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[Microanálisis] Need for Speed Pro Street (Xbox 360)

La saga, espero no equivocarme, de conducción más pródiga de la historia de los videojuegos quiere hacerse adulta. Para alcanzar la madurez ha salido de los callejones, la oscuridad y la clandestinidad para pasearnos por escenarios abiertos, con unas competiciones muy bien organizadas y políticamente correctas. Pero el camino hacia la madurez no es sencillo, como bien sabéis, treintañeros lectores.


Need for Speed Pro Street plantea una disyuntiva que marca el final de una época y el inicio de otra. Hay también una dualidad terriblemente marcada y que abre dos caminos, el paso de ser un imberbe arcade a un simulador de pelo en pecho. Como primer paso en la evolución el juego se queda a medio camino, pero deja ver el enorme giro que se pretende dar y el próximo paso en la evolución: ser un simulador de carreras que compita con los Forzas, los Grandes Turismos y demás (si los hubiera).

Podríamos especular el motivo, pero para mi existe uno fundamental. Electronic Arts ya tiene el mejor arcade de conducción posible y se llama Burnout. Tener dos títulos similares es contraproducente, así que había que cambiar al rival más débil que desde la anterior generación ha sido sin duda Need for Speed.

Pero vayamos con la disyuntiva: ¿simulador o un arcade? Sin duda, los vehículos y su comportamiento en todas las facetas corresponden a un simulador: forma de conducción, sistema de frenada, licencias de marcas, posibilidades de optimización de absolutamente todo (incluidos reglajes, fans de Alonso). El diseño de las pistas, el sistema de daños en los vehículos, la forma de adelantar, las opciones durante carrera remarcan también su carácter abierto hacia la simulación. Ahora bien, es un simulador para torpes todos los públicos: ayudas a la frenada mediante señales en la cuneta, posibilidad de marcar la mejor trazada y avisos si llegamos a una curva demasiado rápido (como en Forza), posilibidad de ganar dinero casi infinito y una curva de dificultad muy baja.

Ahora bien,la edición 2007 de Need for Speed conserva muchos tics de su pasado reciente, empezando por su ambientación festivo-tunera (a pesar de que la, como siempre espectacular, banda sonora es bastante indie) remarcada con gachíses y DJs que hablan un castellano coloquial. Conserva también los modos de juego más arcade como los Drag (ese minijuego en el que debemos meter las marchas a tiempo) que son más largos y aburridos que nunca y los Drifts (donde patinamos sobre el asfalto haciendo derrapes), la posibilidad de usar nitros y los enfrentamientos contra los miembros de otras «bandas».

El desarrollo se realiza a través de días de carrera que reúnen cierto número de pruebas y en las que debemos conseguir cierta cantidad de dinero para abrir nuevos desafíos, conseguir nuevos vehículos, etcétera. La novedad principal radica en crear uno a nuestro antojo, con el número de desafíos y del tipo que queramos y compartirlo online. Como siempre, las opciones multijugador están a la altura de lo que EA nos ha ofrecido este final de año: un nivel muy alto.

Para resumir podríamos decir que la saga de carreras se encamina a competir en la liga de los simuladores, donde los pocos, poquísimos, juegos que hay son auténticos dominadores. Evidentemente no está a la altura de ninguno de ellos, aún, pero la evolución está a un paso. Si elimina los restos del pasado, mejora el sistema de conducción que es algo duro e intenta ser algo más imaginativo en el diseño de niveles y escenarios, habrá un serio competidor en el mercado. Por ahora se queda a medio camino.





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