Correr, disparar, matar o morir. Ocasionalmente, ascender. Pedir refuerzos aéreos. Correr, matar y volver a morir un par de veces. Y así, pueden pasar una, dos o tres horas. Es una partida de Running With Rifles, y esto es todo lo que ofrece: una guerra a pequeña escala vista desde el aire con decenas de jugadores simultáneos, tres facciones, vehículos, grandes campos de batalla y la promesa de morir mucho.
Hace unos cuatro años, Pasi Kainiemi, fundador del estudio Modulaatio Games, tenía en mente un juego. Nunca es agradable catalogar una idea de un plumazo reduciéndola a “tiene algo de esto mezclado con aquello” –equivalente a la expresión inglesa “x meets y”, que tantas veces hemos visto–, pero si hubiera que hacerlo, podría decirse que Running With Rifles bebe del clásico Cannon Fodder y le añade algo de Battlefield, Call of Duty o cualquier otro shooter bélico moderno.
El concepto se ha ido desarrollando a lo largo de todo este tiempo gracias al trabajo de tan solo dos personas, llegando a Early Access hace justo un año, y culminando, por el momento, en el lanzamiento de la primera versión final del juego, ya disponible para Windows, Mac y Linux a través de Desura y Steam.
Un mundo abierto… y exigente
Running With Rifles ofrece una campaña para un jugador, a la que se pueden unir amigos como aliados en cualquier momento, con once mapas interconectados en los cuales la guerra avanza. Después de aprender cuatro trucos básicos en el menú principal interactivo, un par de clics bastan para moverse por el mundo abierto repartiendo balas contra la IA… o más bien a morir una y otra vez, porque avanzar al principio no es fácil.
Las mecánicas son sencillas. Podemos disparar, agacharnos, tumbarnos, cubrirnos, usar cualquiera de las armas disponibles en las armerías, pilotar vehículos, comandar un escuadrón de un puñado de soldados –más o menos, dependiendo de nuestro rango– y pedir refuerzos por radio, de nuevo según nuestro rango. También acuchillar, lanzar granadas, saquear cuerpos y poco más.
No es dificil de memorizar y gestionar. Lo malo es que aproximadamente la mitad de las veces moriremos de un solo disparo, y lo mismo ocurrirá con los enemigos. En esta guerra no hay lugar para los héroes. Ya sea cumpliendo con el objetivo principal que nos marque el general de la IA o yendo por libres en misiones de sabotaje, lo principal es no encariñarse con nuestro soldado, porque acabará muriendo y será reemplazado por cualquier otro de nombre genérico de reminiscencias estadounidenses, alemanas o rusas, dependiendo de nuestra facción.
Al final, el proceso a seguir, con algunas variaciones, se parecerá mucho al siguiente: renacer, avanzar, cubrirse, disparar, lanzar una granada y repetir indefinidamente hasta morir y volver a renacer. Y aunque pararnos un momento a pensar en lo que significa esto es como mínimo dramático –la cantidad de combatientes que pueden llegar a morir en un conflicto como si nada, siendo reemplazados por otro al cabo de un instante como si nada hubiese pasado–, en un juego con este enfoque no puede menos que divertir.
La crítica antimilitarista subyacente, en realidad, puede estar o no estar, pero como mínimo es interesante que un juego nos haga notar la falacia del respawn. Hace un segundo eras Andy Smith, pero ahora eres Gandalf Roberts. Andy ha muerto, y nunca volverá.
Ciudades, trincheras y bosques plagados de enemigos
Los once mapas del juego no solo forman parte de la campaña. Running With Rifles los recupera para batallas sueltas en las que jugar con la máquina o disputarse, ya sea cooperativamente o contra otros jugadores –hasta más de 250 a la vez, según el servidor–, los distintos puntos estratégicos del campo de batalla, los cuales tocará defender o conquistar dependiendo del momento. Hasta 600 soldados en total, entre jugadores y IA, pueden llegar a chocar en estos escenarios, una auténtica guerra en ciudades, bosques, campos, islas y trincheras donde los frentes son muchos y basculan a cada minuto.
Los modos no pasan de lo clásico, pero algunos minijefes y mapas con condiciones especiales sazonan un poco un juego que, la mayor parte del tiempo, consiste en matar y avanzar hasta el siguiente punto en el que matar un poco más. A los mapas de captura, que terminan cuando una de las facciones –dos o tres a la vez– se hace con todo el mapa, se unen duelos a muerte y partidas tipo “rey de la colina”, donde el objetivo es mantener el control de una base durante el tiempo estipulado. Los creadores, para no faltar a la tradición, también han prometido un modo de zombis para el futuro.
