Detroit: Become Human es un título con el que uno llega a hacerse un sinfín de preguntas y no solo estrictamente sobre el juego en sí y todas las reflexiones que plantea a nivel social, emocional o incluso moral.
Es un auténtico termómetro personal sobre prejuicios individuales de cada uno de nosotros y nos invita a ponernos a prueba como seres humanos, metiéndonos paradójicamente en la piel de tres androides del Detroit de 2038. De eso trata Detroit, de ser humano, da igual de qué color sea tu piel, tu procedencia, tu género, tu sexualidad, edad o de si estás hecho de carne y hueso o de plástico, látex y metal.
¿Lo mejor de la compañía?
La primera pregunta que todo el mundo se hace es sobre si el título de Quantic Dream es el mejor del estudio francés encabezado por David Cage. Para mí la respuesta es, rotundamente sí. Lo es por muchos motivos, pero principalmente lo es por qué consigue un ritmo apabullante, unos personajes complejos y muy bien escritos y una historia que, aunque no es original ni única, es ideal para contarnos todo lo que desde el estudio se proponen.
Para empezar, consiguen meternos en la piel de los más oprimidos para que sintamos toda la carga que eso conlleva y además lo hace sin frivolizar. Es verdad que se tocan muchos temas como maltrato infantil, racismo, machismo o esclavitud. En mi opinión lo que Quantic Dream intenta hacer es una breve introducción a todos estos problemas para que nosotros pongamos el resto de nuestra parte. Un batiburrillo de injusticias sociales diferentes entre ellas y sin la misma solución, pero con la misma solidaridad a la hora de esforzarse en denunciarla a través del medio.
Son temas que se tratan poco en los videojuegos y creo que el esfuerzo para mostrarlos aquí de forma desgarradora y en ocasiones muy explícitamente, consigue que Detroit: Become Human transporte a los jugadores directamente a las carnes de todos estos sectores tan castigados por sus agresores para que los experimentemos en primera persona, esperando que sirva para hacernos reflexionar sobre todo ello. Pagaría por ver la cara de un racista o un maltratador jugando a Detroit: Become Human para ver cómo reacciona al ser la víctima, dudo que le afectara o le cambiara, pero si estas iniciativas sirven para mejorar a algunas personas como seres humanos bienvenido sea el título y todo lo que le siga detrás.
La historia de Detroit: Become Human
Estamos en Detroit, año 2038. La elección de la ciudad no me parece casual por qué representa la industrialización más agresiva y la debacle económica más sonada que ha sufrido ciudad alguna de Estados Unidos en toda su historia. Pero volviendo a los androides y a la Detroit del juego, éstos están diseñados para servir en muchos ámbitos de la sociedad y los hay de todos tipos: desde barrenderos hasta prostitutas.
Entre medio hay cuidadores de niños y sirvientes de hogares humildes como es el caso de Kara, una de los tres protagonistas del juego. Kara vive en un hogar desestructurado, cuidando de Alice, una niña a la que su madre abandonó y que vive con su padre, drogadicto. El padre las maltrata a las dos y culpa a la niña de todos sus problemas, incluso de que su ex mujer les dejara.
Por otro lado, tenemos a Markus, un androide que cuida de un anciano llamado Carl y se encuentra en una situación que es todo lo contrario a la de Kara, Carl es un artista jubilado y trata a Markus como si fuera humano, le motiva para encontrar su camino y pone constantemente a prueba a su amigo y cuidador androide, animándole incluso a coger un pincel y un lienzo para expresar su arte en la pintura artística.
El tercero se llama Connor y es el modelo más avanzado de la empresa que fabrica a los androides, Cyberlife. La corporación envía a Connor para ayudar a la policía a investigar un brote de androides divergentes y tiene como compañero a Hank, un policía medio alcohólico que desconfía totalmente de los androides y duda de la capacidad de Connor a la hora de serle útil en su investigación. Los androides divergentes son aquellos que deciden ser libres y se rebelan contra los maltratos de sus dueños o simplemente por qué anhelan su libertad y deciden luchar por ella.
La rebelión de las máquinas
A los ojos de los humanos, sean ciudadanos de a pie, personas del gobierno o la propia Cyberlife, los androides divergentes sufren un problema o avería y deben ser reparados, hay mucho dinero en juego y la sociedad no debe perder la confianza en la servidumbre y utilidad que estos les proporcionan, por lo tanto se convierten en un peligro para la sociedad, un problema grave para un sistema que es tan dependiente de ellos como lo somos nosotros en la actualidad de los teléfonos móviles, de los electrodomésticos o de internet. Solo que a diferencia de un androide divergente dispuesto a devolver el puñetazo de sus dueños, nosotros podemos dar una patada a la lavadora o romper el móvil cuando nos enrabietamos por algo sin que estos se molesten y se rebelen contra nosotros.
Los divergentes deberán emprender un largo camino en su búsqueda de derechos y libertades y deberán convencer al gobierno y a la sociedad de que no están defectuosos y que no son un peligro para nadie. Claro que la situación parece difícil de solventar, pero los revolucionarios seres metálicos están convencidos de su causa y lucharán hasta las últimas consecuencias.
