Análisis de The Saboteur (versión Xbox 360)

Ni recuerdo la de veranos que casualmente una Edge cayó en mis manos con un título que desconocía en portada. The Saboteur se llamaba, nada que ver con su homónimo de 1985 que nos deleitó en los ordenadores de 8 bits. Capturaron mi atención al instante sus tonos sepias y la explosión de color que llenaría la ciudad de París ocupada por el ejército nazi según ayudáramos a La Résistance.

Hoy, tras haber podido probar The Saboteur, no puedo resistir comenzar este análisis diciendo que si en más de cuatro años de desarrollo esto es lo mejor que ha conseguido hacer Pandemic, comienzo a explicarme el por qué de su cierre. A pesar de que es imposible negarle ciertas virtudes en la recreación histórica de París, su original concepto artístico, la atípica pero encantadora banda sonora o el desarrollo de la historia, queda la impresión de que el juego aún quedaba lejos de estar terminado.

Detalles como las animaciones, el sistema de combate cuerpo a cuerpo, la inteligencia artificial, ciertos elementos de exploración clarísimamente inspirados en Assassin’s Creed o las secuencias de corte no pasan del simple y justo aprobado. Si juntamos sus virtudes y defectos y hacemos balance de lo que tenemos el resultado es un juego que no llega a cumplir las expectativas que algunos habíamos generado y que, sin ser un mal juego, no alcanza las cotas de calidad del año 37 después de Jesucristo Superstar

No os voy a contar nada de la historia, y recomiendo que no la leáis si pensáis jugarlo algún día porque, a pesar de la dirección de las escenas y la pobre caracterización de los protagonistas, es uno de los baluartes de The Saboteur. Sólo os diré que Sean, por circunstancias de la vida, pasa de ser un soñador irlandés con expectativas de convertirse en un campeón de las carreras a principios de los años 40 a convertirse en uno de los miembros más activos de la Resistencia frente a la ocupación nazi de Francia.

La recreación histórica de París, sus puticlubs, digo cabarés, los vehículos históricos que recorren sus empedradas calles, la distribución de los barrios, la iluminación y el trabajo artístico son, como ya he dicho, uno de sus puntos fuertes. Las zonas ocupadas por el ejército alemán están recreadas en blanco y negro (excepto las fuentes de luz y los rojos esvásticos de las fuerzas del führer), mientras que las zonas de la ciudad fuera de su control mantienen sus tonos ocres. Sean, el protagonista, irá ayudando a La Resistencia destruyendo puestos de control y fortificaciones, trapicheando en el mercado negro y realizando las misiones que le encomienden el resto de personajes. Como en cualquier otro free-roaming, tenemos libertad absoluta para recorrer las calles tanto en su horizontalidad como en su verticalidad y podremos ir cumpliendo misiones de la historia o ejecutando tareas secundarias que minen la moral del ejército ocupante.

Así nos encontramos con momentos en los que predomina la conducción, y no sólo para ir de un sitio a otro sino como competición automovilística o como si de un juego de carreras se tratara. Hay momentos de infiltración (podemos embutirnos el traje de cualquier nazi al que nos hayamos cepillado de forma silenciosa), recuperación de objetos, destrucción de objetivos y, por supuesto, acción. El sistema de apuntado y los combates a distancia cumplen sobradamente con una de las pegas que se le ponen a este tipo de juegos: son complicados. En este caso el sistema es sencillo de utilizar y permite total fluidez en los tiroteos. Ahora, la IA está muy pobremente implementada y es relativamente sencillo escapar en cualquier persecución, escondernos en los múltiples puntos seguros o incluso meterse a pelo en cualquier hangar y salir con vida. La falta de velocidad de reacción de los enemigos o la forma en que interpretan las amenazas tiene muchos altibajos, de tal forma que pueden ver a Sean corriendo por la calle y alarmarse, mientras que en otras ocasiones estás disparándolos a pelo y son incapaces de devolverte los disparos.

Otros elementos, como la exploración de niveles y la posibilidad de escalar edificios no están totalmente desarrollados. No es como Assassin’s Creed, en el que incluso el simple hecho de recorrer la ciudad por los tejados es divertido. En este caso la falta de recompensas claras y la pobre respuesta del control escalando dejan una impresión regular. Sería una mezcla del mencionado título de Ubisoft y de inFamous, pero a bastante distancia del entretenimiento y posibilidades que ofrecía el llegar a las alturas en ambos juegos. Hay otros puntos débiles en elementos como la conducción, por el simple hecho de que los coches no corren demasiado, las calles están demasiado vacías de ellos (era el año 1940, está justificado históricamente) y la oposición enemiga que, como nos hemos hartado de decir, es prácticamente nula.

¿Es por todo esto The Saboteur un mal juego? Ni mucho menos, pero tampoco podríamos catalogarlo de notable. La historia está bien contada, la ciudad bien recreada y el diseño de las misiones es satisfactorio. Pero es un juego muy sencillo, con muchos altibajos y repleto de elementos que no se han terminado de perfeccionar. Y, aunque suene extraño decirlo por lo extenso de su desarrollo, al que le faltaba cierto tiempo de maduración en ciertos elementos (combates, IA, exploración) y que se había quedado obsoleto en otros (animaciones, recreaciones faciales, dirección de secuencias). Ahora ya, tras el cierre de Pandemic, nos quedará siempre la duda de si fue por falta de tiempo o por incapacidad.

P.D. El juego está íntegramente en inglés.