Camisas a rallas rojas y blancas, sombrero a juego con unos vaqueros azules y una gafas y sonrisa en los labios. Pocos iconos pop más reconocibles existen en nuestra sociedad que la del famoso viajero de Buscando a Wally y nuestra misión de buscarlo por el mundo. ¿Cómo sería un videojuego así? Hablemos un poco de Labyrinth City: Pierre the Maze Detective.
Un laberinto que recorrer
Vale, Pierre evidentemente no es Wally, pero sus intenciones son similares. Pierre the Maze Detective es una saga de libros creada y dibujada por Hiro Kamigami y escrita por Chihiro Maruyama donde tenemos que trazar nuestro camino por un laberinto repleto de obstáculos de lo más variopintos y divertidos, lo cual lo diferencia del archiconocido Buscando a Wally y le da personalidad. El estilo de Kamigami además
Y con una inspiración tan clara, ¿qué nos encontramos cuando empezamos Labyrinth City? Siendo justos, era imposible para Darjeeling hacer una adaptación mejor. Tenemos a Pierre al principio de cada nivel y debemos ir a A a B en busca de pistas que nos permitan llegar hasta el final del nivel y encontrar al malvado Señor X. Es extremadamente simple en su desarrollo pues, aunque es un laberinto, la dificultad es completamente anecdótica, pero esa no es la gracia del juego. No todos los días un malvado villano roba una piedra con el poder de convertir en un laberinto todo a su paso, ¿no creéis?
Referencias en cada rincón
Al igual que en Buscando a Wally, por todo el mapa encontraremos locuras, referencias pop y buen rollo como si de una página del libro homónimo se tratara. Es sin duda una experiencia divertida la de pasearnos por el laberinto mientras interaccionamos con todos: el ninja que nos intenta adelantar siempre, el gran Gnlf el mago, nuestro amigo
Esto, al final, es la gracia del juego. Como escribió Machado hace ya casi cincuenta años, “se hace camino al andar”, y es que en este juego es el viaje y no la emoción de alcanzar el final lo bonito de la experiencia. Perderte en esta versión tan intrincada de un París carnavalero es interesante por si solo, tanto como su versión impresa, con el añadido de ver a cada ser que habita en nuestras páginas digitales moviéndose al son de su propia vida en pequeños patrones únicos. Cada nivel, cada laberinto, es inmenso en su propia formula, así como único dentro del juego, y Labyrinth City sabe jugar con ello.
Simpatía y buen rollo tras cada esquina
Está claro que la propuesta no llega a mucho más. Andar, interactuar con el entorno y encontrar los coleccionables que pueblan cada nivel. Podríamos, por abstracción de mecánicas, considerar incluso a este Labyrinth City un walking simulator bidimensional, pues recorremos paisajes a la vez que se nos cuenta una historia, pero uno de los más raros a los que he podido jugar. No es difícil, de hecho, para ser un juego sobre laberintos, perderse es prácticamente imposible y lo único que puede suponer un reto es encontrar los coleccionables.
El juego de Pierre es igual en sensaciones. Creo fervientemente que es un juego pensado con la infancia en la mente, al igual que lo son Buscando a Wally y el homónimo Pierre the Maze Detective. Jugar con los niños haciendo uso de este título puede ser muy divertido, y como prueba decidí enseñárselo al hijo de mi prima, un infante de dos años, y durante el rato que estuvimos se encontró embobado con la cantidad de cosas que pasaban por pantalla. Su cara era para enmarcar.
En resumen
Jugar a Labyrinth City conlleva hacerlo con otra perspectiva: con la de un juego que busca una diversión sincera sin aspavientos y conectar con el jugador de una manera que pocos títulos tratan de lograr. Creo que jugarlo con niños es mejor, pues el target original es este, pero yo me lo he pasado pipa explorando los laberintos y viendo que pasaba en cada rincón del mapa. Es sincero, entretenido, con un apartado artístico pulido donde la música acompaña perfectamente al carnaval que tenemos frente a nosotros. Por eso, la nota que le doy al título es de [70].