Nadando contra corriente
Los 3 protagonistas tienen motivaciones y objetivos distintos, Kara decide escapar con Alice para vivir juntas en paz lejos de los maltratos del progenitor y Markus se convierte inesperadamente en el líder de una revolución viviendo en una comuna de androides que han escapado de sus dueños y viven libres pero escondidos. Connor es un extraño caso de androide anti divergentes incluso más que los humanos, y su causa es la de detener el problema junto a los humanos. Cada uno de ellos tiene su atractivo y creo que son bastante interesantes y aportan por igual a lo largo de una historia que puede oscilar entre las ocho y las 12 horas de duración aproximadamente que se necesitan para terminarla.
En mi caso intenté comportarme como creo que lo harían los protagonistas adaptándome a sus personalidades, inquietudes y deseos y el resultado fue muy satisfactorio. En ocasiones los personajes se cruzan y puede que en ese momento estés controlando a Connor y decidas fallar para beneficiar a Kara o Markus y la verdad es que es algo novedoso ya que en realidad no pierdes ni ganas, simplemente estas constantemente intentando que la balanza no caiga del lado equivocado para los intereses de tu objetivo final, algo difícil de explicar y placentero de experimentar.
A nivel estructural el título también alcanza cotas altísimas dentro del estudio y responde a la pregunta de si es el mejor juego de Cage, otro rotundo sí. Quantic Dream ha decidido optar por contarnos la historia en capítulos, entremezclando las aventuras de los tres androides siguiendo un orden temporal continuo y con una duración variable, con un ritmo vertiginoso que no decae en ningún momento y que consigue mantener al jugador enganchado al mando. Además, en una decisión para sacar musculo y en mi opinión acertada, después de cada capítulo podremos ver un árbol que nos muestra el esqueleto del juego y de paso, todo el recorrido por el que nos han llevado nuestras decisiones. Y lo mejor es que podemos volver a meternos en cualquier punto para tirar por otro camino y comprobar que otras consecuencias conlleva tomar distintas opciones. Éste es pues, otro punto fuerte del juego donde podemos decir que hay muchas ramificaciones y que Detroit: Become Human supera a todo lo visto hasta el momento.
Decisiones difíciles
El juego está repleto de situaciones muy emotivas y con una fuerza emocional excepcional y puede parecer tonto, pero he llegado a involucrarme y enrolarme tanto en su historia y a preocuparme tanto por el bienestar de los tres androides protagonistas, que he tomado decisiones contra mi voluntad solo por querer protegerlos. Y eso no me había sucedido en un juego desde hace mucho tiempo. He querido proteger a Kara y Alice por encima de una pareja de desconocidos y su bebe robándoles unos billetes de autobús y más tarde no lanzar un ataque en la ciudad por no dañar a esa familia que se había quedado atrapada en ella.
He preferido no utilizar la violencia para ganarme el apoyo de la ciudadanía dejando morir a compañeros. También he optado por perder amigos y sacrificar mi libertad por motivos laborales y he matado por mi amo. Son solo ejemplos de cosas que he hecho en Detroit: Become Human, algunas por qué es lo que quería hacer yo y otras para seguir la personalidad de los tres personajes. Connor ha ido creciendo y es un claro ejemplo de ir de menos a más. Markus es una línea regular que se mantiene al nivel durante todo el juego y Kara es sin duda mi personaje favorito y lo es por su cometido, por las situaciones y por el final que he tenido con ella, el más satisfactorio de los tres en mi partida. Esa ha sido mi historia en Detroit, la tuya puede ser muy distinta y al hablar con amigos sobre el final, situaciones del nudo de la historia, personajes que mueren o no.…Es increíble lo que cambia todo y es un logro por parte del juego y un antes y un después en el género.
Una delicia para los sentidos
A nivel técnico el estudio francés vuelve a dar otra lección de maestría rozando el foto realismo y esta vez sin producir el molesto efecto valle inquietante que tanto chirría en este tipo de juegos. Las expresiones, animaciones, miradas y gestos son realmente impactantes y el acabado gráfico es de lo mejor que podemos ver en la actual generación. Los escenarios son en ocasiones bastante amplios, pero sobre todo son muy detallados y cuidados. Desde luego los esfuerzos por crear una ambientación creíble pasan por conseguir unos entornos a la altura de todo lo demás, y en eso el estudio lo vuelve a clavar y al ver el acabado general de Detroit: Become Human se entiende el tiempo que han tardado en lanzar el juego desde el famoso vídeo donde mostraban el nuevo motor y en el que, por cierto, ya aparecía Kara.
Para la banda sonora se han contratado a tres compositores distintos para cada uno de los tres protagonistas y la verdad es que, sin ser excepcional, ayuda a ensalzar los momentos en los que se necesita intensidad, calma o tensión para redondear el audio con lo visual y consigue su cometido de sobra. Las voces del doblaje al castellano están al nivel estándar de Sony con Connor como el mejor ejemplo y Alice, la niña como el peor. Poco se le puede echar por cara a PlayStation en ese sentido, donde sigue invirtiendo con fuerza en doblajes y se agradece mucho.
Una valoración final
Detroit: Become Human es otro imprescindible de PS4 que deberías tener en tu estantería sabiendo a lo que te enfrentas y por el camino que tomaron en Quantic Dream. El camino de las aventuras gráficas clásicas olvidadas, llevadas a los tiempos modernos, por qué no todo son disparos y saltos, los juegos reposados con los que disfrutar interactuando a golpe de point & click y QTE no son cosas del pasado y todavía tienen futuro, sobre todo si están al nivel de Detroit: Become Human. [9]