Concurso No Oficial de Relatos Cortos sobre GTA: El Último Trabajo

Bases del concurso

Autor: Solrak

Tan sólo han bastado un par de minutos para que la impaciencia empezara a apoderarse de él. Tenía la mala costumbre de presentarse con antelación a los puntos de encuentro, y luego le angustiaba el hecho de tener que esperar a su contacto. Pero esta vez era diferente. Era su última vez… Se encendió su tercer cigarrillo desde que había alcanzado el cuarto piso de la habitación de aquel hostal de mala muerte desde el que vigilaba el punto de encuentro. Un gran lección aprendida de sus años trabajando para la familia Leone. Ya hacía cinco minutos que debería estar abajo esperando a su contacto, pero no se mostraría hasta que se hubiera asegurado que el lugar era seguro.

Suena el teléfono de su habitación y sobresaltado deja caer el cigarrillo por la ventana. Tiene unos momentos de duda, pero finalmente decide acercarse hasta el teléfono y descuelga el auricular… Silencio…

Vamos, chico… Hace cinco minutos que deberías estar abajo…

Permaneció mudo al teléfono, tratando de recuperar la calma perdida en tan sólo unos segundos, y volvió a encenderse otro cigarrillo. La voz al otro lado del teléfono no dijo nada más, pero seguía a la espera y se oían unas risas alejadas…

Éste iba a ser su último trabajo, pero no quería que se le fuera de las manos. Estaba harto de acompañar a rameras a por clientes, dar palizas a cuatro desgraciados que han escogido los enemigos equivocados y realizar trabajos de transportista barato donde él asumía todos los riesgos para que otros se llevaran los grandes beneficios. Éste iba a ser su último trabajo, y a diferencia de las anteriores veces que se lo había dicho, hoy iba a ser diferente. Hoy iba a decidir él su destino y no habría nada que le pudiera hacer cambiar de opinión. Le asqueaba la ciudad de Los Ángeles, como acabó detestando otras ciudades como San Francisco, Las Vegas, Miami, Nueva York… Tenía que volver a desaparecer, pero ésta vez él eligiría donde iba a ir. Y en qué condiciones…

Colgó el auricular y se dirigió tranquilamente hacia la puerta de la habitación. No iba a dejarse impresionar simplemente porque le hubieran localizado. No se había esmerado especialmente esta vez en ocultarse, y no eran pocos los que sabían su forma de trabajar. Tomó el pasillo hasta el final y salió por las escaleras exteriores, procurando evitar la calle principal. Tras llegar al callejón se encendió un nuevo cigarrillo.

Siempre tan previsible… Parece mentira que sigas vivo… – El cigarrillo otra vez en el suelo. Se giró rápidamente y desenfundó su pipa apuntando…a la nada. Estaba empezando a volverse loco.

Volvió a sacar otra cigarrillo y mientras lo encendía encontró en el suelo una caja de cartón que por algún motivo que no podía explicarse no encajaba con aquel lugar. Se acercó tranquilamente, intentando recuperar la calma que cada vez parecía más difícil de alcanzar y tras llegar a ella la cogió sin demasiados reparos. Un olor familiar inundó sus fosas nasales, y antes de abrir la caja ya sabía que encontraría dentro. Doce puros habanos de la mejor calidad le estaban aguardando en un callejón de mala muerte a escasos metros de donde teóricamente debía tomar su último trabajo. Hacía ya muchos años que dejó de creer en las casualidades…

Como era de esperar, una nota se escondía tras los puros, pero decidió no precipitarse. Sabía perfectamente quién le entregaba esos puros. Sabía perfectamente que éste no iba a ser su último trabajo. Sabía perfectamente que una vez leyera esa nota volvería a estar metido en un mundo de prisas, urgencias, miedos y respeto, del que por más que quisera no podía escapar. Pero todo esto no empezaría hasta que leyera la maldita nota, por lo que, en un momento de lucidez, decidió posponer su próxima aventura el tiempo necesario para fumarse un buen puro cubano

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