Un año después de que se pusiera a la venta el inesperado Left 4 Dead ha salido al mercado una escandalosamente buena segunda parte que eleva al cubo el más que elevado listón que Valve había situado a unos inalcanzables 9 metros.
Se ha discutido mucho sobre él, la gente no andaba contenta de que la secuela hubiera salido en un plazo tan corto de tiempo, unos cuantos imberbes yanquis habían intentado boicotear su lanzamiento. Zoquetes. Se están perdiendo el que posiblemente sea el mejor arcade de disparos de esta generación.
¿Pocas novedades?
Pero basta de discutir sobre si es necesario una secuela un año después del original o de gritar que apenas ofrece novedades que nos hagan valorar su compra más allá de lo que sería un contenido descargable. ¿Acaso ha evolucionado mucho Modern Warfare 2 respecto al anterior?
¿Acaso en Halo 3 había muchas novedades ajenas al multijugador? Es más, en ambos casos podríamos discutir durante horas si superan al original o si aportan algo más que unos niveles distintos. En el caso de L4D2 no es discutible: es mucho, mucho mejor que el original. Más largo, con más modos de juegos, con un nivel de dificultad incluso superior, más enemigos, más armas, más intensidad, más diversión.
Es cierto que el planteamiento apenas ha variado aunque, sinceramente, tampoco es que le hiciera falta. Tenemos cuatro personajes que se enfrentan en solitario con una temible infección que ha asolado el medio-oeste yanqui. Cinco campañas, cada una dividida en varias secciones, en las que viajaremos por centro comercial al más puro estilo Dead Rising, por un terrorífico parque de atracciones, unas apestosas ciénagas y el camino que lleva a la ciudad de Nueva Orleans. El objetivo es simple y único: sobrevivir y matar a todo infectado que se mené.
Mejor en compañía
Left 4 Dead 2 sigue siendo un título orientado al disfrute multijugador online en el que junto a otras tres personas (y rezad para que sean medianamente competentes tras el pad de control) debemos superar nivel tras nivel sin preocuparnos demasiado por cuestiones ajenas a la supervivencia. Obviamente se puede jugar la campaña completa offline con unos bots que a buen seguro serán menos egoístas que nuestros compañeros humanos a la hora de cedernos ese preciado botiquín que nos permitirá prolongar la agonía unos cuantos minutos mientras las hordas nos acechan mientras esperamos el rescate.
Porque L4D2 vuelve a ser extremadamente difícil y extremadamente adictivo. De poco valen actitudes heroicas y egoístas. La máquina, el “Director”, la IA que se encarga de controlar las posibilidades que tenemos de sobrevivir en el juego hace un trabajo soberbio. Actitudes como la de “soy el mejor, voy abriendo paso como un campeón” o su opuesta, “que tiren estos delante que yo reservo energías para el final” son premiadas con ataques inesperados por la espalda, sorpresas tras la esquina y división del grupo en partes que no hacen sino evitar la victoria final. Como buen arcade, cada partida es igual a la anterior, pero el Director mantiene siempre la capacidad de sorprenderte y donde esperas encontrar un botiquín la quinta partida que juegas puedes encontrarte con un tank que te ponga la carita como a Iván Drago.
Además del modo campaña tenemos la posibilidad de jugar al nuevo modo realista que en simples trazos podríamos definir como “igual que la campaña pero difícil que te cagas”. Sin tantas ayudas (como si hubiera muchas en el modo no realista), sin líneas que nos indiquen dónde están los enemigos y los objetos, con infectados más duros que la picha de Conan. Un auténtico reto para los más jugones. Y si a la extensa campaña, porque quien piense que el juego es corto está muy equivocado, le añadimos el modo supervivencia que consiste en mantenerse en pie el máximo tiempo posible mientras somos asediados por la marabunta, y las dos modalidades versus en las que un equipo juega como los supervivientes y el otro como los infectados, tenemos juego y diversión para mucho tiempo.
Podríamos destacar más novedades de esta segunda entrega, pero se me antoja casi innecesario. Hay más armas de largo alcance y añadimos al arsenal una batería de armas cuerpo a cuerpo que se comportan mejor de lo que me pareció en la demo. Vale que la guitarra o la sartén no son muy útiles, pero en cuanto te agencias una katana, un machete o una motosierra los enemigos que te rodean se ven de otra forma: a trocitos. Sin olvidarnos que hay jugosos premios por completar una campaña sólo con armas cuerpo a cuerpo, lo que provocará la ira de los jugadores que ven como uno de sus compañeros no rinde como debiera la sexta vez que intentas escapar del puñetero escenario de conciertos del parque de atracciones…
Unos zombies renovados
Más enemigos también, ya que a los conocidos Tanks, Witchs, Boomers y Smokers se ha añadido el puñetero Charger, que si bien no presenta mucha resistencia a los disparos sí que es capaz de dividir en dos un grupo y terminar con la vida de cualquier jugador en un periquete; la Spitter, también conocida como la Amy Winehouse redneck, que lanza un dañino ácido que en conjunción con una decena de infectados normales te puede dejar para la UCI, y el jockey, un cabroncete que se te pone en la cabeza dejándote sin control.
Poco más se puede decir de uno de los mejores títulos del año. La ambientación gráfica y sonora es soberbia, está doblado al castellano, el detallismo visual y el diseño de la misiones supera con creces al de la primera entrega, no hay ralentizaciones, ni desconexiones, ni lag cuando juegas online, no se tarda nada en encontrar partidas, el juego va siempre fluido como la seda, los logros son muy interesantes de conseguir y tenemos además 9 jugosos premios con los que vestir a nuestro avatar del Live (incluida la camiseta rosa de Depeche Mode). Sonará a tópico pero lo tengo que decir. Si no lo has probado aún, estás tardando. Y si la primera parte te dejó un sabor agridulce… dale una oportunidad porque L4D2 es aún mejor.