Caos, velocidad y destrucción. Incluye estos tres elementos en el género de conducción y obtendrás carreras donde la espectacularidad no está en los adelantamientos limpios. Todo lo contrario. Aquí prima la conducción colérica, los roces, las chispas y los empujones.
Nostalgia al volante
¿El freno? El freno es para los cobardes. Lo mejor para tomar una curva es presionar a tu rival contra el quitamiedos. Esa es la esencia de títulos como Burnout, Motorstorm o FlatOut. Títulos de conducción que anteponen la mala leche y los reflejos a la habilidad; juegos donde los choques no eran un error sino una herramienta. Dentro de este género, y con permiso de la saga Burnout, debo destacar FlatOut 2 por las horas de diversión que me ofreció. Un título desarrollado por Bugbear Entertainment, que tenía como principal atractivo el poder proyectar al conductor por el parabrisas. ¿He dicho ya que era un género bastante cafre? Y pese a ser considerado como un título de segunda, cumplía con lo que se le pedía. Caos y destrucción. Los choques eran pesados y contundentes, transmitiendo así el impacto de tal forma que acababas buscando causar el “accidente” más espectacular posible.
Once años más tarde, obviando una tercera entrega bastante mediocre, y tras acabar en manos de Kylotton Racing Games, responsables de juegos como WRC 6, llega FlatOut 4.
Siempre hay que tener cuidado con la nostalgia. Pero cuando vi el primer tráiler de FlatOut 4, no pude más que pensar: Por fin. Por fin, se vislumbra un atisbo de vida en una generación en la que la furia al volante está de capa caída. Ahora se lleva la conducción seria de Project Cars o Forza Horizon. Ya no hay lugar para los brutos.
Sin embargo, en eso ha quedado. En nostalgia.
Modos de juego demasiado similares
FlatOut 4 es una prueba de la falta de interés por el género. No hay lugar a la innovación. Ya desde sus menús, transmite la sensación de no saber en qué generación se encuentra, de pertenecer a una época ya pasada y no saber cómo avanzar. Sirviendo así como adelanto de una simplicidad que sale a relucir en todos los aspectos del juego. Hay una clara intencionalidad de ofrecer una gran variedad de modos de juego -no quieren limitarse a la simple carrera y el modo contrarreloj- sin embargo, es todo una falsa apariencia, pues muchos de estos modos se sienten iguales. Poca diferencia jugable existe entre el modo contrarreloj y el modo bomba; en uno deberemos dar una vuelta lo más rápido posible para quedar mejor en la clasificación, y en el otro tendremos que conducir lo más rápido posible para pasar por checkpoints a tiempo para que el coche no explote. Ser el mejor o no explotar esa es la cuestión.
Lo mismo ocurre con otros modos que buscan innovar y se quedan a medio camino y aburren rápidamente. El modo asalto añade a las carreras normales cuatro poderes con los que atacar a nuestros rivales, pero estas cuatro habilidades son siempre las mismas e iguales para todos, por lo que se hace repetitivo y previsible; y el modo masacre nos da puntos por causar accidentes a lo largo del circuito, algo que ya hacemos en cualquier otro modo de juego. En definitiva, hay muchas formas de jugar pero con pocas diferencias entre ellas.
Minijuegos que cumplen a medias
Una de las señas de identidad de la saga FlatOut, son sus minijuegos de acrobacias. Era su forma de diferenciarse dentro de un amplio mercado gobernado por Burnout. ¿El objetivo? Lo normal. Lanzar al piloto por el parabrisas para hacerlo pasar por aros de fuego; derribar bolos; jugar al beer pong; al curling; fútbol; salto de altura; salto de longitud con aterrizaje forzoso; así hasta doce pruebas diferentes. Es un modo ideal para jugar con amigos, en el que los piques están asegurados, sin embargo con ideal también quiero decir exclusivo, pues pierde toda su gracia si jugamos solos. Pero este no es su único problema. Le acompaña la tara que engloba al juego, la simplicidad. Muchas de las pruebas son de PS2, pero el pecado está en que las físicas también son de PS2. El piloto no es más que un pelele que rebota arbitrariamente, generando un acabado bastante cutre, que solo era pasable dos generaciones atrás.
Un sistema de conducción y colisiones pobre
Pero hablemos de la conducción. Un apartado que, lamentablemente, también se ve afectado por la simplicidad. El juego nos permite elegir diferentes vehículos. Incluso podemos personalizarlos añadiéndoles resistencia, nitro o aceleración. Sin embargo la sensación entre conducir uno u otro es mínima. Según nuestra elección, seremos más rápidos y frágiles o más lentos y resistentes pero poco más. El control es el mismo; todos los coches responden del mismo modo ya conduzcamos por asfalto o gravilla; se agarran igual a las curvas; o pierden el control con la misma facilidad ante baches y obstáculos.
Esto hace que las carreras pierdan espectacularidad. Pero aun quedan los choques y las explosiones ¿No? Como ya he dicho, es una verdadera lastima. Las explosiones recuerdan a las del primer Uncharted, que para quienes no lo hayáis jugado eran pequeñas bolas de fuego mal texturizadas. Y en cuanto al sistema de colisiones, ocasionalmente genera situaciones llenas de intensidad y destrucción en las que un coche sale volando dando vueltas de campana y te hace pensar que el juego mantiene lo que hizo grande al género y lo trae a la nueva generación. Quizá sea yo que solo me estoy fijando en los fallos, me digo a mí mismo; sin embargo, lo normal es que los coches parezcan de goma. Rebotan al chocar entre ellos eliminando toda sensación de impacto. A lo que hay que añadir que el sistema de colisiones no responde de una forma realista provocando situaciones como que perdamos completamente el control a causa de un pequeño bache o que rozar lateralmente contra una pared de piedras sea como chocar contra un quitamiedos.
Entre otros detalles, cabe destacar la inteligencia artificial que convierte a los conductores rivales en verdaderos kamikazes descerebrados que avanzan por el circuito como un rebaño de cabras. Siempre en piña y hacia delante. O algunos casos de popping en los que las texturas del fondo tardan en cargar.
Conclusión
Lo que podía haber sido el regreso no solo de una saga sino de un género, ha quedado en un intento fallido por un juego desfasado con mejores gráficos. Si al ver este título os pica el gusanillo y queréis rememorar la conducción más salvaje, lo más recomendable es rescatar una Playstation 2 o una Xbox 360 y jugar a cualquier Burnout (a partir del 3) o al propio FlatOut 2. [50]