Just Cause 2 no era, ni de broma, una revolución en el mundo de los videojuegos, ni siquiera conseguía destacar en el entre los sandbox por mucho gancho que tuvieran sus mecánicas, pero al menos sabía ser una experiencia entretenida y sólida. 5 años después y con más tecnología detrás Just Cause 3 parece patinar donde no lo hacía su precursor.
Just Cause 3 empieza con una declaración de intenciones honesta e inconfundible, ver a Rico a lomos de una avioneta destrozando baterías de cohetes antiaéreos con un RPG es una carta de presentación en la que pone que podemos estar tranquilos, que todo sigue como siempre pero con más pólvora de por medio. La cosa se tuerce minutos después cuando Avalanche Studios vuelve a pecar de querer poner en primer plano algo que la saga Just Cause nunca ha sabido resolver, una historia que se toma en serio a si misma.
Esta nueva aventura tiene lugar en Medici, hogar de nuestro protagonista y nuevo parque de atracciones del dictador Di Ravelo, quien hace y deshace a su gusto en un entorno paridisiado inspirado en las costas del sur de Europa, concretamente en La Toscana. En la docena larga de horas que dura la aventura (bastante más si somos completistas y conseguimos aguantar la repetición constante de situaciones que pueblan un mapa de 1000 kilómetros cuadrados) el guión no consigue brillar ni un segundo, a pesar de que en la campaña publicitaria previa al lanzamiento del juego se incidió varias veces en que el guión mejoraría para acompañar a la acción desenfrenada sin olvidar nunca que ésta es la verdadera razón de ser de la franquicia las cinemáticas y conversaciones entre los pocos secundarios que acompañan a Rico y el propio soldado rozan lo vergonzante casi todo el rato. El doblaje a nuestro idioma tampoco ayuda y resulta casi más recomendable jugar en V.O dado que la voz del locutor de radio que estará obligado a lanzar mensajes del régimen está interpretada en inglés por el gran David Tennant, lo que es bueno por partida doble ya que dicho locutor es el único personaje que conseguirá arrancarnos una sonrisa cada vez que liberemos una zona de su dictadura.
Pero a Just Cause 3 hemos venido a lo que hemos venido, a liarla con la mecánica principal que hace que esta saga consiga algo de personalidad propia, la suficiente como para que carezcan de sentido comparaciones con compañeros de género como GTA o Saints Row, las explosiones. Y explotar cosas mola, vaya que si mola. Vuelven las estructuras militares gigantes, esas que es mejor reducir a escombros que recuperar para el bien del pueblo por las vías del diálogo, con barriles rojos, con explosivos plásticos, lanzacohetes del futuro, cazas de combate, tanques y cualquier cosa inflamable que se cruce en nuestro camino, todo atado con un nuevo gancho que gana en funcionalidades por su capacidad para unir más cosas y con más fuerza en un sagrado matrimonio de fuego y humo.
A pesar de tener más y mejores explosiones Just Cause 3 no consigue cumplir con las expectativas porque pasado el impacto inicial; una vez hemos surcado montañas, ciudades y mares con el nuevo traje aéreo y hemos babeado un poco con la belleza de Medici, cuando hemos volado media docena de contenedores y hemos abatido a un centenar de soldados, Just Cause 3 deja de divertir, la repetición de sus situaciones y mecánicas se torna insufrible, una repetición que podían perdonar en Mad Max los más fanáticos de los largometrajes no tiene ningún tipo de excusa en la tercera entrega de una franquicia que nunca ha estado en lo más alto de las listas.
Ni todo el humo generado por sus fuegos consigue ocultar los clichés del género que Just Cause 3 se empeña en reforzar y no dejar marchar, no faltan las misiones de escolta, las carreras contrarreloj, los desafíos de puntuación, los insoportables marcadores que no paran de recordarte todo el rato que has superado récords que no te importan en absoluto o has sido superado por gente que no podría serte más irrelevante, unas decisiones de diseño que parecen decirnos que lo que Avalanche Studios pretendía hacer era un juego competitivo en el que batirnos en los marcadores mundiales con otros sádicos pirómanos, algo que ni saben hacer ni necesita su licencia. El nefasto árbol de habilidades que enseña a Rico a apuntar mejor (¿?) o le permite llevar más equipo es una novedad que muestra alguna chispa de brillantez como la opción de desactivar o activar cada habilidad a placer una vez la desbloqueamos, quizás la única cosa que me gustaría que otros estudios copiasen de este Just Cause 3.
Y sí, estamos ante un juego que puede darnos muchas horas de juego e incluso divertirnos casi en todas ellas a los enfermos de los mundos abiertos y del libre albedrío del caos como quien firma estas lineas, o al menos lo haría si toda esa destrucción estuviera enmarcada en una experiencia estable del al menos 30 sólidos fotogramas por segundo, por desgracia la versión que he jugado, la de PS4, debería venir con unas pastillas para el dolor de cabeza en su edición coleccionista. No hablamos de caídas puntuales, hablamos de que (sin saber yo contar fotogramas porque no soy un cyborg) cae por debajo de la mitad de esos 30 fps mínimos y obligatorios cada vez que se nos va de las manos el tema de las explosiones, algo que pasa todo el rato. El rendimiento cuando usamos vehículos aéreos o cuando visitamos la capital de Medici (la ciudad más grande del juego) mejor ni la mencionamos por no hacer leña del árbol caído, basta con decir que Just Cause 3 dista bastante de ser un producto terminado.
Estaba muy arriba en la lista de la compra de muchos y después de un cumplidor Mad Max se esperaba que estos suecos nos brindarán una tercera entrega de su licencia insignia a la altura de lo esperado o al menos varios peldaños por encima, en su lugar nos encontramos ante un producto sin alma, que innova demasiado poco y que se queda a las puertas de conseguir ser uno de los grandes lanzamientos del año. Quizás las primeras horas de Just Cause 3 consigan justificar su compra en un futuro y rebajas mediante, al menos después de algunos parches sus tiempos de carga no harán que quieras lanzar el juego por la ventana. [50]