Uno de nuestros sueños infantiles era verle las teticas a la vecina. Pero por debajo de éste se situaba inmediatamente el de tener un futbolín en casa. Gracias a la tecnología actual podemos llevar una versión portátil en el bolsillo que si ya tuviera en sus opciones la de desactivar la media y el hueco sería la hecatombe. Obviamente no sustituye las sensaciones de pillarte un dedo con el muelle, golpear con la barra en las zonas pudientes del rival cuando se arrimaba demasiado a la mesa ni el collejear a los perdedores que se quedaban a cero y limpiaban el suelo de los recreativos. Pero para todo lo demás cumple la función. O casi.