No, en serio. No vais a conseguir desmotivarme, gente guapa. Por mucho que ahora esté de moda que la gente más in, fashion y estilosa anuncie videojuegos, yo seguiré en mis treces. No vais a conseguir lo mismo que Ljungberg, que cada vez que veo una tienda CalVin Klein tenga que cambiar de acera, o mi tirria a cualquier complemento patrocinado por Beckham y su cuerpazo de semidios griego. Porque siento que los productos L’Oreal no me incluyen en su slogan de «Porque tú lo vales» y que los vaqueros más glam de El Corte Inglés no me van a quedar bien.
Por eso reclamo desde estas líneas que se siga la linea de publicidad en videojuegos con Estopa, Javier Cámara y Amparo Baró (la Sole de 7 vidas, para que nos entendamos). Gente asequible, gente interesante, con éxito, inteligente, pero que no parecen estar esculpidos por Miguel Ángel. No. Por Dios. Sino los videojuegos llevarán camino de convertirse en el enésimo complemento de los gafapasta y cia. Y por ahí no paso. Me bajo del barco antes, I promise.