Dice Milan Kundera en El libro de los amores difíciles, hablando de las relaciones humanas, que de una aventura del pasado, al cabo del tiempo, formamos un monumento en nuestro interior. Idealizamos ese monumento y le otorgamos una belleza que no hace sino crecer cada día. Ese monumento es personal, está dentro de nosotros y no deberíamos derribarlo.
Sin embargo ese monumento puede existir también de forma externa, es decir, otra persona puede saber que has construido un monumento sobre ella. Esa persona puede, egoístamente, pensar que ese monumento es algo ajeno a ella y que por tanto no importa si se derriba o no porque no se vería afectada de la misma forma que la persona que lo ha construido.
Pues bien, todos los que llevamos más de una década afeitándonos tenemos un monumento construido en nuestro interior a la memoria de Golden Axe. Y a SEGA no le ha importado derribarlo…
Mi monumento Golden Axe se construyó en una bodega de Villaverde, en la misma calle en la que vivía, con enormes tinajas que volvieron a mi mente cuando vi la que para mi es la mejor película del cine español El extraño viaje, con el suelo siempre rojo de vino y con una pléyade de alcohólicos que se reían de los chavalines que íbamos a echar cinco duros a la máquina.
No hace mucho uno de nuestros lectores decía que el MAME debería ser asignatura obligatoria. Yo añadiría que sobre todo para los desarrolladores. Y es que Beast Rider es un intento fallido de homenajear uno de los arcades más queridos de la historia. A simple vista por dos razones: sólo puede jugar una persona, no hay cooperativo, multiplayer ni nada que se le parezca; y dos, porque únicamente podemos elegir a Tyris y el resto de personajes (Gilius el enano más famoso después de WonderBoy, que no era un niño, era una persona pequeña) tienen sus cameos.
Otro punto negativo es la recreación de la Tierra de Yuria; vasta, pero desolada, sin vida, sin emoción, sin variedad gráfica y sin gusto artístico. Sólo podemos destacar la recreación del cielo y las tormentas que se acercan desde la lejanía, pero la simpleza de los escenarios y su inocuidad se antojan muy mejorables.
Beast Rider sigue siendo un arcade de acción y el sistema de combate es una mera evolución del arcade con una ligera adaptación a los tiempos modernos que se resume en que hay un botón para bloquear y otro para esquivar, y es básico aprender a usarlos dependiendo del color que lleven los ataques de los enemigos, cuya variedad está a la par de su inteligencia: ninguna. Disponemos también de tres tipos diferentes de magia más la posibilidad de lanzar a distancia el hacha de batalla que al final del juego se convertirá en el Hacha Dorada. Por supuesto podemos montar sobre varios tipos de dinosaurios-bichos, incluido cola de dragón-cabeza de loro, que tienen sus poderes especiales y que nos servirán además para derribar puertas o abrir cofres que de otra forma no se abrirían.
El juego es una sucesión totalmente lineal de niveles con una historia muy floja, más la posibilidad de «disfrutar» las arenas de combate en las que se nos propone un reto al más puro estilo God of War o Devil May Cry. Técnicamente es muy discreto, muy parco en las animaciones de los personajes, en su diseño y en la recreación de los escenarios.
En resumen, Golden Axe: Beast Rider es un claro ejemplo de por qué los juegos de la PSN o del Arcade son una idea excelente: nos permiten disfrutar de los juegos de antaño sin tener que pasar un mal rato. Ahora, si lo que os mola es derribar monumentos del pasado echadle un ojo, pero ya os advierto que de los escombros no vais a construir un nuevo edificio.
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