6 de Diciembre. Hace sol, un día de fiesta con algo de frío pero bueno, un día de estos de invierno que invitan a disfrutar de las horas de luz en la calle. Todos sabemos que las navidades se asocian con villancicos, mantecados, nieve… y regalos. Ahí es donde yo quería llegar. Son fechas muy señaladas, fechas de las que quedan siempre recuerdos entrañables en nuestra memoria, y por supuesto entre estos recuerdos no pueden faltar aquellos relacionados con los videojuegos.
Por mi parte, recuerdo por ejemplo la llegada de mi Spectrum 48K, que en principio iba a ser uno de 16, pero la Providencia Divina o el Espíritu Santo que inspiró a mis reyes padres en ese momento (ya que no existía en esos tiempos Akihabara Blues) transformó en su versión superior.
O cuando el mundo de la música electrónica inundó mi casa con la venida del C64 y su increíblemente poderoso (para la época) chip de sonido 6581 o SID. Me pasaba las horas oyendo esas melodías una y otra vez. De hecho creo que en muchos casos disfrutaba más con las bandas sonoras que con los juegos en sí.
Recuerdo también con especial cariño las navidades del 90, donde en una jugada maestra de camuflaje, mis Reyes Padres me hicieron creer que no había más regalos hasta que de pronto casi por casualidad (que de casualidad no tenía nada) una mirada furtiva debajo de la cama de su dormitorio descubrió una caja muy grande en la que se apreciaba una A muy grande y el símbolo de Commodore. Era mi muy queridísimo A500 con el que descubrí la magia de controlar una computadora con un aparatito con dos botones que se conectaba vía cable. Un ratón, y ese Deluxe Paint, una combinación mágica para un chaval de la época.
Y por supuesto no puedo dejar de recordar las navidades de la PSX, que en esa época era Playstation sin más, más comúnmente conocida desde aquel entonces como “la plei”. Ver todo ese despliegue gráfico, ver ese tipo de conversiones “polygon perfect” como el Ridge Racer… Tener todo ese gigantesco catálogo a tus pies, poder acceder a un mercado cada vez más globalizado, conseguir juegos de otras regiones, USA o Japón, que en el pasado solo podíamos leer en otras plataformas como SNES o MD muy de pasada en la Hobby Consolas de turno.
Luego llegaron más navidades y más recuerdos relacionados con videojuegos: largas tardes jugando a los Final Fantasy, a los Pro Evolution… Pero iba cumpliendo años y a medida que mi edad aumentaba mi capacidad de sorpresa disminuía. Lógicamente salvo honrosas excepciones la inocencia de una edad temprana no es equiparable a la que conservas 10 o 20 años después. Por supuesto que seguí teniendo recuerdos de momentos especiales: La llegada de mi PS2, las navidades de la Wii donde en mi casa se multiplicó el censo de jugadores por mil, el descubrimiento del mundo online y el multijugador con la Xbox 360…
Todos buenos recuerdos, pero mi propósito en este texto, ya que estamos al principio de las fiestas y tenemos tiempo de sobra, es que todos intentemos recopilar aquellos momentos sumamente especiales que nos hayan ocurrido relacionados con los videojuegos en estas fechas y darnos la oportunidad de nuevo de sentirnos como niños (de edad) compartiendo esas sensaciones irrepetibles.
Os espero.