Una década no es suficiente para olvidar una obra que dejó una huella imborrable en el corazón de millones de jugadores. The Last of Us: Parte 1 nos reta de nuevo a emprender el viaje con el que PlayStation puso fin a una generación con una de las obras más aclamadas de todos los tiempos.
De 2013 a 2022
Si alguien espera un debate sobre si el remake es necesario o no, tengo que decirle que eso es en otra ventanilla. Porque no me toca a mí decirle a un creativo lo que debe hacer o dejar de hacer, y porque la necesidad por ofrecer un producto al usuario la marca, precisamente, el que lo compra. Más allá de eso, creo que resulta evidente la intención de Naughty Dog: modificar el nombre del juego para reunirse con la segunda parte, aprovechar el cada día más cercano de la ambiciosa serie de HBO y ya veremos si lanzar una nueva entrega en el futuro, viendo que apenas estamos afrontando los primeros compases de la generación y que PS5 tiene más de un lustro por delante.
No tengo del todo claro si después de tantos años podemos considerar spoiler ciertos acontecimientos, pero bueno, por si las moscas, creo que basta con decir que aquel prólogo nos marcó a muchos para siempre. Ese instante en el que todos tuvimos el corazón encogido en un puño; el punto de partida de un viaje inolvidable en el que tras un salto temporal de dos décadas que poco sirvieron para sanar las heridas, solo importaba una cosa: Ellie. Imposible no sentir una vez más lo mismo nada más comenzar The Last of Us: Parte 1. Los feels, así es como lo dicen los modernos en las redes sociales, ¿no?
En pleno 2022 no vamos a descubrir a nadie qué es The Last of Us —TLOU para los amigos—. Aunque ha llovido mucho desde la época en la que PlayStation 3 daba sus últimos coletazos y Naughty Dog, con Neil Druckmann a la cabeza y justo después de concebir el fenómeno desatado por la trilogía de Nathan Drake, empujaba los límites de la consola más allá de lo que nadie podía imaginar, aquí estamos otra vez. Porque esto es como cuando nos invitan a comer jamón: siempre nos apetece volver. Y ahora, la pregunta del millón, ¿hasta qué punto ha cambiado el juego en esta nueva versión?
La herencia de The Last of Us: Parte 2
Lo primero que conviene saber es que estamos ante el mismo juego que llegó en 2013. No hay nuevos contenidos —más allá del diseño de cierto personaje que no vamos a comentar—, ubicaciones, coleccionables ni variaciones del arco argumental. Se incluye, por supuesto, la expansión Left Behind, en la que somos testigos de la historia entre Ellie y Rilley justo después de que Joel quedase malherido en uno de los momentos más tensos que experimentamos en el título principal. Lo que sí se ha modificado de un modo importante en este The Last of Us: Parte 1 es la jugabilidad.
Interfaz, control y animaciones son los principales elementos que el juego toma de la segunda parte, con la intención de adaptarse a su estilo y de ofrecer una experiencia renovada más acorde a los tiempos que corren. En mi modesta opinión, no era una necesidad vital, pero si en 2013 ya era bueno, ahora es mucho mejor. Es algo que nos transmite nuevas sensaciones y son muy satisfactorias: arrastrarnos por el suelo para pasa desapercibidos entre los infectados, desmembrar sus extremidades para reducir su movilidad… Jugar a TLOU ahora no solo es más divertido, sino más realista.
Por supuesto, uno de los grandes protagonistas de esta versión es el DualSense, un mando que nos dejó boquiabiertos desde su estreno junto a la consola gracias a funciones como la vibración háptica y los gatillos adaptativos, entre otras. Y ya sabemos cómo se las gasta Naughty Dog cuando la cosa va de demostrar la obsesión enfermiza por cuidar los pequeños detalles. La combinación de la vibración con el Audio 3D del Tempeset Engine da lugar a una experiencia inmersiva como pocas: las pisadas por determinadas superficie, las gotas de lluvia y los setpieces de sus espectaculares secuencias de acción cambia por completo la manera de sentir todo lo que vivimos durante el viaje.
Tampoco conviene olvidar la inclusión de contenidos tan interesantes como el espectacular modo foto, ideal para inmortalizar recuerdos de todo tipo, la posibilidad de elegir capítulo para tratar de conseguirlo todo de una manera más amigable, el menú de extras (galería), las diversas opciones de accesibilidad para adaptar la experiencia a cualquier perfil de jugador y el Modo Realista, desbloqueado desde el inicio en The Last of Us: Parte 1. No soy quien para juzgar si todo esto es suficiente para animaros a jugarlo una vez más, pero no cabe duda de que sus responsables han trabajado para refinar el producto al máximo.
Naughty Dog siempre empuja los límites
Resulta curioso que el juego que llevó a una consola de hace dos generaciones al límite, se haya reconstruído y ahora haga exactamente lo mismo con PlayStation 5. Porque sí, salvo que Kratos diga lo contrario el próximo mes de noviembre, la consola va a cumplir su segundo año en el mercado y The Last of Us: Parte 1 es lo más espectacular que hemos visto en ella. Si uno llega de Marte y echa un vistazo a las capturas, nada más ver los rostros de los personajes determina que es lo más increíble que ha visto nunca. Pero hay mucho más.
Es necesario dejar claro que no estamos ante un paso por el taller, ni ante una subida de vueltas que eleva la resolución o la tasa de imágenes por segundo del título original. No, The Last of Us: Parte 1 reconstruye el conjunto, lo unifica con la segunda parte en algunos aspectos e incluso crea desde cero y mejora sustancialmente otros. Si pones el juego de PS3, juegas unos minutos y repites el mismo tramo en esta versión, notarás que hay muchos pequeños —y no tan pequeños— cambios en prácticamente cada centímetro del escenario. Charcos, fauna, estructuras, modelados de personajes y enemigos… Todo ha cambiado, y la iluminación es la joya de la corona, más realista que nunca gracias al tratamiento de las fuentes de luz, reflejos y la manera en la que se filtra entre los elementos del entorno.
El sonido no se queda atrás, y no lo digo precisamente por la maravilla musical que un día se hizo posible gracias al talento de Gustavo Santaolalla, sino por los efectos sonoros como disparos, pisadas, gritos, explosiones… Mención especial merecen los infectados, cuyos sonidos característicos nos ponen la piel de gallina y la tensión podría cortarse con un cuchillo en esas situaciones en las que acabamos a oscuras, rodeados de corredores y chasqueadores. En resumidas cuentas, una reconstrucción audiovisual espectacular, fruto de un trabajo mucho más ambicioso de lo que podíamos prever en primera instancia tras el anuncio del juego.
Hay obras que son eternas
Llega el momento de otorgar una nota y sinceramente, me importa poco el número que veréis al final de estas líneas. The Last of Us: Parte 1 es uno de los videojuegos que más me han marcado en mis casi treinta años jugando. Ya he realizado este viaje en varias ocasiones y al final siempre llego a la misma conclusión: «Bendito día en el que hice caso a un amigo y decidí probarlo», me digo a mí mismo. Sarah, Tommy, Tess, Joel y Ellie me dejaron huella en 2013. Hace un par de años, la segunda parte y su círculo de venganza volvió a conseguirlo. Y ahora, a sabiendas de que este impresionante remake reabrirá viejas heridas, no tengo dudas de que merecerá la pena. En un futuro lejano —si llego—, cuando alguien me diga que solo puedo quedarme con un puñado de títulos, no dudaré en citar a Super Mario 64, Silent Hill 2, The Legend of Zelda: Majora’s Mask, Dark Souls, Metroid Prime… y The Last of Us. [95]