… Hace 10 años estaba asistiendo a la facultad con mi primo. Fuimos a primera hora ( y única, según nuestro horario de los viernes ), aunque he de decir que intenté convencer a mi primo para hacer campana. Salí escopeteado de clase de Electricidad y Electrónica con mi primo a rastras, nos subimos al coche y enfilé la carretera dirección al Toys’r’us en el que tenía reservado mi Zelda: Ocarina of Time. No sabía qué esperar, mi juego favorito de todos los tiempos – al menos por aquel entonces – era Zelda: A link to the past (SNES), seguido muy de cerca de Ikari Warriors para Amstrad CPC, y las expectativas eran muy altas…
Es extraño cómo es la memoria. Soy incapaz de recordar qué comí hace tres días, en cambio recuerdo con relativa claridad el momento en el que Ocarina of Time llegó a mi vida. Era un día soleado. Recuerdo la pregunta al dependiente, su consulta en el ordenador, su posterior paseo al almacén (aún no lo tenían colocado en la tienda), un pequeño rifirafe con una mujer que se pensaba que el juego era para ella, la pequeña decepción que supuso que el cartucho no fuera dorado… La invitación a mi primo para que se viniera a casa a jugarlo y mi indiferencia a su respuesta negativa…
Al llegar a casa guardé con cuidado el manual de instrucciones – aún las tengo en perfecto estado; en cambio el juego ya no sé dónde para – y me puse a disfrutar de una de las mejores experiencias que he vivido en mi vida de jugador. Epona, la Ocarina, el mundo en 3D, los innumerables NPCs, la música… Los recuerdos virtuales se confunden con la realidad… No sé si es de los mejores juegos de la Historia, pero una cosa tengo clara: Tras Zelda: Ocarina of Time no he vuelto a jugar a una producción la mitad de cuidada, envolvente, mágica…
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