Mi amigo Pô me ha pasado un enlace en el que se atreven a proclamar a los 4 vientos que la Kriptonita existe. Que resulta que al guionista que se le ocurrió inventarse una fórmula para el elemento tan mortal para Superman ha acertado de pleno a la hora de enumerar la formulación de una piedra que acaban de encontrar unos científicos en una mina de Serbia. «Hidróxido de silicato de sodio litio boro con flúor». Bueno, casi exacta, a la piedra Serbia le falta el flúor; Nada que una pasta de dientes no pueda solucionar.
O quizá no. Quizá le falte algo más que un tubo de Colgate para tener las propiedades de la piedra que ha puesto en aprietos en innumerables ocasiones al Hombre de Acero: le falta Clark Kent. Sin Superman que exista la Kriptonita es como asegurar que se ha conseguido el combustible del futuro cuando no hay ningún motor que pueda aprovecharlo.
Creo que el mismo planteamiento es la clave de mis sensaciones para con PlayStation 3. La máquina existe, sí, pero no tiene a su Superman, a ese juego que la convierta en el producto tecnológico más deseado del planeta. Sin su Gears of War, sin su Super Mario, PlayStation 3 es como una caja de plástico repleta de elementos electrónicos inservibles. Así que, hasta que no llegue ese juego que me haga entender como una consola que no tiene nada que ofrecerme que realmente merezca la pena puede costar tanta pasta (y no precisamente dentrífica), seguiré negando su existencia. Como la de la Kriptonita.
Quizá debería recubrir una PS3 con Profiden para que se obre el milagro y aparezca ese juego que me convenza que gastarme los 600 € en una consola es algo más que un acto de fe ciega en Sony.