Hoy, desde AKB, venimos a hablaros de una compañía japonesa muy especial, Studio Ghibli. Sois muy afortunados aquellos que todavía no habéis visto ninguna película del estudio. Os aseguro que una vez que empecéis, no podréis parar de ver una detrás de otra.
En este artículo, haremos un breve recorrido por la historia de Studio Ghibli, desde su fundación, hasta nuestros días. Asimismo, pondremos a vuestra disposición una pequeña selección de obras imprescindibles que no podéis dejar de ver y algunas curiosidades del estudio, así como una breve exposición de algunos de los temas clave recurrentes que se suelen incluir en los filmes de la compañía.
Bienvenidos al fantástico universo de Studio Ghibli.
Historia
La compañía comenzó su andadura en 1985, liderada por un joven Hayao Miyazaki y, su amigo, el cineasta Isao Takahata. Podemos hacernos una idea de las dimensiones épicas de la decisión de Miyazaki y Takahata de formar una compañía teniendo en cuenta que éste último ha creado dos de las series más míticas de todos los tiempos, Heidi (1974) y Marco (1976), ambas galardonadas y aclamadas en prácticamente el mundo entero. Antes de 1985 y del alumbramiento del nuevo estudio, tanto Hayao como Isao Takahata trabajaban, también juntos, en Tokuma Shoten, otra compañía cinematográfica, quienes también poseían una revista de manga en la que se publicó por primera vez Nausicäa del Valle del Viento (1984).
Este sería, en esencia, un muy breve resumen de la historia cronológica de este estudio japonés tan especial.
Las películas de Studio Ghibli se han caracterizado siempre, aparte de por su incuestionable belleza, por incluir profundos mensajes, pero, ¿cuáles son esos mensajes?
En primer lugar, es innegable que Hayao Miyazaki es un ecologista convencido y así lo ha mostrado siempre tanto en sus películas como en las de Isao Takahata: la devastación de la madre naturaleza por la ambición del hombre suele ser el tema recurrente en un buen número de obras de los artistas, como, por ejemplo, podemos ver en La Princesa Mononoke (1997) de Hayao Miyazaki o en Pompoko (1994) de Isao Takahata.
Por otro lado, otro de los temas fundamentales de las películas es el japonesismo incrustado en ellas, el orgullo patrio y el deseo de dar a conocer el exquisito folclore de un pueblo milenario. En palabras de Thomas Lamarre en su obra The Anime Machine: A Media Theory of Animation:
Un modo habitual de ver la relación entre Miyazaki y su animación, por ejemplo, es situar ambos en Japón y enfatizar la determinación cultural o sociohistórica de la animación. Miyazaki aparece entonces como un producto de su cultura, y sus películas animadas, también, son en gran parte vistas como producto de la cultura japonesa, como una expresión de japonesismo. Tal aproximación recae fácilmente en el determinismo cultural o culturalismo, promoviendo una visión en la cual la animación producida en Japón reproduce directa e inevitablemente valores japoneses. Esto se ha convertido en una manera extremadamente popular de ver las animaciones japonesas, y englobarlas dentro de la categoría de anime refuerza esta tendencia a interpretar todas las animaciones japonesas como expresiones de valores nipones. El resultado es una sencilla reproducción de un japonesismo unitario, autoidéntico y monolítico.
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) también marcó una huella imborrable tanto en Miyazaki como en Takahata. Como claro ejemplo de ello tenemos La Tumba de las Luciérnagas (1988) de Isao Takata, una desgarradora historia que, lamentablemente, puede tomarse, sin lugar a dudas, como un retrato de la situación de muchas personas en aquellos aciagos años.
Otro tema fundamental de las películas de la compañía es, como ya hemos mencionado antes, el folclore japonés. Este punto puede vislumbrarse con mucha claridad en El viaje de Chihiro (2001), donde se aprecian los bakemono -monstruos-, o espíritus sagrados japoneses, así como en La Princesa Mononoke (1997) podemos apreciar diversos espíritus típicos de los bosques de Japón.
Aquí me gustaría puntualizar, como teoría personal, por así decirlo, que podemos encontrar una vaga similitud de la cultura japonesa con las culturas grecolatinas en esta película personalizada en el personaje de Haku, un dios río, tan frecuentes y tan mencionados en obras clásicas como las Metamorfosis del poeta latino Ovidio.
Otro punto clave para entender un poco mejor la mecánica de las películas de Hayao Miyazaki en concreto, es su percepción de la posmodernidad, influyente también en las artes y la cultura. No voy a detenerme a explicar con mucho detalle qué es la Posmodernidad, pues podríamos escribir una tesis doctoral sobre ello, por lo que, en breves palabras, podemos decir que es el momento actual -vivimos en una época posmoderna- en la que prácticamente todo se centra en el consumo masivo, el individualismo y un mercado de entretenimiento enfocado a los adolescentes. Repito, esta definición, más bien de andar por casa, refleja únicamente una pequeña parte de lo que es la Posmodernidad en sí.
Como decíamos, Hayao Miyazaki sintió el irrefrenable marco de la Posmodernidad y de la globalización que, a sus ojos, estaba provocando un atrofiamiento de la imaginación (Dani Callavaro, The Animé Art of Hayao Miyazaki).
Estos factores expuestos son únicamente una pequeña parte de todo el planteamiento que se puede extraer de las obras de Studio Ghibli. Tardaríamos, sin duda, mucho tiempo en descifrar cada símbolo y mensaje incrustado en cada una de las obras.
