Catherine (Atlus, 2011) es un juego diferente. Otra compañía quizá hubiese reducido a sus mecánicas jugables, prescindiendo del transfondo argumental y de su particular imaginario, para sacarlo como juego descargable, o para dispositivos móviles. Por fortuna fue Atlus y no otra su responsable.
La empresa detrás de sagas como Persona, o las diferentes ramificaciones de Shin Megami tensei (Digital Devil Saga, Nocturne, Devil Summoner) caracterizadas por su calidad y su carácter diferenciador se marca un juego distinto y rápidamente reconocible que atrapa tanto por su puesta en escena como por su jugabilidad.
Mi relación con éste juego fue un poco una montaña rusa, hará un par de años cuando salió me atrajo su estética de anime serio, y su historia adulta con líos de faldas de por medio (nada habitual en éste mundillo) y obvié (u olvidé con el tiempo) el estilo jugable. Aprovechando una oferta dos años después me hice con él y a primera vista el estilo “puzzle” me desanimó un poco, después de un día de trabajo me apetecía poco seguir forzando la neurona, pero nada más lejos de la realidad por suerte.
Catherine nos pone en un desafío constante de cubos, trampas, acoso en forma de Final Bosses y enemigos cabritos (en más de un sentido) que tienen ése punto justo en que aprieta pero no ahoga, y el pique está servido.
Su propuesta argumental nos sitúa como Vincent un tipo sencillo, informático, treintañero, con una vida normal, los típicos problemas de trabajo y dinero que acucian hoy día, y una relación estable y acomodada con su novia Katherine. Ella es quien sacude la apacible rutina de Vincent al insistirle vehementemente en que se han de casar, y eso al amigo no le acaba de cuadrar por lo que ahoga sus tribulaciones en el bar de reunión habitual con sus colegas, el Stray Sheep.
Allí Vincent da vueltas a la idea de dar el paso mientras te tomas una copa (o unas cuantas), hablas con los parroquianos del lugar, mandas SMS a tu chica, te echas una partidita a una recreativa que muy pronto te será familiar, o le cambias el agua al canario, lo que quieras, y entonces…. se lía la cosa! Tras una noche de copas que no recuerdas muy bien despiertas junto a Catherine (sí con C) una chica que conociste en el bar, dicharachera, provocativa y que bebe los vientos por Vincent, y parece que ha habido temita.
La actitud de la chica se reafirma y te verás envuelto en una espiral de dudas, atracción, visitas nocturas y decisiones a 3 bandas para capear la situación mientras decides que hacer, si optas por seguir con tu vida tranquila pero acomodada, o en cambio por la emoción y la inquietud de una aventura. Éstas decisiones, así como todo lo que conllevan (Citas, llamadas, sms, etc..) tendrás que sufrirlas en primera persona ya que el devenir de la aventura está marcado por las decisiones que tomes en cada circunstancia que se te plantee, y que se reflejaran con un medidor de “El bien y el mal” en función del cual llegaremos a uno de los 8 finales posibles.
Pero claro lo más importante es que cada noche te verás abocado a una suerte de purgatorio, donde (en gallumbos y con unos lustrosos y rizados cuernos) te encontrarás con unos carneros parlantes (OMG!) que son otros tipos envueltos en situaciones similares a la de Vincent y condenados por sus escarceos amorosos a éstas pesadillas.
Podrás hablar con ellos, hacer algunas compras que alivien tu camino y aprender técnicas para sortear los niveles a medida que avanzas. En éste punto quizás empieces a relacionar cosas que vas oyendo de fondo en las noticias de la TV que hay en el Stray sheep, o de lo hablado con tus amigos… la gente está muriendo misteriosamente por las noches y las historias relatadas se empiezan a ajustar a las de los carneros que comparten tú destino. Cuando te sientas preparado puedes pasar a un confesionario que hay al fondo, donde una voz te pondrá de nuevo en la tesitura de dar respuesta a alguna pregunta comprometida sobre como actuarías antes de catapultarte hacia el nivel de ésa noche.
Y éste es el núcleo duro del juego, cada noche una de éstas pesadillas te llevará a escalar una torre de cubos que van cayendo hacia el abismo para salvar tu vida, en el menor tiempo posible, evitando diferentes trampas y poniendo a prueba tú capacidad para pensar bajo presión y encontrar la forma de seguir subiendo hasta la cima, donde encontrarás una salvadora campana que te abrirá las puertas a un nuevo día.
Cada noche estarás condenado a sufrir una pesadilla durante los 8 niveles de 3 fases cada uno (salvo los dos últimos que tienen 5 ,si no recuerdo mal), o llegas hasta el final, o mueres, así de simple. Al final de cada nivel te las verás con uno de tus miedos (el matrimonio, los hijos, etc..) materializados en aberrantes perseguidores que te pondrán las cosas aún más difíciles y te harán sudar la gota gorda con fulminantes ataques, derrumbando partes de la torre, y cosas por el estilo.
A partir del tercer nivel la curva de dificultad da un salto notable y pasarás de completar los niveles casi del tirón a perder la cuenta de los intentos que llevas, alcanzando un punto suficientemente desafiante como para no parar pero tampoco abandonar, y he aquí la gran virtud del juego. Conforme avanzas tu día a día y tus pesadillas se van entremezclando, relacionas a la gente del Stray Sheep con algunos de los corderos de tus pesadillas, o a éstos últimos con los jóvenes muertos que se oyen en las noticias a diario y todo empieza a volverse confuso.
Además Catherine y Katherine irán estrechando el cerco sobre ti poniéndote cada vez en situaciones mas comprometidas y de difícil escaqueo. Cubos que se caen, cubos helados y resbaladizos, cubos inamovibles, cubos con trampas ocultas… mientras cada noche tus compañeros de pesadillas van mermando éste particular purgatorio se va volviendo más difícil, más altas las torres a escalar, y más tendrás que afinar el ingenio si quieres sobrevivir a otra noche. Además una vez termines el juego tendrás dos modos de juego para seguir jugando, un 1vs1 local (ideal para piques fraternales) y un modo online.
Esto es Catherine (que no es poco), un soplo de aire fresco y brillantez al que deberías darle una oportunidad, un estilo visual y de juego propios, y un argumento fuera de convencionalismos. [90]