Aunque la espera se ha hecho larga, apenas han pasado seis meses desde que presenciamos en directo el anuncio de Dragon Ball fighterZ durante la conferencia de Microsoft en el pasado E3. Arc System Works nos dejó a todos boquiabiertos.
Dragon Ball FighterZ Hype Over 9000
No era fácil asegurar que estábamos viendo un capítulo del anime o un videojuego. El manga que un día concibió el maestro Akira Toriyama se ha visto plasmado una y mil veces en el mundo del videojuego, y es que la cantidad de títulos basados en Dragon Ball que hemos visto resulta prácticamente abrumadora. De hecho, entre juegos de lucha, spin-off con tintes RPG, juegos de cartas y otras propuestas, son más de 40 los títulos protagonizado por Goku y los suyos, luego de estrenarse en NES allá por 1988, hasta plantarnos en pleno 2018 para recibir el juego que tenemos entre manos. Un juego que ahora se enfrenta a las expectativas que ha generado, que son muy —muy— altas.
En cualquier caso, si hay algo que debemos tener claro en todo momento, es que Arc System Works ha querido rendir un —casi— perfecto a Dragon Ball, pero, por encima de todo, ha querido concebir un fantástico juego de lucha. El estudio nipón cuenta con una dilatada experiencia en el género, siendo considerado uno de los principales equipos desarrolladores de videojuegos de lucha. Le avalan franquicias de renombre como Guilty Gear o BlazBlue, entre otras. Además, no es la primera vez que apuestan por la licencia, destacando al notable Dragon Ball Z: Supersonic Warriors que vimos en Game Boy Advance.
Si echáis un vistazo a la imagen de arriba, comprobaréis que Goku tiene razón. Da igual si eres un experto en juegos de lucha tradicionales o si, por el contrario, vuestra experiencia en el género no es muy elevada. Sea como fuere, va a ser un buen combate. Una de las grandes virtudes de Dragon Ball FighterZ es que todo el mundo logra sentirse cómodo a sus mandos. Accesible, que no fácil. Al igual que sucede en todos esos títulos enfocados a competir frente a otros jugadores, Arc System Works se ha encargado de que cualquiera sea capaz de aprender a jugar, pero, al mismo tiempo, de que solo los más hábiles lleguen a desatar todo su poder.
No hay que olvidar que en Dragon Ball FighterZ estamos ante un juego de lucha en dos dimensiones. Eso y que los combates son protagonizados por equipos de tres combatientes. Un sistema tradicional que no rehúsa sorprendernos con unas batallas espectaculares gracias a la fluidez —sin apenas transiciones— con la que se suceden todas las acciones. Aquí no debemos preocuparnos por memorizar largas y tediosas combinaciones para ejecutar un ataque especial; aquí lo que importa es tener sangre y tratar de tomar la decisión adecuada, en el momento adecuado. En resumen, eso que definimos como «estar vivos».
Comenzando por los controles básicos, con X (DualShock 4) podemos lanzar ráfagas de Ki, mientras que, con el resto de botones principales, ejecutamos ataques débiles, medios y fuertes. Gracias a los gatillos podemos solicitar el relevo por parte de nuestros compañeros, una acción que además trae consigo un ataque muy veloz que puede ayudarnos a salir de algún que otro aprieto. Mención especial merece la incursión de un luchador aliado, que se sucede de forma inmediata sin restar un ápice de ritmo —ni espectacularidad— a las peleas.
Una vez libramos los primeros combates es cuando realmente comenzamos a vislumbrar las múltiples posibilidades que nos ofrecen. El movimiento en Dragon Ball FighterZ es sencillo y los controles se antojan bastante simples, algo que engrandece aún más el trabajo de Arc System Works en cuanto a ofrecernos un juego de lucha tradicional, perfectamente adaptado tanto para jugadores noveles, como para los más veteranos del lugar. Cuando aprendemos a jugar con las paredes, usar con inteligencia los dashes laterales y saltos dobles, así como a gestionar el relevo entre personajes es cuando realmente nos damos cuenta que estamos ante algo muy exigente a la hora de dominarlo.
El —desacertado— anuncio de la llegada de ocho personajes extra por DLC, una práctica muy habitual en los tiempos que corren, enrareció el ambiente de la comunidad durante los meses previos al lanzamiento del juego. No obstante, los 24 personajes disponibles en el juego forman un plantel ideal al que poco más puede exigirle un seguidor de Dragon Ball, aunque es cierto que la incursión de un par de personajes tan queridos como Broly o Vegetto habrían venido como anillo al dedo.
Sea como fuere y, dejando a un lado a los que se han perdido la fiesta, la realidad es que estamos ante uno de esos casos en los que decimos que «están los que tienen que estar». Los Super Saiyan son uno de los grandes reclamos de Dragon Ball FighterZ: Goku, Black Goku, Vegeta, Gohan (en sus versiones joven y adulto), Gotenks y Trunks. Además, también contamos con las versiones SSB de Goku y Vegeta, aunque debemos desbloquearlas en el modo arcade.
