La jornada de hoy se me antoja terrible. En apenas unas horas el Comte de Germain y yo asistiremos a una cena en palacio real, donde nuestro acérrimo enemigo espera inconsciente ante la culminación de nuestro plan. Me siento nervioso, dubitativo. ¿Cómo puedo estar, un simple huérfano, mudo y desamparado, a punto de encontrarme con Luis XV? Ni yo mismo lo se.
Siento que los eventos han sucedido sobre mí, dejándome yo llevar al no tener ningún lugar al que ir ni nadie a quien recurrir. El Comte fue el detonante de todo esto, la primera persona en ver algo en mí, aunque no fuera algo muy honesto como fue mi maestría con las manos. Las cartas danzan por mis dedos de una manera que jamás pensé que fuera capaz, con un mínimo de entrenamiento y comprensión de las tácticas y técnicas que él me está enseñando. Y pensar que todo empezó cuando, por una partida de cartas, mi patrona fue asesinada por ese maldito de MacGregor…
Fue en ese momento cuando comenzó nuestra andadura por todos los rincones de esta Francia tan extraña. La ilustración se podía casi tocar en los rincones más cosmopolitas del país como París, Marsella o Lyon, con académicos como Voltaire o d’Alembert abanderando un movimiento que buscaba sacudir los cimientos del pensamiento humano. Sin embargo, los nobles, con su dinero y su condescendencia, permanecen impasibles ante el sufrimiento de los más desfavorecidos, dedicando sus esfuerzos al vicio y el placer.
En uno de esos lugares dejados de la mano de Dios acabó nuestra huida tras ser yo acusado del asesinato de mi patrona. Un campamento de refugiados gitanos, el lugar donde los descastados se reúnen buscando cobijo. Allí planeábamos todos y cada uno de nuestros objetivos para, durante los viajes largos en carromato, practicar nuestros trucos. A veces yo debía actuar como servicio del Comte, sirviendo copas para poder amañar las partidas con mi visión del juego y las señas que nos hacíamos, pero otras me tocaba sumarme a las partidas para ayudarle a ganar.
Sin embargo, mis motivaciones seguían siendo egoístas. No me gustaba mi anterior vida en aquella posada de mala muerte, maltratado y menospreciado por esa mujer, pero no iba a soportar aquella afrenta. Me habían usado como cabeza de turco y tenía que limpiar mi nombre, aunque jamás pensé que este viaje me llevaría al momento en el que estamos ahora mismo. La verdad detrás de la muerte de amante del Rey, la conspiración de las doce botellas de leche y toda la vorágine de conspiraciones y traiciones que ello conllevó… me estremezco solo con pensar el resultado de mi último encuentro con ese malnacido de MacGregor.
Ya es demasiado tarde para siquiera echarme atrás. Nuestro destino está sellado y no se cómo terminará esto, pero sin duda se que no puedo confiar en nadie más que en mi mismo. El Comte y Erdnase intentarán salir victoriosos en un juego sin vencedores, solo vencidos. Ya es demasiado tarde para ellos… y para mí. Dios se apiade de mi alma, pues tengo absoluta certeza de que nuestra próxima partida terminará esta aventura, de final incierto e imposible de prever. He jugado mis cartas, he amañado partidas y tentado a la suerte en más de una ocasión, pero se que esta vez no será igual. Solo espero que Lady Muerte pueda esperar un poco más para volver a verme.
Este relato está inspirado por Card Shark