Los años finales de la década de los noventa estuvieron marcados por todo un fenómeno. Un fenómeno que trascendió mucho más allá de su propio ámbito de los videojuegos, una locura colectiva que embriagó a jugadores del planeta entero, lanzándolos a consumir en masa todo aquel producto que contará con aquellas entrañables criaturas. Pokémon había llegado para quedarse.
Nada de ello parecía hacerse presagiar por parte de Game Freak y Nintendo cuando lanzaron por primera vez en 1996 Pokémon Rojo y Pokémon Verde para la icónica portátil de la gran N en el mercado japonés, que gozaría a partir de ese momento de una segunda juventud. El estudio de Satoshi Tajiri venía de lanzar otro tipo de juegos tras su establecimiento definitivo como desarrolladores en 1989. Con anterioridad, Game Freak había sido ante todo un Fan Zine.
Algo así como un AKB con los medios de la época, dedicado de corazón a hablar sobre sus videojuegos favoritos y descubrir sus secretos al detalle que poco a poco fue ganando seguidores a lo largo y ancho de Japón. A lo que también ayudó la llegada de Ken Suigimori, el que sería el Roswell de Game Freak, responsable de la identidad visual de la revista desde entonces y el diseñador principal con el tiempo de los primeros 251 pokémon . Sus buenas relaciones con Nintendo como medio, en especial con Shigeru Miyamoto, les animaron a dar el salto de escribir sobre videojuegos a crearlos. Y siempre con un proyecto en mente, basado en la afición de infancia de Tajiri de cazar insectos paseando por la naturaleza, en el que los niños pudieran capturar y compartir sus propios bichitos desde una portátil como Game Boy, con su cable Link en un entorno jugable similar al de Final Fantasy Legend (Square, 1989), para la misma consola.
Los inicios de un sueño
Sin embargo, como en casi todo gran proyecto o ambición, la tarea resultó de primeras demasiado grande para el pequeño y poco experimentado equipo de Game Freak y tuvieron que dejarlo en espera por algunos años más. Mientras, pudieron centrarse en otros proyectos más simples y de beneficio inmediato, como Mario & Yoshi (NES, 1991) o incluso un juego para la inolvidable Mega Drive de Sega, Pulseman, que vio la luz en 1994 aunque por desgracia no llegó más allá de las fronteras niponas. Esto les permitió tener los fondos suficientes para volver a centrarse en su gran apuesta, que resultó no ser un éxito solo en su país sino que también arrasó en Norteamérica y Europa con las múltiples ediciones del primer Pokémon, que aquí fueron primero Rojo y Azul, ya en el 99, y luego Amarillo, con el icónico Pikachu de Pokémon inicial como principal reclamo, en el 2000.
Su salida, junto al éxito en nuestro país de la serie de animación, desató el furor más absoluto entre los niños españoles. Un furor que aún dista de enfriarse ya que la saga sigue gozando de muy buena salud, como demuestran las ventas de Pokémon Sol y Luna y sus actualizaciones (las últimas entregas en Nintendo 3DS) o la gran aceptación de Pokémon Go en el mercado de los smartphones. De todos modos, si queréis conocer mucho más sobre los inicios de la saga y del propio estudio, tenéis a vuestra disposición el fenomenal artículo de Tony Rezio en el blog donde los detalla.
Ese gran estado de forma se revela también con el relanzamiento para 3DS de los clásicos de Game Boy en su consola virtual. En 2016 llegaron Pokémon Rojo, Azul y Amarillo y ahora lo han hecho Oro, Plata y Cristal. En este caso, vamos a hablar sobre Pokémon Oro aunque no dejan de ser como siempre el mismo título con algunas variaciones, siendo Cristal el más actualizado. Citando a nuestro antiguo compañero Sergio C. González en su review de Rojo/Azul, un análisis al uso de un juego como este, tan querido como conocido por la mayoría, no termina de proceder al ser con exactitud el mismo de entonces, con sus aciertos y limitaciones. Pero tratemos de ver qué fue, qué lo hacía especial e incluso algún recuerdo personal de aquella época.
Mi hermano siempre fue el gran fan de Pokémon de la familia, conocedor al dedillo del Pokedex y casi imbatible cuando de combatir se trataba (esos duelos en el Pokémon Stadium de la N64…) pero pasamos muchos y buenos ratos gracias a la saga en aquellos años. Fue precisamente en verano de 2001 cuando pudimos disfrutar por fin de Pokémon Plata (esta fue su elección, aunque Oro llegaría con el tiempo) en su flamante y nuevecita Game Boy Advance, tan cómoda e incomoda a la vez para jugar por su ergonomía y su pantalla sin retroiluminación. No tuvimos Game Boy Color, solo la blanquita original, así que era el único modo de ver el juego en todo su esplendor. A buen seguro que muchas Advance se vendieron en esa época por el mismo motivo, más allá de su oleada inicial de títulos.
