Cómo corresponsal en E3, el domingo previo al inicio del evento lo vivo con una mezcla de expectación sobre lo que nos depara la feria y la frustración que generan las interminables esperas. La agenda del domingo es simple: recoger las acreditaciones tanto de las conferencias del lunes como la de la propia feria.
Así que, preso del cambio de horario me he levantado mucho más temprano de lo necesario y he hecho algo de tiempo narrando mis vivencias por twitter (recordad que podéis seguir toda la actualidad del E3 por twitter con el hashtag #AKBE3).
Tras un modesto desayuno en un Starbucks donde he podido aprovechar la conexión medio decente que ofrecen, me he dirigido a uno de los mejores hoteles de la ciudad donde Sony repartía a los medios registrados las pulseras que dan acceso a la conferencia de mañana. Un trámite corto que agiliza las colas que irremediablemente sufriré antes de cada evento.
La siguiente cita del día no llega hasta las 13:00 que es el momento en que abren las puertas del Convention Center para poder recoger las acreditaciones del E3 y, con ello, también se abren las puertas de la zona de prensa donde la organización nos provée con una conexión a internet que nos permite cubrir el evento con ciertas garantías y habilitan una zona con ordenadores para facilitarnos el trabajo.
Llegados a este punto, el trabajo del corresponsal consiste en sentarse y empezar a escribir.
Una gran ciudad turisticamente limitada
Los Angeles es una ciudad inmensa cuya arquitectura está formada mayoritariamente por casas bajas. Lo más chocante como visitante es ver las inmensas autovías que cruzan esta gigante metrópoli y que sirven como sistema de interconexión indispensable para sus habitantes. En esta ciudad todo está muy separado y la diferencia entre los barrios residenciales y las zonas de negocio son muy claras.
Un ejemplo evidente es el downtown donde tenemos el centro de convenciones que sirve de sede para el E3 y el conocido Staples Center, estadio de los Lakers. Nos encontramos en una zona donde conviven ostentosos edificios de oficinas de las más importantes empresas, hoteles de sobrada calidad cuyos costes sólo están al alcance de los más adinerados y, luego, gente rozando la miseria pidiendo en la calle.
Luego, es dificil amortizar el tiempo libre en un sitio como Los Ángeles. La ciudad carece de edificios emblemáticos cómo podrían ser el Museo del Prado en Madrid, la Giralda en Sevilla o la Sagrada Familia en Barcelona. El visitante aquí tiene opciones contadas: visitar alguna de las playas famosas como Venice Beach o el embarcadero de Santa Mónica, dar un paseo por la Avenida de la Fama y visitar los famosos teatros del lugar o acercarse a ver el signo de Hollywood.
Cualquiera de estas opciones, muy alejadas del radio de acción de un corresponsal que cubre la feria en solitario y sin vehículo particular. Debéis pensar que como buen paradigma de ciudad norteamericana, Los Ángeles hace gala de un deficiente servicio de transporte público destinado a las clases menos pudientes de la sociedad y ninguna de las posibles opciones turísticas está a menos de 1 hora del centro de convenciones. Así que toca armarse de paciencia y hacer tiempo «disfrutando» de un café excesivamente caro en alguna de las cafeterías locales…