¿Es un producto mejor por ser más largo? La respuesta es clara: No. Pero entonces, ¿por qué estamos constantemente condicionando la calidad de un título, o su precio, por la duración del mismo?
¿Se alargar los juegos de forma artificial?
Un videojuego no se encumbra por durar 10 horas o por durar 100, de hecho, hemos visto casos que entorpecen el avance del juego por alargar la experiencia de manera artificial, haciendo que su calidad se resienta. El relleno innecesario sólo empaña el resultado final de algo que podría haber sido mejor, pero entonces, ¿por qué seguimos pidiendo duración por encima de la calidad? Tal vez sea porque cuando pagamos por algo, queremos que nos dure lo máximo posible, queremos exprimir cada céntimo de euro invertido.
Esto, a la inversa, se puede observar en otros campos. Por ejemplo, cuando vamos al cine nunca miramos el precio de la entrada, es precio estándar, ya dure tres horas o una hora y media. En ocasiones salimos del cine maldiciendo por haber invertido nuestro dinero en una película que no nos gustó, pero no cuestionamos su duración, no preguntamos en la taquilla, “¿a cuánto está el minuto?”. Y esto se podría seguir extendiendo, por ejemplo, al arte. Obras actuales que ocupan una pared y hacen uso de grandes espacios vacíos, no pueden competir con un cuadro como la Gioconda, de 20×30 centímetros, que tiene un valor incalculable.
¿Corto e intenso o largo y aburrido?
¿Acaso no es preferible un descenso vertiginoso e intenso a uno aburrido y tedioso? Personalmente prefiero un juego que dura 6 horas pero no nos deja soltar el mando, y cuando lo hacemos solo podemos pensar en él y queremos repetir la experiencia aunque sea exactamente la misma. Uno que dure 80 horas, pero en las que pasamos 60 haciendo misiones tipo recoge X objetos, o ve a un punto A, para luego ir a B, C o D, para finalmente volver al punto de partida y completar, no me atrae. Se podrían haber ahorrado al menos 50 horas y tener un juego mucho más compacto.
¿Pasaría ese juego de costar 60 euros a 30? ¡No! Simplemente tendríamos una mejor experiencia y además más adecuada a los tiempos que corren. También hay que tener en cuenta que los jugadores tenemos vida fuera de los juegos; necesidades básicas, familia, amigos, trabajos, y por qué no, otras aficiones. Si nos encontramos ante juegos que alardean de 200 horas de juego difícilmente podremos jugar a más de un par de juegos al año.
Los Videojuegos como vía de escape
Los jugadores queremos disfrutar de diferentes experiencias que nos hagan sentir realizados, no queremos hacer cosas aburridas, eso ya lo hacemos en nuestro día a día; ir a la compra, pasar la mopa, recoger la mesa… Los videojuegos son evasión, dadnos emoción y locura, dadnos la intensidad de un momento que no se olvida. No una historia diluida que pudo ser mejor, pero quedará emborronada bajo un abanico de misiones repetitivas que sólo nos hacen dar rodeos en vez de avanzar. Y no sólo se trata de lo que nos ofrezcan, como consumidores tenemos responsabilidades, también debemos ser nosotros los que exijamos que la calidad esté por encima de la cantidad. ¿Cien tortillas envasadas o una tortilla de vuestra abuela? ¿A qué lo tenéis claro? Yo, también.