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Bastion, análisis para Xbox 360

Bastion

Me desperté y el suelo a mi alrededor había desaparecido. Tal y como se desvaneció el horizonte que débilmente vislumbraba mientras me frotaba los ojos, nuevas zonas de tierra aparecían ante mis atónitos pies. «Dirigete al Bastión si algo ocurriera». Esa era la última orden que podía recordar, lo único que podía escuchar dentro de mi cabeza. Algo a lo que aferrarme para comenzar mi odisea en un mundo roto. El Gran desastre había llegado.

Avancé por la Muralla de Caelondia y paré a mirar desde lo alto la ajada ciudad que yacía muerta. A pesar de todo, el mundo que le rodeaba aun era tremendamente bello. Un retablo pintado por hábiles artesanos a mano, como ya no se hacía. Los llamativos colores que me rodeaban atraían la atención. El conjunto formaba un mundo diseñado para resultar onírico por culpa de El Gran desastre. A lo lejos aún podía distinguir todo lo que me esperaba en mi viaje: pantanos, bosques, paramos helados, canteras… Una variedad más que considerable de diferentes entornos creados por algún Dios inspirado.

Pronto comenzaron los problemas. El Gran Desastre había despertado a los etéreos y a otras formas de vida salvajes, que se afanaban por impedir mi avance. Por suerte, mis años como guardia de la muralla me habían curtido como guerrero diestro en el uso de diversas armas, escudo y múltiples habilidades. Desde el mas básico arco, la más peligrosa espada o letales armas de fuego. Ninguna tenia secretos para mi. Durante mi periplo encontraría 11 armas diferentes y varias habilidades especiales para cada una de ellas. Todas podían ser mejoradas en la forja por mis habilidosas manos. Hasta 12 mejoras pasivas por arma, de las cuales solo podía activar hasta 6 simultáneamente.

Llegue rápido al Bastión y comencé la reconstrucción junto con otros supervivientes. Para ello debía visitar diferentes partes del mundo y encontrar los núcleos que me permitían restaurar sus cimientos y construir nuevos edificios. Los 6 edificios tenían hasta un grado más de mejora y cada uno de ellos me ayudaba en la búsqueda. Por ejemplo la destilería, donde los licores me otorgaban poderes pasivos que me ayudaban a diario, o quizás fuese mi embriagado estado por el consumo de tanto alcohol.

Continúe mi búsqueda y cuando me parecía demasiado fácil, me imponía un reto rezando a los dioses del templo del bastión. Cada uno me ponía las cosas difíciles a su manera, pero yo ganaba más experiencia o encontraba más dinero de los enemigos caídos.

Yendo y viniendo seguía buscando los núcleos. Mis aventuras eran siempre parecidas: luchaba sin cesar, sin puzzles ni tiempo para pensar. Afortunadamente la variedad de lugares, armas, habilidades y diferentes enemigos, hacían que nunca cayese en la monotonía. Además algunos antiguos lugares de entrenamiento me ofrecían diversos retos con diferentes armas. Me permitían ganar más materiales de forja y aprender nuevas habilidades, secretos guardados con recelo.

Por suerte, en mis solitarias tareas, también llevaba mi viejo gramófono portátil. Gracias a el siempre me acompañaban unas magníficas melodías. Algunos rápidas, otras melancólicas, pero todas bellas y acordes a la situación. Un par de ellas, cantadas con un inconfundible aire sureño. No podía parar de tararear.

Otro sonido perpetuo que me acompañaba era un curioso narrador invisible. Quizás fuese fruto de mis constantes borracheras, dado que me pasaba el día bebiendo. Bebía para recuperar vida, para hacer mis ataques especiales, bebía para seguir bebiendo… El caso es que su voz me seguía incesante, narrando todo lo que yo hacia. Lo curioso es que no hablaba mi idioma, sino inglés. Al menos, veía unos subtítulos en mi cabeza que me lo traducían a castellano. Hubiese dado lo que sea por escucharlo en mi voz materna, ya que en medio de las constantes batallas, era difícil seguirle el hilo con los subtítulos y lo que contaba era interesante.

Aún me queda camino por recorrer. Así que amigo mio, si te atreves a acompañarme, has de saber que la aventura de Bastión merece mucho la pena. Un bello relato, un cuento hecho a mano. Quizás no proponga una aventura original más allá de incesantes batallas, mientras buscamos los núcleos. Sin embargo su conjunto invita a seguir, a mejorar las armas y el propio Bastión. Coge los 1200 MSP que te hacen falta para acompañarme y prepárate para unas 8 a 10 horas de búsqueda para restaurar nuestro Mundo.

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