El viernes pasado, de compras por Madrid, las altas temperaturas estivales propiciaron una paradinha en el FNAC para adquirir una tarjeta de memoria. Sin embargo cuando la temperatura exterior es de 42º y la interior de 23º era lógico que la estancia se prolongara. Y mi novia me dijo, vamos a ver el iPad. ¡No!, le grité. Estás loca. Me he mantenido alejado de la tentación desde su lanzamiento. No he querido verlo, ni tocarlo (en lo que un artículo que me comentaron sobre las bacterias y viruses que puede albergar un iPad de exposición tuvo parte de culpa), ni siquiera sentir su presencia cerca. Hasta este viernes. Ahora no lo puedo borrar de mi cabeza. A pesar de sus múltiples defectos y cientos de posibles formas de mejorarlo no puedo resistirlo: estoy enamorado.
Además, la aparición de la edición especial de Monkey Island 2: LeChuck’s Revenge me ha devuelto un sueño de la infancia. Jugar las aventuras gráficas de Lucas con mejores gráficos y usando sólo la imaginación y mis manos. Sé que podría tenerlo en PC, descargarlo para 360 o PS3, pero la simple sensación de controlar a Guybrush tocando una pantalla me parece algo único, un sueño de niño hecho realidad. El otro era tirarme a Samantha Fox, pero no creo que esté ya para seguir mi ritmo…