamos o deberíamos destacar, simplemente instaros a jugarlo. God of War 3 tiene la capacidad de absorberte por completo y de hacerte desear que salgan más enemigos, que haya más enfrentamientos, desear que aparezcan más gigantescos jefes finales. Si a la cuasi-perfección que encontramos en sendos God of War de PS2 (para mi gusto, más en el segundo que en el primero) le sumamos unas capacidades gráficas que marcan uno de los puntos más altos del catálogo de PS3, y no únicamente a nivel técnico sino también por su magnífico diseño artístico, tenemos un título redondo que es imposible pasarlo por desapercibido.