La IA es bastante competente y por lo general no nos lo pondrá fácil, aunque con persistencia y mucha paciencia –desesperantes esos momentos en los que, mientras conquistas una base tras más de una hora de partida, te estaban quitando la de la otra punta del mapa y tienes que ir a pie porque no hay ni rastro de vehículos cerca– la máquina suele acabar sucumbiendo. En cuanto a las partidas con otros jugadores, el mayor de los problemas serán probablemente los fallos de sincronización, que como el lag de toda la vida nos dejarán vendidos durante unos instantes en los que, probablemente, acabemos muriendo más pronto que tarde. La frecuencia con la que esto ocurra será, como siempre, una cuestión personal.
Escalando en la jerarquía
En este juego hay muchas armas. Granadas, bazokas, explosivos plásticos, escudos antidisturbios, chalecos antibalas, ametralladoras, fusiles, rifles de francotirador… el problema es que al comenzar en una partida rápida, campaña o servidor cualquiera, nuestro rango de soldado no nos dará acceso a muchas de ellas. Lo mismo ocurre con las llamadas de radio: eventualmente tendremos acceso a ataques aéreos, refuerzos en paracaídas, elementos de cobertura y vehículos caídos del cielo, pero no como soldados.
Además, a medida que acumulemos experiencia tendremos un pelotón de soldados cada vez mayor dispuesto a seguirnos. Ascender es necesario para ir abriéndonos paso hacia todos estos recursos que nos harán la guerra más fácil, cosa que se consigue… sí, matando más y cumpliendo objetivos. Aquí no vale otra cosa.
El tedio de correr con un rifle
Como experiencia audiovisual, Running With Rifles es más que agradable. Sus gráficos simples son lo único que necesitamos para guerrear en un conflicto tan enorme pero a la vez tan desenfadado –a esto ayudan los globos de cómic que salen de la boca de nuestros compañeros y de la nuestra comentando la jugada a cada momento–. Más allá del tema que suena en los menús, el juego no tiene ningún tipo de música, pero es que no la necesita para nada.
Lo único en contra de la diversión es lo repetitivas que pueden llegar a hacerse algunas partidas. Algunas situaciones tienden a encallarse, sobre todo jugando solos contra la IA, y al final puede llegar a ser un verdadero tormento conquistar diez veces el mismo punto que nos volverán a quitar en cuanto nos damos la vuelta para intentar tomar el siguiente.
Al final, de alguna manera todo termina desencallándose, y los enfrentamientos más épicos, que pueden llegar a resolverse con cientos de muertos en cada bando, dudo que pasen de cuatro horas de juego como muchos. Mientras tanto, no obstante, puede parecernos que aquello no se va a acabar nunca. Por suerte, las partidas locales pueden guardarse en cualquier momento para retomarlas más tarde.
Otro problema que ayuda a acentuar la sensación de repetición es que, en ocasiones, completar submisiones de sabotaje no parece tener un impacto tangible y duradero. De vez en cuando se nos dirá que podemos robar un camión de suministros detrás de las líneas enemigas, destruir torres de radio que interfieren con nuestras señales, liberar prisioneros o incluso ir totalmente por libre y atacar bases enemigas poco defendidas en el corazón de sus territorios.
Lo malo es que muchas veces o esto no sirve de mucho o, en el último caso, resulta casi imposible hacerse con el control y mantenerlo. Eso sí, esta no pasa de ser mi experiencia yendo por libre, y posiblemente jugando de manera coordinada con otros jugadores a través de internet estas maniobras tengan algo más de sentido.
Diversión bélica
A pesar del par de puntos negativos arriba expuestos, no se puede negar que Running With Rifles es una experiencia bastante redonda, ya que parte de una idea atractiva y bien ejecutada. Vagabundear por los enormes campos de batalla en busca de enemigos, vehículos o armas es muy satisfactorio, igual que entablar combate y ver como somos solo una pequeña pieza en mitad del choque que, con suerte y habilidad, podrá marcar la diferencia.
Aunque mirando el juego de lejos pueda parecer que hay una parte significativa de estrategia, en realidad Running with Rifles está muy orientado a la acción, ya que si queremos tener éxito desde nuestro pequeño papel poco más podremos hacer que cumplir órdenes y tomar, como mucho, algunas decisiones de forma autónoma que podrán salir bien o mal.
Sí podemos abrir el mapa, escoger una base enemiga y lanzarnos campo a través, planeando bien el ángulo desde el cual la atacaremos seguidos por nuestro fiel pelotón de cuatro o cinco soldados… pero los frentes raramente se moverán a causa de nuestra actuación. Aquí el soldado es uno más entre cientos iguales, y lo único que queda es armarse, agachar la cabeza y salir a por ellos preparados para matar o morir. [80]
Podéis adquirir ya la versión 1.0 del juego en Desura o Steam por 14,99 euros. Si preferís probarlo sin compromiso, también hay una demo disponible.