Siguiendo la estela de Rojo/Azul/Amarillo
El planteamiento repetía en gran medida la fórmula de la primera entrega, expandiéndola con 100 nuevos pokémon que capturar (haciendo un total de 251) y una nueva área geográfica. Nuestro protagonista es un chaval de Pueblo Primavera, una localidad dentro de la Región de Johto, aledaña a la de Kanto que visitáramos en Rojo, Azul y Amarillo (aunque la podremos recorrer también llegados a cierto punto). Tres años después de las hazañas de los héroes del primer juego, el profesor Elm, un reputado científico pokémon y discípulo del conocido profesor Oak, nos llama a su laboratorio para encargarnos que vayamos a buscar un huevo Pokémon a Ciudad Cerezo y así ayudarlo en sus estudios sobre la crianza de estas criaturas.
Para que no nos aventuremos solos y podamos correr algún peligro, nos da a nuestro cuidado nuestro primer pokémon, que nos acompañará a partir de entonces, entre Cyndaquil (tipo fuego), Totodile (agua) y Chikorita (planta). Ese era el punto de partida de una aventura que nos llevaría a enfrentarnos una vez más contra los perversos planes del Team Rocket, a conocer y luchar contra un misterioso rival y a derrotar a los líderes de los gimnasios de nuestra región, como hacíamos en el original. Sin darnos cuenta, si nos dejamos atrapar, es fácil sumar horas y horas sin darnos cuenta, sumando niveles a nuestro equipo de pokemons para prepararlos para los próximos retos.
Sin olvidar el otro objetivo al que siempre hay que aspirar, que no es otro que simple y llanamente hacernos con todos y completar el Pokedex, para lo cual habrá que recorrer y explorar el mapa al dedillo pero también intercambiar pokémons con otros usuarios u con partidas anteriores a otras versiones, lo cual no he podido probar de primera mano al ser este el único que tengo en la consola virtual. Cada versión tiene sus propios pokémon exclusivos y sólo intercambiando con amigos o teniendo ambas ediciones (plata y oro) podremos completar la lista. Contaremos con un PokeGear, un aparato que nos permitirá ver el mapa, hablar por teléfono con personajes que nos hayamos cruzado, escuchar la radio, donde nos informan sobre los sitios más apropiados para conseguir algunos Pokémon, y ver la hora.
Este último es de especial importancia pues dependiendo de ella será de día o de noche en el mundo del juego, afectando este ciclo a la aparición de pokémons pues algunos serán nocturnos y otros diurnos. Se introduce como novedad el género y con ello el sistema de crianza, sobre el que ayudábamos al doctor Elm. Al dejar a dos de nuestras criaturas en la Guardería, si son afines y de géneros diferentes, es posible que nos sorprendan poniendo un huevo. Si este lo llevamos entre nuestros seis pokémon principales dará lugar a uno nuevo tras caminar una serie de pasos a nuestro lado, todo un ciclo de la vida. E incluso habrá variaciones en el aspecto típico de algunas de las criaturas, como pronto descubriremos.
El motor gráfico es el mismo del primer título en Game Boy, con sus limitaciones (que también eran las de la consola) pero mucho más trabajado y con algunas pequeñas mejoras. Además, el verlo tan colorido siempre lo hacía más llamativo respecto a los anteriores, aunque fuera un aspecto limitado en una portátil a color de 8 bits. El resultado no es otro que un apartado técnico y artístico entrañable pero muy superado. Las mismas melodías memorables de estos juegos, de esas que se quedaron resonando en nuestra cabeza desde esos días, siguen sonando tan bien como siembre. Parece mentira que con ese sistema de sonido tan básico se pudieran conseguir cosas así. Por supuesto, el juego conserva su traducción al español.
Jugar a Pokémon Oro en su versión para la consola virtual de Nintendo 3DS es todo un ejercicio de nostalgia, un buen modo de recuperar un clásico de la saga en bruto, tal y como fue. Con la misma capacidad de adicción de entonces y por lo tanto muy disfrutable pero alejado del estándar actual, lo que puede hacer que resulte algo áspero para muchos usuarios. Es complicado puntuar un título así y lo mejor quizás sea mantener la calificación que hubiera tenido en su día.
No es el mejor juego para que un niño se inicie con Pokémon a estas alturas, pero si te apasionan estas criaturas y quieres seguir indagando en sus comienzos, con esta segunda generación, o eres de aquellos que ya le echó mil horas y quieres revivir la experiencia, sí puede ser para ti. El precio pueda parecer algo alto, aunque existe la opción de comprarlo por el mismo importe en tienda y llevarte al menos una caja como las originales para añadir a la colección, aunque con un código de descarga en su interior. En cualquier caso, ya está también disponible Pokémon Cristal, la versión más completa de todas.[88]