Columna ZG: Alan Wake y el miedo a la oscuridad

La Nictofobia se define como el miedo irracional a la oscuridad o a la noche. Su presencia se hace clara en los niños o niñas de corta edad y algunos padres la temen. Aquellos que tengan apéndices biológicos alguna vez habrán padecido de algún modo u otro aquello que comúnmente conocemos como “terror nocturno”.

Alan Wake

Si bien Sigmund Freud en su obra Los Tres Ensayos (1905) explica que “los niños tienen miedo a la oscuridad porque, en la oscuridad, no pueden ver a la persona amada; y su miedo se suaviza si pueden coger la mano de esa persona en la oscuridad”. Por lo que nos encontramos en un proceso aparentemente natural en el proceso evolutivo y psicológico del Ser. Pero, ¿por qué el adulto sigue sintiendo ese punzante miedo? ¿por qué se aproxima a él mediante diferentes medios? No hay duda, el terror atrapa, seduce y embriaga.

He de reconocer que soy como persona asustadiza y que jugar a títulos que contengan un mínimo de incertidumbre y oscuridad me pone los pelos de punta. Me pasó con BioShock (Irrational Games, 2007), lo sufrí con Dead Space (Visceral Games, 2008) e incluso algunas escenas de Condemned: Criminal Origins (Monolith Productions, 2006) consiguió alterar mis nervios hasta un punto exagerado.

Sin mencionar el permanente estado de nervios al que me he visto sometido jugando a The Evil Within (Tango Gameworks, 2014). El terror, desde un punto psicológico, es interesante. No el miedo, ya que trasciende a aspectos mucho más amplios como la personalidad o la autoconfianza. El terror cala en lo más primitivo de nuestro ser, la amígdala se activa y automáticamente nos avisa que debemos huir para sobrevivir.

Alan Wake (Remedy Entertainment, 2010) es una de esas obras que sin ser exacerbadamente terrorífico contiene todos los elementos primarios del terror a la oscuridad. Una entidad oscura, similar al BOB de Twin Peaks (David LynchMark Frost, 1990) cuya secuela está en camino, azota a nuestro personaje y lo hace descender a su yo más profundo. No cabe duda que una de las grandes virtudes del juego es esa tentadora provocación que incita constantemente al jugador a alejarse de la luz. El jugador obtiene recompensa al explorar las zonas más escondidas del juego pero es penalizado por una multitud de enemigos que salen de la nada. Y en esa nada es cuando la opresión del ente oscuro renace en nosotros. Por instantes, por un breve momento, sentimos la necesidad de recurrir a esa mano de la persona amada para superar nuestro terror.

Existen varios momentos en el título que llamaron especialmente mi atención, pero en concreto hay uno que me gustaría destacar por la sutileza de la situación. Alan Wake llega a una especie de bar y mientras habla con una vieja tiene a su lado un oscuro pasillo. En este no hay nada, pero las palabras de ella condicionan de un modo aplastante nuestra psique. Sin ver nada, sin mostrar nada, debes ir por el pasillo. De repente escuchas una voz y el colapso hace que por instantes te encuentres en estado de alerta. Avanzar se hace psicológicamente complicado y tus sentidos te alertan que algo va mal. Recurriendo de nuevo a Freud, vemos como el término alemán “umheimlich” o “inquietante extrañeza” en la situación descrita hace acto de presencia. Entendiendo esta “inquietante extrañeza” como “la variedad particular de los terrorífico que se remonta a lo conocido desde hace mucho tiempo, a lo familiar desde hace mucho tiempo” y para comprender esto uno sólo debe hacer el ejercicio de preguntarse cuantas veces de pequeño uno ha tenido miedo a moverse por los pasillos o habitaciones de su hogar. Sí, el entorno es de seguridad pero la oscuridad lo cubre todo convirtiendo lo seguro en inquietante.

Alan Wake

El modo en el que Alan Wake es capaz de trabajar ese aspecto es realmente sublime. Algo que personalmente considero que se mejora en Obscure (Hydravision, 2004) pero sin necesidad enemigos terroríficos sacados del inframundo. Personalmente, siempre he preferido el terror psicológico de lo que no se ve, de aquello que se recrea en nuestra mente y que proviene de lo más profundo de nuestro ser ancestral. La imaginación humana, así como la mente en general, son un órgano generador de situaciones, algunas vividas, otras recreadas, pero lo suficientemente contundentes como para sacar lo más primitivo de nuestro yo.

Sin embargo, reconozco que Alan Wake no es una obra exageradamente completa e incluso acepto que muchos no la contemplen dentro del género de terror puro. Aún así, le reconozco la labor de introducir estéticamente elementos estéticos que evocan situaciones aterradoras. Atentando contra ese niño interior que a veces se escapa a buscar un lugar seguro de su habitación, teniendo una linterna como única protección.

Daniel del Olmo Soriano
@laocoont

  1. Menos mal que todavía quedan videojuegos que profundizan en ciertos aspectos emocionales y provocan sensaciones más allá de lo meramente estético o «ruidfosdo». Y también menos mal que todavía alguien es capaz de apreciarlo.

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