Icono del sitio Akihabara Blues

GTA causante de otra masacre en Estados Unidos

El bocazas contraataca. Bonito titular, pero no significativo de a qué o quién se refiere la noticia. Y es que bocazas hay muchos; tenemos a éste, éste, éste y por supuesto a éste, todos ellos sin salirnos del ámbito videojueguil. Pero hay uno que supera a todos ellos juntos, a quién el Tridente Popular no le llega ni a la altura de la cintura a la hora de convertir una tragedia en una repulsiva maniobra política. Estamos hablando de Jack Thompson, el azote de los videojugadores, la reencarnación demoníaca del puritanismo fascista, el súmmum de los predicadores mediáticos, el Pepito Grillo de las asociaciones de padres contra los videojuegos. Y lo que ha soltado por su boca envenenada en esta ocasión arremete contra la línea de flotación de la ética profesional. Sí, nosotros sufrimos a Jiménez Losantos, pero en Estados Unidos lo tienen casi peor. Con todos ustedes, el show de Jack Thompson…

El pasado lunes 12 de febrero un perturbado mental armado con una escopeta mató a cinco personas e hirió a otras cuatro en un centro comercial de Salt Lake City. Hasta ahí ninguna novedad, por desgracia, puesto que esto tipo de sucesos son el pan nuestro de una sociedad en la que mueren 11.127 personas al año por motivos relacionados con las armas de fuego, según contaba el cineasta Michael Moore en ese retrato de la América profunda llamado Bowling for Columbine.

Pero uno de los pilares de la sociedad estadounidense que es el derecho a la autodefensa, así como a la protección de su sagrada Constitución provoca que se busquen motivos inusuales que expliquen los asesinatos en masa y las habituales tasas de violencia de la sociedad estadounidense. Podría ser Jack Bauer, quien provoca casos como el de Abu Ghraib o Guantánamo; pero no es el tema. Cuando los asesinos son jóvenes problemáticos las miradas se posan directamente en los videojuegos.

Según una columnista del diario The Salt Lake Tribune, Rebecca Walsh, había quien buscaba una motivación tras los actos que provocaron la matanza en el centro comercial Trolley Square, y entre las elucubraciones estaba la posibilidad de que el perturbado que mató a las cinco personas jugara con videojuegos violentos. No era una afirmación gratuita, había recibido una misiva del abogado Jack Thompson en la que el defensor de honorables causas mencionaba que “el adolescente de Salt Lake City probablemente se había entrenado con Grand Theft Auto” .

Afortunadamente para la salud de nuestra afición, el día 15 de febrero la policía informaba al mismo diario que “la policía de Salt Lake no ha encontrado un motivo… con el permiso de los padres del asesino, los detectives buscaron en su casa pero no encontraron ni ordenadores ni videojuegos”. El Jefe de Policía declaró días después que “los detectives no han encontrado evidencias de que los videojuegos violentos hayan podido influenciar al asesino. De hecho, no poseía ni ordenador ni un sistema de videojuegos”.

La caza de brujas parecía haber terminado. No obstante, en el momento en que en un medio de comunicación de masas se juntan las palabras violencia y videojuegos, no tardan en alzarse voces que piden un más que estricto control sobre el contenido de los videojuegos.

¿Hasta cuándo ésta persecución?¿Por qué buscar excusas en el ocio electrónico y no intentar trascender más allá de lo obvio para encontrar motivaciones a la violencia humana? ¿Acaso no está la violencia dentro de nuestra psique? Si se ha conseguido canalizar y/o minimizar otras pulsiones humanas (la sexualidad es el más claro ejemplo), ¿por qué no hacer lo propio con la violencia? ¿Tal vez porque hay muchos que viven de ella?

Fuentes

Salir de la versión móvil