Por otro lado, tenemos a los populares villanos de Dragon Ball Z: Freezer, Célula y las versiones Majin y Kid de Buu. Le siguen los androides: A16, A18 y la debutante A21, creada exclusivamente para el juego por el propio Akira Toriyama. Completan el grupo personajes muy recurrentes como Piccolo, Krilin, Tien, Ginyu, Beerus, Hit, Nappa o el sorprendente Yamcha, que se erige como un luchador excepcional en las distancias cortas.
Aunque no suele ser el principal aliciente de los videojuegos de lucha tradicionales, Dragon Ball FighterZ cuenta con un modo historia de lo más peculiar. El jugador se convierte en un testigo privilegiado, y es que resulta que somos una especie de entidad capaz de adentrarse en los cuerpos de los personajes, empezando por Goku. Algo así como el espíritu guardián que acompaña a Kalas en Baten Kaitos: Las Alas Eternas y el Océano Perdido. Esto no es más que una excusa para ponernos a los mandos de Goku y sus amigos y liarnos a tortas con cualquiera que se atreva a poner en peligro a los habitantes de la Tierra. Una idea peculiar, cuando menos.
Disponemos de tres arcos argumentales diferentes: Saiyans, Villanos y Androides. El desarrollo es bastante simple, y es que nos movemos por una especie de tablero en el que nuestro único objetivo es alcanzar la casilla en la que nos espera el jefe de cada escenario. No obstante, por el camino podemos —y debemos— librar combates opcionales en aras de añadir nuevos personajes a nuestro grupo, así como de obtener alguna que otra recompensa por el camino. Tenemos 20 turnos para explotar a fondo cada mapa, una cantidad por la que no debemos preocuparnos en exceso. La historia ronde las diez horas y no está demasiad inspirada, ciertamente. Además, el nivel de dificultad es demasiado bajo, siendo posible superar buena parte de la misma sin necesidad de llegar a dominar las posibilidades que nos brinda cada luchador.
… Y un futuro prometedor
Como no podía ser de otra forma, el modo historia se antoja prácticamente irrelevante a la hora de aprovechar las virtudes del juego, que no son pocas. Los combates en línea son el principal reclamo y hay que decir que, por el momento, funcionan de maravilla. Personalmente, no he tenido ningún problema a la hora de librar combates ante otros jugadores: ni rastro de lag o sensación de retardo, ni tampoco problemas a la hora de encontrar rivales acordes a nuestros criterios de búsqueda. Por su parte, el tiempo que el juego se toma para encontrar partida es más que correcto y prácticamente en ninguna ocasión he tenido que sufrir una de esas largas esperas que tan molestas que nos toca sufrir en ciertos juegos.
El sistema de rangos también es muy correcto, premiándonos si encadenamos una buena racha y logramos derrotar a múltiples rivales, y haciendo que nuestra reputación se vea mermada si caemos ante rivales que se sitúen por debajo de nuestro nivel. Como resulta evidente, este sistema solo se aplica a las partidas igualadas, dejando las informales, pensadas para aquellos a los que no les interese competir y solo quieran disfrutar de combates ante otros jugadores sin presión alguna. Lo único que puedo achacar a las funciones multijugador es la creación de salas en las que reunirnos con nuestros amigos, que se torna un tanto engorrosa y presente errores con más frecuencia de la que me gustaría. Confío en que Arc System Works sea consciente del fantástico título que ha concebido y se ponga manos a la obra en aras de solventar estos inconvenientes, porque Dragon Ball FighterZ tiene cuerda para rato.
Si un seguidor de Dragon Ball —y de los videojuegos— lograra reunir las siete bolas de dragón, estoy seguro de que Dragon Ball FighterZ sería uno de los deseos que pediría al Dios Divino Sheng Long. Con el paso de los años, son muchos los títulos que Goku y sus amigos han protagonizado. Algunos lograron dejarnos un gran sabor de boca, como son los casos de Dragon Ball Z: Hyper Dimension o Dragon Ball Z: Budokai Tenkaichi 3, entre otros. Ahora, la pregunta del millón: ¿Es Dragon Ball FighterZ el mejor juego basado en la obra de Toriyama? Si no el mejor, uno de los mejores, así de claro.
Con un sistema adaptable a todo tipo de jugadores, una dirección de arte de la que he optado por no hablar porque una imagen vale más que mil palabras —y porque todo lo que diga es quedarme corto— y una infraestructura online que lo convierte en un juego con un futuro ilusionante, Arc System Works no solo ha logrado un magnífico juego de lucha; también ha rendido un excelente homenaje a la obra del maestro Akira Toriyama. [90]