Tras cerrar la trilogía, Naughty Dog lo tenía complicado para volver a sorprender, y más con el precedente del memorable The Last of Us. Pero los creadores de The Last of Us se sacaron de la manga uno de esos juegos que parecen adelantarse a su tiempo, como el propio Uncharted 2.
Un juego que marca un antes y un después
Uncharted 4 es una superproducción en toda la extensión de la palabra. Es el juego que justifica una consola, que demuestra que el del Videojuego es un medio que avanza a pasos agigantados, en todas sus dimensiones. Sí, a nivel jugable la última aventura de Nathan Drake es muy conservadora, pero sus acabados suponen un hito comparable, en mi opinión, al que supuso Avatar para el Cine.
Pocas veces he experimentado las sensaciones que tuve recorriendo Uncharted 4. La más similar que recuerdo es, obviando los periódicos recitales de Rockstar, Soul Calibur para Dreamcast. Namco, años antes de casarse con Bandai, se sacó de la mano una Obra de Arte, perfecta en cada detalle, capaz de grabar en nuestra mente, como buril en roca, un recuerdo imborrable, una vara con la que medir, para su desgracia, cuantos juegos pasen por nuestras manos en el futuro. Ahora ese rol lo tiene la última aventura de un aventurero cazatesoros que se ha ganado, por siempre, un lugar en el imaginario colectivo.