Lo confieso, me he convertido en un adicto a Kickstarter y demás páginas de micromecenazgo. Me gasto mis escasos duros en cualquier proyecto que me emociona mínimamente, pero he de decir que Sui Generis me ha parecido, desde el primer momento, algo muy especial. Desde que me lo descubrió Jentrena me he convertido en un grupie confeso del proyecto, y más al temer que no fuera a conseguir su objetivo.
Y es que las 150 mil libras que la gente de Bare Mettle buscaban no parecían para nada desproporcionadas, teniendo en cuenta el brutal motor gráfico que habían picado al más puro estilo John Carmack – desde cero. El concepto, además, es tan ambicioso como atractivo: un mundo sin quests en el que podremos hacer lo que nos de la gana, apelando a la fórmula de libertad sandbox que ha catapultado a los GTA al Olimpo de los Videojuegos. El mundo repleto de objetos, personajes y lugares a explorar estará ahí, así como el motor de físicas y los enemigos. La interacción entre el protagonista y el resto de elementos será la gasolina de un videojuego que, sobre el papel, se puede convertir en el enésimo robavidas de la Industria.
Un ejemplo muy descriptivo de lo que intentan conseguir salió durante la reciente entrevista que la revista Forbes hizo a Madoc, el cabeza visible de Bare Mettle. Según Madoc, si el protagonista, a los pocos segundos de empezar a jugar, consiguiera localizar al hipotético jefe final paseando por el mundo, y provocara que una piedra de considerables proporciones cayera por una ladera y lo aplastara, esto tendría un gran impacto en la Historia del juego, pero la partida no finalizaría. Acojonante, con perdón.
Desde aquí envío mis felicitaciones a la gente de Bare Mettle y les deseo toda la suerte del mundo en el desarrollo de Sui Generis, un título que puede acabar de demostrar que el actual modelo de producción de videojuegos está obsoleto.