Invierno, primavera, verano, otoño… Las estaciones son algo con un significado fijo para nosotros, pero en SEASON: A letter to the future no anticipan un cambio, sino un final.
¿De qué? No lo sabemos, así que lo mejor será vivir el momento y almacenar recuerdos de lo que aún tenemos a nuestro alrededor.
Por si no nos vemos…
…Buenos días, buenas tardes y buenas noches. Es la famosa frase de Truman, y aquí podríamos usarla. Porque en el extraño y bello mundo que exploramos en SEASON: A Letter to the Future, en todo momento somos conscientes de que pronto llegará el final, aunque no tenemos del todo claro de qué. Y Estelle, su protagonista, solo tiene una idea en mente: almacenar recuerdos de las cosas que todavía puede disfrutar.
Un paisaje, una persona, un elemento cotidiano como una cucharilla… Todas las cosas tienen valor; aquí no hay necesidad de comparar o determinar si algo es superior a lo que tiene en frente. Un valor, y un pasado, ya que todo lo que documentamos viene acompañado de las reflexiones de Estelle, quien no duda en explicar todo lo que sabe sobre las cosas. Es como si, de algún modo, su misión fuese dejar un legado a… ¿los que vendrán después?
El título se sitúa constantemente en una línea muy delgada que separa realidad y ficción, envolviéndonos en ese misterio que se genera en torno al citado «fin de la estación». Y, sin saber explicar exactamente por qué, hemos de reconocer que la atmósfera ha conseguido atraparnos y hemos conectado con su protagonista. Y se agradece que haya propuestas así, porque aunque no es fácil valorar todos sus elementos como en muchos otros videojuegos, si algo no podemos negar es que estamos ante una de esas cosas que hay que probar.
Aventura ¿de mundo abierto?
Si bien es cierto que explorar el mundo de SEASON: A Letter to the Future es una experiencia muy tranquila y sosegada, también lo es que el desarrollo es mucho más lineal de lo que se puede intuir al ver algunos entornos abiertos. Y sí, hay tramos en los que tenemos libertad de acción e incluso no está del todo claro cuál es nuestro siguiente destino, ya que el Valle de Tien nos ofrece múltiples salidas y los jugadores más completistas disfrutarán explorando cada rincón en aras de completar todas las páginas del diario.
Es un título cuya duración se sitúa en torno a las 8 horas, y en el que gran parte del atractivo es la manera en la que cada persona perciba todas las emociones que nos envuelven durante el viaje. No hay rivales a los que derrotar; solo hay recuerdos de lo que antaño fue un mundo mejor. Tomamos fotografías, captamos sonidos con nuestra grabadora… Se trata de una especie de documentación vital, y no necesariamente ha de ser la misma para todos los usuarios. Además, es importante saber que prácticamente nada es necesario para poder avanzar.
Sin embargo, nos ha parecido que algunos escenarios sufren ciertos problemas de ritmo, y no lo decimos por el hecho de que no sea una locura definir al juego, en parte, como un walking simulator. La propuesta es muy interesante, pero es necesario saber a qué nos enfrentamos. Aquí no hay una gran recompensa o una serie de objetivos que transmiten una sensación de progreso. Solo hay un viaje espiritual en el que personalizar el diario prácticamente lo único que nos incita a seguir. Pero ¿acaso es malo? Posiblemente, mantener una promesa es una misión tanto o más importante que cualquier otra, ¿no?
Una propuesta diferente
Al igual que otros títulos como A Space for the Unbound o Rakuen, SEASON: A Letter to the Future es una de esas obras con capacidad para conmovernos, invitarnos a la reflexión y tratar con sumo acierto elementos inherentes del ser humano como la tristeza y la paz interior, entre otros. Lo hace a través de un maravilloso —y bello— viaje en el que la única meta es encontrarnos a nosotros mismos, aunque si nos ceñimos al apartado jugable, en ocasiones cae en la torpeza y prácticamente no pone ninguna idea original sobre la mesa. Con todo, una experiencia muy recomendable para quienes busquen algo diferente a lo que cada día vemos en la industria. no es perfecto ni está exento de defectos, pero se agradece que lleguen propuestas así, porque son necesarias. [70]