A continuación, pasaré a mencionar cuatro películas fundamentales – para mí son imprescindibles todas – de Studio Ghibli: El Castillo en el Cielo (1986), Porco Rosso (1992), La Princesa Mononoke (1997) y El Viaje de Chihiro (2001).
El Castillo en el Cielo (1986)
Sheeta es la única persona en el mundo que conoce el secreto de la ciudad flotante, resultado de una civilización al parecer extinta. Pazu es un joven rebelde que se cruzará en su camino. Alcanzar el castillo en el cielo y conocer sus misterios ocultos se convertirá en una odisea llena de aventuras y personajes, reforzando a la vez la relación de afecto entre Pazu y Sheeta ante la adversidad.
Laputa, una ciudad inalcanzable desde la superficie terrestre. El castillo es lo único que se puede apreciar, en contadas ocasiones, desde la tierra. Esta película me recuerda mucho a la mítica Atlántida, tema de pesquisas y discusiones aún hoy día.
Porco Rosso (1992)
Porco Rosso no es un aviador corriente. De hecho, su nombre le viene por una maldición que sufrió años atrás y que transformó su cuerpo humano en el de un cerdo gigante. Desde entonces, Porco trabaja como caza-recompensas y protector de los barcos que sufren el ataque de los piratas.
Italia, Estados Unidos, cameos de militares, etc. Una vez más, la guerra influye en uno de los films de Studio Ghibli.
En una de las escenas de la película, se puede ver a una serie de militares. Uno de ellos me recuerda profundamente a Adolf Hitler, quizá sea un personaje inspirado en el terrible dictador o, quizá sea únicamente un desafortunado parecido, quién sabe. En la foto que encabeza este párrafo, me refiero al segundo personaje comenzando por la izquierda.
La Princesa Mononoke (1997)
Tras sufrir el ataque de un monstruoso jabalí maldito, el joven Ashitaka emprende el camino en busca de la cura que detenga la infección. Mientras, los humanos están acabando con los bosques y los dioses convertidos en temibles bestias hacen todo lo posible por protegerlo encabezados por Mononoke, una princesa guerrera. Ashikata deberá escoger bando y decidir si ayudar a los hombres o las deidades intentando detener la maldición de su herida que se extiende por su cuerpo sin cuartel.
El Viaje de Chihiro (2001)
Chihiro y su familia se ven obligados a mudarse de la ciudad al campo con motivo del cambio de trabajo del padre. Tras perderse en medio de la montaña, descubren las que creen las ruinas de los muchos parques de atracciones que se construyeron en Japón y que, debido a su fracaso, fueron abandonados en medio de la nada. Sin embargo, cruzan la frontera a un mundo distinto, un mundo en el que las noches están pobladas de espíritus y monstruos típicos del folclore japonés. Chihiro, para salvar a sus padres de la maldición de la bruja Yubaba que les ha transformado en cerdos, deberá trabajar en las termas de la ciudad, al servicio de la bruja.
Tras estas recomendaciones, insisto en que la imprescindible por excelencia de estas cuatro películas es La Princesa Mononoke. Aunque, para mí, todos los filmes tienen un encanto especial y una magia incuestionables.
Gracias al ingente trabajo de los artistas que conforman el equipo de Studio Ghibli, se vuelve a los orígenes de la cultura japonesa y se hace una fuerte denuncia de algunas de las costumbres y mentalidades que nuestra sociedad ha adoptado. Porque, ¿si no cuidamos nosotros el planeta, quién lo hará? Desde este punto de vista resulta ridículo, si lo analizamos con un poco de lógica, que nos encontremos destrozando el planeta en el que vivimos. Y no me refiero a, por ejemplo, el uso de la energía nuclear y otros temas de los que organizaciones como Greenpeace y otras vienen denunciando desde hace varios años. Me refiero al simple hecho de tirar un papel al suelo o de ir a pasar un día al campo y dejar toda nuestra basura desperdigada, así como en las playas y otros lugares naturales que están ahí para el disfrute de todas las personas, no para su destrucción sin piedad.
Sin la labor profesional de Miyazaki y Takahata, así como la de otros cineastas japoneses, nos sería más difícil conocer algunos puntos fundamentales de la cultura japonesa. Siempre estarán las enciclopedias e Internet, pero no se puede cuestionar que es más fácil comprender algo -solamente su esencia, pues conocer el folclore japonés a fondo nos puede llevar toda una vida de estudio- a través de los medios audiovisuales porque resultan más atractivos y, quizá, menos agotadores para el cerebro y más inmediatos.
Por último, me gustaría comentar que, si os apasiona Studio Ghibli y la obra de Hayao Miyazaki, un libro imprescindible en vuestras estanterías es El Mundo Invisible de Hayao Miyazaki, de la autora española Laura Montero Plata, especialista en manga, anime y cultura japonesa, y publicado Dolmen Editorial en 2012, por el precio de 24,00€, en una muy cuidada edición en cartoné de 250 páginas en las que la autora «descubre decenas de anécdotas, imágenes y materiales, hasta ahora desconocidos, acerca de un hombre capaz de crear los lugares en que habita la memoria».
Y, hasta aquí, este homenaje a Studio Ghibli. Esperamos que os haya gustado y nos encantaría que nos dieseis vuestra opinión acerca de las obras aquí comentadas.
Os esperamos en el próximo artículo sobre cultura japonesa.