Si venís del mundillo del PC, seguro que os sonará la serie Civilization de Sid Meier. Son juegos de estrategia en los que hay que llevar a nuestro imperio a través de las principales Edades de la Humanidad, investigando, produciendo recursos y construyendo, mientras competimos contra las demás Civilizaciones.
Yo personalmente disfruté de lo lindo de Civilization II, y fácilmente diría que es uno de los mejores juegos que he jugado nunca para cualquier sistema.
Cuando me enteré que se había lanzado un Civilization para una consola de Nueva Generación, la primera duda que me asaltó fue si se habrían esmerado en depurar el control para jugar en una máquina que no ha nacido ni con teclado ni con ratón bajo el brazo – aunque los puertos USB están ahí. Lo cierto es que el hecho de que sea estrategia por turnos le ayuda, porque el jugador no está con la presión de tener que realizar el movimiento correcto lo antes posible para evitar que el enemigo le tome la delantera. En Civilization Revolution uno puede madurar la estrategia y regalarse en cada turno, aunque ésto ralentice las partidas multijugador.
Haciendo un breve resumen de la mecánica del juego, contaros, para los que no lo sepáis, que se empieza con unos colonos y con unos guerreros. Los colonos pueden fundar nuevas ciudades, que son el epicentro de la producción de recursos, edificios, etc. Los guerreros permiten conquistar tribus bárbaras y atacar a otros jugadores. Pero que nadie piense que en Civilization Revolution, como en los demás Civilization, se trata de ir destrozando todo lo que encontremos a nuestro paso. Es cierto que la Dominación Total es una de las diferentes vias para ganar la partida, pero también lo son el conseguir construir determinadas Maravillas del Mundo o atesorar una gran cantidad de oro, o incluso conquistar el espacio enviando una misión espacial exitosa a Alfa Centauri. La apuesta por la Ciencia o por la Producción a mansalva de unidades belicosas podrá ser configurada en cada ciudad, además de indicar a nuestro Asesor Tecnológico por la próxima Tecnología que nuestra civilización debe descubrir. Estas Tecnologías posibilitan la construcción de nuevas unidades, edificios y Maravillas del Mundo, incluso potencian a las unidades o edificios ya construidos, además de abrir nuevas vías de investigación que posibilitan decantarnos por un futuro de paz, tranquilidad y progreso o, por el contrario, por una carrera armamentística con la que hacer bajar los humos a las civilizaciones enemigas.
Otro de los pilares de Civilization Revolution es el sistema de Gobierno. Con él se determina la respuesta que nuestros súbditos tienen ante nuestras decisiones. Por ejemplo, con la Democracia no es posible declarar la Guerra a ningún adversario – exceptuando a los bárbaros, pobretes -, pero tiene como contraprestación que la producción de unidades y el oro se ven aumentadas con un modificador del 50%. Otros modelos de Gobierno, como el Comunismo o el Fundamentalismo, sí que permiten una política de asuntos exteriores más expansionistas, por decirlo de alguna forma, pero el crecimiento de nuestra Civilización se verá afectado consecuentemente.
Hay cosas que me gustaban más en Civilization II que en este Revolution, a pesar de los 12 años que separan ambos lanzamientos, como por ejemplo la recompensa visual que era el que tras acabar de construir una Maravilla del Mundo apareciera un video presentándola y explicándola, lo mismo que al completar una Investigación Tecnológica. Vale, en la Civilopedia, la enciclopedia integrada en el juego, están accesibles esos materiales, pero no tiene el mismo impacto el que te digan «En tu ciudad ha aparecido el gran personaje X», personaje que no te suena de nada, a que te expliquen qué es lo que hizo y porqué ha trascendido en la Historia. La desaparición de estos apuntes históricos limita el que para mi es el principal atractivo de la serie de Sid Meier: Los continuos guiños y referencias a la Historia de la Humanidad.
En cuanto al multijugador, haberlo haylo, pero a diferencia de otros juegos, en Civilization eso de enfrentarme a adversarios humanos como que no me atrae. Será porque sé que esos adversarios no me van a dar tanto margen como para explotar mi civilización, para contentar a todos los ciudadanos que continuamente celebran el día de «Amamos a nuestro Líder» (chúpate esa, Zapatero) o para catapultar mis ciudades al Top de Epicentros Culturales. Y es que a mi eso de ganar la partida como que me da igual, lo único que lamento es que al final, cuando ya no queda nada por construir, sea inevitable el trámite de alcanzar alguno de los objetivos prefijados… Lástima que no se vayan generando nuevas tecnologías aleatoriamente, o que haya más edades…
He querido dejar al final el apartado técnico porque en este juego es casi un trámite. Un trámite que, a pesar de los divertidos avatares y sus reacciones, no se ha resuelto con la solidez exigible. Y es que el poco virtuosismo técnico aquí presente no puede justificar las ralentizaciones y parones que regularmente irán sucediendo en pantalla. Y eso que ya hay un parche disponible, parche que ha obviado este problema visual. Los FX no están mal, pero se echa de menos que todos los mensajes estén doblados – ¿Porqué ni Isabel la Católica ni el resto de personajes hablan castellano o su correspondiente idioma en la pantalla de selección de Civilización? -, porque espacio, en un Blu-Ray, incluso en un DVD, hay de sobra, por lo menos para los mensajes standard, que son unos cuantos.