De vez en cuando nacen historias de ciencia ficción que parecen tener algo de premonitorio. En ellas sientes que existe el embrión de un futuro probable o, si la pericia del autor fue mayor, de un futuro inminente. Interplanetary es uno de esos casos. Un juego de estrategia por turnos para PC. ¿El objetivo?: la destrucción de tus vecinos extraterrestres.
Interplanetary nos presenta un reto expuesto de forma tan sencilla como abrumadora: extermina a los habitantes de tu sistema solar. Ejecuta un genocidio de escala espacial y elimina cualquier rastro de vida inteligente, exceptuándote a ti mismo y tu gente, por supuesto. A tu disposición se encuentran herramientas más que suficientes: misiles, cañones láser, escudos cinéticos o cañones de riel (railguns) entre otras. Y es por eso que Interplanetary es un juego que presenta un futuro no tan incierto. Da la sensación de que si mañana apareciese de la nada una especie inteligente en nuestro sistema solar y, oh sorpresa, entre ellos y nosotros existiesen intenciones hostiles por ver quién tiene más pelotas interestelares, lo primero que surgirían serían este tipo de armas y defensas que expone el juego.
Eso sí, aviso para navegantes, Interplanetary está actualmente en su versión alpha; disponible en Steam Early Access. Esto no es un análisis de sus características y defectos (aunque se sopesen), ya que sería injusto despiezar un juego que aún está por montar. Dicho eso, apunta maneras.
La base de las mecánicas de juego es sólida, tan básica como cualquier otro juego de estrategia por turnos: gestiona tus recursos, construye, crece, hazte fuerte y vence. Entonces, ¿qué hace único a Interplanetary?: la puesta en acción de estas mecánicas.
El entorno visual en el que te mueves es tan claro y directo como pueden ser las órbitas elípticas de cualquier sistema solar: con su estrella central, sus planetas, satélites y cuerpos espaciales pululando alrededor de la misma. Un esquema de educación primaria vamos, pero en 3D; con gráficos vistosos, sin que llamen especialmente la atención. Durante tu turno puedes construir y/o mejorar estructuras en tu planeta, en base a la energía y los materiales de los que dispongas. Todo, eso sí, siempre alrededor de tu ciudad. Ellas y sus habitantes son el alfa y el omega. Dependiendo de cuánto las mimes y cómo las conectes con otros edificios, estarán mejor o peor protegidas. Crecerá o disminuirá el número de habitantes. Recuerda, la meta del juego es diezmar las metrópolis enemigas. Genocidio interplanetario.
Cada estructura tiene una serie de espacios disponibles para conectar con otras, como si fuesen los espacios de una regleta. Así, si conecto una planta solar a una de mis ciudades y a su vez conecto a mi ciudad un cañón láser, éste dispondrá de energía, porque está conectado, indirectamente, a la planta solar. Fácil, ¿no? Las distancias para conectar edificios son limitadas, por supuesto, así como el número de espacios disponibles por edificio. Ese es el primer punto a destacar del juego. No basta con construir, es muy importante el cómo. Predisponer y pensar cuidadosamente es más que necesario si no quieres acabar haciendo un batiburrillo que te lleve a una muerte segura. Ahora viene lo gracioso: atacar.
Cada herramienta de tu armamento tiene una forma peculiar de apuntar y atacar, basándose en su rango, posición y las todopoderosas leyes de la física. Por ejemplo, en el caso del cañón de riel, tenemos una herramienta que dispara misiles a velocidades de escape increíbles. A la hora de apuntar veremos cómo en el esquema del sistema solar aparece una delgada línea roja, que nace donde hayamos situado este cañón en nuestro planeta. La línea puede curvarse, cambiará según hacia qué parte del sistema solar señalemos con nuestro puntero, dentro de nuestro rango y, oh dios, la trayectoria evolucionará también, en forma de parábola, si pasa cerca del campo gravitatorio de un planeta o el sol. ¡Ingeniería aeroespacial, qué hermosa eres!
Pero ahora, lo más enrevesado llega cuando te enteras de que, después del turno de cada jugador, el sistema solar se pone en marcha durante unos segundos, los planetas rotan, se trasladan y todo se desarrolla simultáneamente. Lo que significa que la trayectoria que efectuaste hace un momento, justo antes de disparar, puede verse truncada al pasar cerca de ese planeta con el que no contaste, que justo ha orbitado cerca del recorrido de tu misil, que lo desvía unos grados, lo suficiente como para que se pierda en el vacío del espacio y no en la metrópolis de tu enemigo.
Es un sistema complejo, laborioso. Cuesta hacerse con él al inicio. Pero cuando lo haces, es suave como la seda. Construyes, mejoras, desbloqueas nuevas características en un clásico árbol de habilidades, disparas, el sistema solar se pone en marcha y vuelta a empezar.
Cada batalla suele llevar más de una hora y, aun después de varias partidas, sientes cierta frustración personal cuando fallas ese misil o cañonazo láser por culpa de ese maldito campo gravitatorio inesperado. De momento no hay modo campaña o posibilidad de competir contra la inteligencia artificial y quedan flecos, asignaturas que aprobar en septiembre. Pero en general, se siente bien. Llegado un punto te crees una especie de Comandante Adama en Battlestar Galactica, liderando una cruenta lucha por la supervivencia humana, o lo que sea que viva en tu planeta. La banda sonora y el escueto códex ayudan a ello, cumplen su cometido encajando silenciosamente. El juego apunta maneras.
Sospechas que Interplanetary puede llegar a ser algo grande. Que el pequeño equipo indie Team Jolly Roger, tiene algo sustancial entre manos. Casi puedes ver ese embrión desarrollándose gracias a la comunidad de Steam y los esfuerzos de los desarrolladores. Cómo hay un mimo y cuidado por intentar transmitir ese mensaje de futuro no tan incierto, casi inminente, que nos presentan. Mensajes tan perturbadores como éste, sacado del códex:
Tengo el preciado privilegio de poder observar muy de cerca a nuestro enemigos…Hay veces en las que no puedo evitar pensar que estamos luchando contra nosotros mismos– Dr. Oola Orius, Director del instituto de comunicaciones extraterrestres.