Hay momentos en la vida de uno en los cuales notas que la inspiración te golpea y sientes que, en ese momento, teniendo los medios adecuados, podrías hacer cualquier cosa. Y mejor que cualquier otra persona en el mundo. A mi me ha pasado un par de veces, sobretodo de botellón con los colegas – menores que nos estáis leyendo, beber es malo. A Roswell le pasa de continuo.
Es como si nuestro diseñador gráfico hubiera caído de pequeño en la marmota de la genialidad, y por sus venas no corriera sangre corriente, sino un líquido mágico que le permite visionar y recrear mundos que tan sólo su mente es capaz de concebir, o de convertir simples sugerencias de Toño y mías en Obras de Arte. Sí, Obras de Arte. De estilo popero, pero Obras de Arte al fin y al cabo. Y que nadie me lo rebata, porque llevo como 30 minutos que no puedo parar de mirar la interpretación del cartel de La Delgada Línea Roja que ha creado Roswell.
Y eso que a mi la película no me gustó.