Cuando parecía que no podía ir a mejor, Sony me ganó definitivamente. Además del tridente mágico formado por The Last Guardian, Final Fantasy VII y Shenmue III, los nipones supieron también hacer algo más que grandes anuncios, hicieron que me sintiese satisfecho finalmente por haberme hecho con una PlayStation 4. ¿Culpable? Guerrilla Games.
Teniendo en cuenta que ese tridente se trataba de un juego que ya conocíamos, un remake y un Kickstarter (los dos últimos no son exclusivos), me hizo mucha más ilusión conocer la existencia de una nueva IP. No me malinterpretéis, ya no me quedan uñas para jugarlos, pero lo que verdaderamente valoro de una compañía en el E3 es que ofrezca contenido que solamente encontraré en esa plataforma.
Horizon: Zero Down es lo que buscaba. Los padres de Killzone han sido capaces de presentar de la forma más noble posible una nueva propiedad intelectual, es decir, mostrando desde el primer minuto qué es y qué pretende su propuesta. Con tan solo 15 años en la industria, los holandeses han conseguido consagrarse como uno de los estudios second party de Sony más valorados. Para empezar, Horizon nos ofrece un mundo enorme, con personalidad y visualmente espectacular.
La interpretación de los colores es en cada momento muy saturada y se siente vivo. La ambientación, quizás postapocalíptica, es muy personal y diferente a lo que estamos acostumbrados. La puesta en escena del juego propone muchas dudas al jugador, ganas de saber qué ha pasado y qué es eso enorme que se mueve frente a nosotros.
Me encanta que el protagonista sea realmente la protagonista y que se mezcle el género de la acción con cierto toque de rol; hay que pensar cómo atacar y dónde a los enemigos. No nos sentimos invulnerables sino que siempre estamos en peligro. Todo ello, aderezado por un concepto que aprece ser sandbox, ha hecho que Horizon: Zero Down sea mi juego más esperado de PlayStation 4 en 2016, un exclusivo que, tal y como ha hecho Bloodborne recientemente, es un alarde para la máquina de Sony.