Ayer completé por primera vez Star Fox Zero. Desde que tengo el juego he podido jugar ya unas 7 u 8 horas, pero me he entretenido tanto completando niveles que lo que podría haber sido un run de hora y media ha terminado siendo un constante proceso de aprendizaje por eso de intentar entender a Miyamoto, porque no terminaba de convencerme.
Hoy no quiero hablar de la nueva aventura de Fox McCloud, ero ya puedo deciros que no es lo que esperaba; sin embargo, me voy a cambiar de oficina dentro de Nintendo EAD y me voy a bajar a la planta donde se desarrollaron los F-Zero, porque creo que hay alguien que todavía no se da cuenta de que están perdiendo una oportunidad de oro.
A finales del año pasado aluciné bastante con la propuesta de Shin’en Multimedia, que si bien se quedó a medio camino entre lo espectacular y cierta falta de identidad, ese Fast Racing NEO fue sencillamente brutal para una Wii U en cuestiones técnicas. Así pues, ¿por qué no esforzarse en hacer un juego de velocidad futurista con las posibilidades del hardware actual y un modo online a la altura?
Si jugar a F-Zero GX sigue siendo a día de hoy una de las experiencias tridimensionales más satisfactorias que personalmente puedo encontrar en todo el catálogo de Nintendo, adaptando todo eso a los tiempos actuales y manteniendo esa sensación de velocidad que caracteriza a la licencia podría convertirse en uno de aquellos golpes sobre la mesa que dejan huella. F-Zero GX dejó su impronta en la historia de la saga, quizá NX sea el escenario elegido por Tatsumi Kimishima para que vuelvan los gritos enfervorizados de las gradas invisibles de esos circuitos a cientos de kilómetros por hora. La vuelta de F-Zero sería mucho más que el regreso de una saga, es la vuelta de una forma de jugar con Nintendo.